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B. A. Paris: «Me interesa escribir sobre el control psicológico. Son juegos mentales que quería explorar»

B. A. Paris: «Me interesa escribir sobre el control psicológico. Son juegos mentales que quería explorar»

Fotografías: ©Victoria R. Ramos.

La cafetería de Gran Vía permanece tranquila, plácida y luminosa, cual isla de calma en el ajetreo de un jueves gris. B.A. Paris encaja con el decorado. Elegante y tranquila —esta mujer transmite la serenidad de las aguas de un lago en calma—, la autora de gestos contenidos y sonrisa cálida que le llega a los ojos apura un café con leche y se muestra encantada preguntando por restaurantes locales mientras examina un mapa de la zona centro de Madrid.

El hecho de que la Feria ARCO haya ejercido su habitual función de imán periodístico absoluto y haya trastocado su agenda de encuentros no parece importarle en absoluto. Se encoge de hombros y sonríe ante los comentarios de que probablemente vaya a estar más de un año respondiendo las mismas preguntas sobre su libro. Afirma encantada que seguramente en verano visite Estados Unidos para promocionar sus libros.

Su novela, Al cerrar la puerta, un thriller psicológico sobre una pareja aparentemente perfecta que, tal vez, no sea sino la mentira perfecta, se ha traducido ya a 35 idiomas, ha vendido unos 800.000 ejemplares y se ha colado en el primer puesto de los más vendidos de Amazon en Reino Unido, el país donde se crió. De forma inesperada su vida ha dado un vuelco, y la mujer que soñaba simplemente con ver su libro en cualquier estantería de una librería londinense lo ve en las primeras listas, y pronto en la gran pantalla. Todo porque un día en la mesa del desayuno, una de sus hijas señaló un concurso literario del Sunday Times y ella se puso a escribir una novela sobre el control psicológico. El resto es historia. La de un debut meteórico.

 

—800.000 ejemplares vendidos con una novela de debut. ¿Cómo se lleva todo esto, cómo es el proceso de un éxito así?

—Creo que no he comprendido del todo aún el éxito de mi novela, se ha convertido en algo mucho más grande de lo que pensaba. Cuando se publicó, mi sueño era entrar en una librería en Inglaterra y simplemente ver mi libro en un estante. Y cuando empezó a venderse no tenía ni idea de que estaba yendo tan bien. Mi editor me decía: «Has vendido cien mil ejemplares» o «doscientos mil», y yo pensaba que eso era normal, que eso es lo que vende todo el mundo. Así que me lo tomaba con mucha calma. Cuando vendí quinientos mil ejemplares, me invitaron a Londres para una recepción, la fiesta era solo para mí, había champán… y pregunté: «¿Esto es por haber vendido quinientos mil?». Y me dijeron: «Sí, es por eso». Y yo continué: «¿Y entonces eso es bueno?». Y me respondieron: «Sí, es asombroso». Creo que solo entonces lo entendí de verdad. E incluso ahora tampoco lo he absorbido del todo. Hace poco me dieron un premio en Inglaterra por lo de los quinientos mil ejemplares, y había otros autores allí a los que yo admiro, y yo aún no entendía por qué estaba allí. Es toda una sorpresa. Creo que es bueno que yo ya sea mayor, porque no se me ha subido a la cabeza, y me siento muy tranquila al respecto. Es como un sueño, en realidad. Incluso el estar aquí, en Madrid, hablando con mi editorial… es como un sueño. Antes yo simplemente era una madre que estaba en casa con sus hijos, y ahora tengo una vida nueva que comienza, lo cual es fantástico.

—Es su primera novela publicada, pero ¿es la primera que escribe?

—Empecé a escribir hace unos ocho años, y sí, he escrito otras novelas antes, pero no eran thrillers psicológicos. Eran libros que disfruté mucho escribiendo, pero solo los escribí para mí. Y entonces, tenía este libro en mi cabeza, sobre una pareja cuyo matrimonio iba mal, y decidí que quería intentar escribirlo, y que quizá podría ser un libro que funcionara, así que lo envié a agentes, y me lo aceptaron enseguida. Sí, es mi primera novela publicada, pero no la primera que he escrito.

—¿Qué fue lo que la llevó a escribir?

