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Ciencia entre tinieblas

Ciencia entre tinieblas

Estamos ante un libro de esos que no se quieren leer en diagonal; que apetece abordar con determinación y detenimiento por lo ambicioso de su temática y la sutil estructura que articula su línea argumental. Por eso lo habíamos reservado para la placidez de las fiestas pascuales, cuando cabe esperar —luego, el destino dispone— que seremos capaces de domar el tiempo de ocio y, entre torrija y torrija, sacar buenos ratos de concentrada lectura.

Sin embargo, algunos sucesos estupefacientes alteraron los planes. Primero nos enteraron de que al nuevo ministro del Interior, como a su antecesor, también le da por condecorar cofrades y procesiones. Luego supimos que los legionarios, en su visita a unos niños enfermos de cáncer, se habían puesto a cantar El novio de la muerte, en la más impecable fusión que cabe imaginar de lo inoportuno con lo desagradable. Finalmente, la ministra de Defensa —qué repelús da esa señora— ordena poner a media asta las banderas por la muerte de Cristo… y suponemos que a asta y media por su resurrección.

Una a una, estas noticias daban risa (nerviosa). Las tres juntas, miedo. La tendencia de los que mandan está clara: lo próximo es el restablecimiento de la Inquisición. Por eso, ¿qué hace uno con un libro de ciencia en las manos?

"Lo que se resalta es el vínculo, el puente entre diferentes teorías y conceptos físicoquímicos, biológicos, filosóficos y hasta teológicos. En conjunto, un canto a la complejidad, que es el santo y seña de la ciencia del siglo XXI."

Un libro de ciencia que, como no puede ser de otra manera, y muy laplacianamente, deja claro que no se necesita para nada la hipótesis de Dios… algo peligroso con el currículo de esa gente. No queda otra: hay que pasar a la clandestinidad. Así que se recomienda apagarlo todo, cerrar las ventanas y meterse en la cama bajo las mantas a leer a la luz de