—Hubo varias cosas. Para empezar, tenía tiempo, porque mis dos hijas mayores se habían independizado y ya solo tenía tres en casa. Además, mi marido cambió de empleo, tenía más tiempo, y podía hacer cosas él como llevarlas al colegio. Y un día en el Sunday Times hubo un concurso de novela. Mi hija me había dicho que tenía una idea para escribir una, así yo le dije que se presentara. Ella me respondió que no podía, porque solo tenía dieciséis años y había que ser mayor de edad, y que por qué no participaba yo, porque ella sabía que yo quería escribir. Yo pensé que no podía llegar a tanto, a escribir una novela, que como mucho me saldrían historias infantiles, pero esa noche me fui a la cama, y tuve una idea, me puse a escribirla al día siguiente, y no pude parar. Era horrible. [sonríe] Era como una adicción.

"Tuve una idea, me puse a escribirla al día siguiente, y no pude parar. Era horrible. Era como una adicción"

—¿De dónde surgió la inspiración para este libro?

—Yo tenía una amiga hace unos años —ya no—, y siempre me daba la impresión de que algo iba mal en la relación con su marido. A él no lo conocía muy bien —solo lo vi una vez, y era un hombre encantador—, pero había cosas que ella decía que me hacían pensar que no tenía mucha libertad y que estaba siendo controlada por su esposo. Quizá esté equivocada, y ojalá sea muy feliz, pero había pequeñas cosas. Un día ocurrió un incidente concreto y le dije a mi hija: «Voy a escribir un libro sobre esto, sobre una mujer que está siendo controlada por su marido». Y esto siempre estaba ahí, «en la parte de atrás de mi mente». Pensé que de ahí saldría una buena historia.

—¿Cómo definiría usted misma esta novela, para el lector que todavía no ha recorrido sus páginas?

—Yo diría que es un thriller psicológico, y añadiría que es muy tensa y que puede resultar bastante angustiosa. Estoy repitiendo cosas que me han dicho otros, porque yo no la sentía así cuando estaba escribiéndola, ya que yo ya sabía cómo iba a acabar, así que para mí no hay tensión en ella. Creo que es un libro duro de leer, para algunos, aunque a otros lectores les encanta.

—Llama la atención que en esta novela no se usa violencia física ni sexual, que es algo que puede estar presente en muchas relaciones de este tipo. ¿Por qué dejar fuera eso? ¿Fue deliberado?

—Sí, fue deliberado. Yo nunca podría escribir sobre violencia física, porque ni siquiera puedo leer sobre violencia física, ni verla, así que nunca podría ponerla en mi libro. Creo que hay una diferencia muy grande entre la violencia física y la psicológica, y yo realmente quería escribir sobre manipulación psicológica, que creo que es más común de lo que imaginamos en las relaciones de pareja. Me interesa mucho escribir sobre esa parte, el control psicológico que una persona puede tener sobre otra. Son juegos mentales que quería explorar.

—Creo que es una novela que trata sobre todo del miedo.

—Sí, eso es.

—Miedo como cárcel psicológica, sin necesidad de muros.

—Es eso exactamente. Yo necesitaba un motivo para Jack, el marido protagonista, y el miedo es uno muy bueno. Él se alimenta del miedo, le encanta el miedo que sienten los demás. Es algo diferente, el explorar esta noción del miedo, porque todos sabemos, por cosas como la violación, por qué el autor disfruta del miedo de su víctima, y eso es físico. Así que pensé que ese es su placer, el miedo de otros. Le excita. Y por eso quiere causar miedo a otra gente. Pensé que era un ángulo diferente desde el que verlo.

—¿Ha recibido algún tipo de respuesta de los lectores sobre experiencias similares?

—Sí, y me ha sorprendido, porque ha habido hasta quince mujeres que han contactado conmigo a través de redes sociales diciendo que habían encontrado mi novela «realmente traumática», porque les recordaba malas experiencias, y estaban muy contentas de que este libro haya sacado esta cuestión a la luz pública, porque dicen que es un problema que está bastante escondido. Nadie habla de él, porque no hay pruebas, y si tienes un marido encantador y le dices a alguien que «en realidad es horrible y me controla», te responden: «No, eres tú quien lo ve así». Es muy fácil echarle la culpa a la mujer. «Pero qué quejica eres, míralo, si es un hombre maravilloso». Y me decían que habían tenido experiencias muy similares a las de Grace, e incluso una, de Estados Unidos, me dijo que había vivido durante quince años con un hombre así. Que acababa de escapar de eso hace poco, y que es tremendo vivir con ese miedo todo el tiempo, sin libertad y estando controlada en todo lo que haces. Me sorprendió, porque es una novela en la que mi imaginación fue muy por encima de lo que yo pensaba, y resulta que sí, que hay mujeres que lo han vivido a ese nivel. Otra gente me dice: «Bah, esto no es creíble, esto otro nunca ocurriría, ella simplemente se iría de casa», y a la vez estas mujeres me decían: «No tengo hijos, somos solo yo y él, pero es que no me podía marchar, estaba tan controlada por él…». Otra mujer me dijo que una vez la permitieron ir a comprar leche, y pudiendo huir, en vez de eso salió, compró la leche y volvió. Ni se le ocurrió intentar escapar. En Inglaterra el «control coercitivo» ahora es un delito, desde diciembre del año pasado, justo cuando salió mi libro, y un departamento de policía contactó conmigo para hacer una gran campaña contra el maltrato psicológico, buscando mujeres que hablaran sobre el tema —y hombres también, porque a veces también hay hombres que son víctimas—, así que concedí una entrevista para intentar ayudar a estas mujeres, y mi novela se usó para esa campaña. Estuve muy orgullosa de eso, porque es algo bueno que ha resultado de mi libro.

—En esta historia no hay niños, pero sí hay un personaje que juega un papel muy importante y que en cierto modo ejerce como ancla: Millie.

—Al principio no pensé en que Grace tuviera una hermana, iba a ser solo la pareja, pero al ir escribiendo me quedaba claro que los lectores dirían: «Grace es una mujer inteligente, ¿por qué no deja su trabajo y se va?». Así que era mejor que tuviera a alguien, un ancla por la que quedarse, y Millie simplemente se metió en el libro, aunque no estoy segura de por qué específicamente tenía que ser alguien con síndrome de Down. Creo que esos niños me tocan la fibra sensible, y de hecho tuve una amiga de niña que tenía una hermana con síndrome de Down. En mi opinión, a menudo se los malinterpreta, porque son muy intuitivos, aunque hay niveles muy diferentes. Otra cosa que me ha hecho muy feliz son las cartas de padres o hermanos de personas con síndrome de Down que me dicen que he clavado a Millie. Y eso que yo no tengo ninguna experiencia directa. No sé, es que es muy fácil querer al personaje de Millie, y me agradecen que la muestre de una manera tan positiva. De alguna forma, ella es la heroína de la historia, porque ella es la que encuentra una solución, a su modo. Otra gente hubo, sin embargo, que me decía que cómo osaba «usar» a una niña con síndrome de Down, y yo respondía que no la uso, que es la heroína.

—¿Cree que en cierto modo todos tenemos una «habitación roja» en la cabeza?

—Sí, creo que probablemente todo el mundo tiene una habitación roja en la cabeza, donde temen entrar. Creo que en mis libros la gente se puede identificar con los personajes femeninos bastante bien, porque Grace está atrapada en una situación que puede recordar a otras ataduras diferentes, como el bullying en el trabajo, o el ocuparse de los hijos, o las presiones de la vida. Cualquier cosa que te haga sentirte atrapado, esa quizá sea la habitación roja. Es solo una teoría. ¿Por qué las mujeres se identifican tanto con Grace? Quizá porque se vean a sí mismas en ese tipo de situaciones, aunque no lleguen al extremo de verse tan controladas por sus maridos. No sé. Atrapadas por la presión de ser la madre perfecta, la esposa perfecta, la novia perfecta, la empleada perfecta. Perfecta como las imágenes idealizadas de los modelos que tenemos en la sociedad.

—Lo que despierta las sospechas del personaje de Esther es precisamente ese exceso de perfección. ¿Usamos la perfección para enmascarar cosas que no queremos que se vean?

—Por supuesto que lo hacemos. Todo el mundo quiere fingir que tiene la relación perfecta. Cuando miras a tus amigos solo ves su exterior, y piensas que todo el mundo es maravillosamente feliz, y de repente uno de ellos te dice «pues nos vamos a divorciar», y tú te quedas como «pero si eran la pareja perfecta». Vemos a esta gente que nos parece tan perfecta, y eso nos hace sentir menos perfectos. Ellos son los maravillosos y nosotros los que discutimos. Así que sí, Esther sospecha de eso, porque creo que es naturaleza humana mirar a estas parejas perfectas y pensar «pues no deben de ser tan perfectas». Un día estás cenando con amigas, disfrutando la velada, y de pronto una de ellas dice que no le va tan bien con su esposo, y a renglón seguido otra dice «ni a mí tampoco», aunque no quieran admitirlo. Incluso a las estrellas de cine como Brad Pitt y Angelina Jolie les pasa, con toda su belleza y todos sus hijos adoptados, y ahora se divorcian. La imagen es una cosa y la realidad es muy diferente.

—Sin embargo, parece que sobre otras cuestiones no nos cuesta nada quejarnos. Nos quejamos de política, del trabajo, del día a día, de cualquier tontería sin especial esfuerzo.  ¿Por qué nos cuesta tanto quejarnos o mostrar esa cara de nuestras relaciones más íntimas?

—La política y todo lo demás es algo exterior, pero nuestra familia es nosotros. Sobre todo pasa con las mujeres, el sentirse culpables de que a su hijo no le vaya bien en el colegio, porque hay mucha presión. Yo sé que a veces nos han mirado a nosotros, con nuestras cinco hijas, como a una familia perfecta, pero nosotros pensábamos eso de otras, y nadie quiere admitir que a veces ha pasado esto o lo otro en casa.

—He visto que ya tiene otro libro, The Breakdown, aún no traducido al español. ¿Qué podría decirnos de él?

—Es otro thriller psicológico, sobre una mujer joven que está felizmente casada, y hay tres temas que lo atraviesan: la demencia, la paranoia y el sentimiento de culpa. Un día la protagonista, volviendo a casa en coche, toma un atajo por un bosque en medio de una tormenta, a pesar de que su marido le ha dicho que no vaya por ahí de noche, porque es demasiado peligroso, y ve a otro coche parado con una mujer dentro, y piensa que ha sufrido una avería. Porque «breakdown» significa dos cosas en inglés, «avería mecánica» y «crisis mental», así que el título es un juego de palabras. Pero como la otra mujer no le dice nada, ni le pide ayuda, ni se mueve nadie, ni se distingue mucho con la tormenta, ella piensa que igual es una trampa y tira para casa sin pararse más, pensando que cuando llegue llamará a la policía para que vayan a mirar. Al llegar a casa, se despista con otra cosa, no se acuerda de llamar, y a la mañana siguiente se entera de que la mujer del coche ha sido asesinada. Y así empieza la historia, con un terrible sentimiento de culpa. Ella ya venía olvidando cosas antes, y su madre había tenido demencia, y se empieza a preocupar por si la padece ella también. Debido al sentimiento de culpa, su memoria cada vez empeora más, y le pasan cosas que no recuerda. Y esa es la historia, pero con una importante vuelta de tuerca posterior.

—Es interesante, porque ese es otro tabú social, el de las enfermedades mentales.

—Sí, me interesaba mucho explorar el tema de la demencia. No tengo ninguna experiencia directa, pero he usado cosas que me han contado amigos que sí lo han vivido en sus familias. Normalmente es con gente más mayor, pero he leído sobre casos de gente más joven con demencia temprana, y quería tratarlo, porque sí, es un tema tabú que todo el mundo teme. Puede empezar a los cuarenta y tantos, con problemas en el habla y la memoria. Quería tener algo diferente en este libro, y espero que ahora se hable más del tema, sobre todo de la demencia temprana, de la que no sabemos tanto.

—Tiene cedidos los derechos de Al cerrar la puerta para cine y televisión. ¿Puede comentarnos algo?

—Sí, al día siguiente de publicarse el libro en Inglaterra me llegó una oferta de Estados Unidos. Cuando me lo dijo mi agente yo estaba atónita, porque ni se me había ocurrido que pudieran hacer una película de mi libro, así que es muy emocionante. Los contratos se han firmado, y la película saldrá quizás en 2018. Por ahora se está escribiendo el guion, y no tengo ni idea de cómo va a quedar, aunque obviamente la acción y los personajes se trasladarán a Norteamérica. Creo que me pedirán opinión para alguna parte, porque lo dice el contrato. Si ocurre será muy interesante, y si no, no lo esperaba de todas formas, así que sería un extra. Sería maravilloso ver a mis personajes en la pantalla.

—Después de este éxito tan fulgurante, ¿qué aconsejaría a quien quiera dedicarse a escribir para publicar?

—Mi consejo sería no abandonar nunca. Yo tuve rechazos, por supuesto, para mis otras novelas, pero cada vez que me ocurría estaba decepcionada durante cinco minutos, y enseguida me decía: «Pues escribe otro mejor». Tienes que usar cada rechazo como motivación para mejorarte y escribir mejor. Si tienes este sentimiento aquí [se señala el lado izquierdo del pecho, donde late el corazón] de que sabes escribir, nunca lo dejes ir. Hay gente que dice: «Yo quiero escribir, pero nunca lo lograré». Pues ni te molestes entonces, porque si empiezas pensando en el fracaso… Además, si empiezas a escribir pensando en el éxito, tampoco lo conseguirás. Si escribes para ti, lo lograrás. Mi primer libro ha sido el más fácil que he escrito nunca, porque era para mí. Al cerrar la puerta lo he escrito para mí, y ahora con el segundo me siento muy sensibilizada de haber escrito para los lectores que disfrutaron el primero, así que la presión de conseguir el mismo nivel ha sido enorme, porque nadie quiere decepcionar a sus lectores.

"Tienes que usar cada rechazo como motivación para mejorarte y escribir mejor. Si tienes este sentimiento aquí de que sabes escribir, nunca lo dejes ir"

—¿Qué es lo que más está disfrutando de toda esta experiencia?

—El tener una vida que nunca pensé que tendría. Voy a Londres una vez al mes a ver a mi agente y a mi editor, he conocido a otros autores, lo cual es maravilloso, porque es bueno hablar cosas con ellos, y ahora tengo algunos buenos amigos autores, y en definitiva el poder hacer algo que me encanta, y hacerlo de forma exitosa. Es una vida nueva, a mis años.

—¿Alguna influencia literaria o autor predilecto?

—Mis influencias vienen de cuando era niña. Leía todo el rato. Tenía cuatro hermanos, y leía para esconderme de ellos detrás de una silla para que no me encontraran cuando querían meterse conmigo. Desde que tenía siete años nunca he dejado de leer. He leído todos los autores infantiles, como Enid Blyton, más adelante Jane Austen y otros autores ingleses. Creo que ya desde los siete años pensé alguna vez que quería ser escritora algún día. En cuanto a influencias, no sé si tengo alguna concreta. Me gustan Douglas Kennedy y Lionel Shriver, autora de Tenemos que hablar de Kevin. Pero el libro que realmente me hace querer escribir mejor es El fundamentalista reticente, de Mohsin Hamid, con una belleza de gran calidad en su prosa.

—¿Por qué escribe con seudónimo?

—Porque me gustaría usar mi nombre auténtico si algún día se publican mis otros libros. Además, quería poner algo de distancia entre este primer libro mío y yo. A veces no me siento ser B.A. Paris. La veo en los estantes y no me parece que sea yo, lo cual puede ser bueno y malo.

—No debe de ser tan mala idea, cuando tantos autores han usado seudónimos.

—Algunos lo hacen porque escriben en estilos diferentes. Si yo escribiera un libro como B.A. Paris que no fuera un thriller psicológico, se sentirían decepcionados, así que si publico otro tipo de libros, lo haré con otro nombre. Me da libertad.

—¿Cuál va a ser su próximo proyecto?

—Estoy escribiendo otros dos thrillers psicológicos. Estoy con el tercero, y tengo un cuarto después. Siempre va a haber un próximo libro en el horno.

—Hay dos tipos de escritores: los que tienen todo planeado antes de escribir y los que no saben adónde los va a llevar la trama. ¿Cómo afronta usted la escritura?

—Yo soy de las que no planeo. Tengo amigos autores que lo planean todo, incluso la mesa y el ordenador que van a usar. Yo siempre conozco mi comienzo y mi final antes de empezar, y el llegar de uno a otro, ese es el viaje y es lo que disfruto. A veces es muy sorprendente cómo llego al final, pero siempre es el final que quiero. Lo que no conozco es el medio.

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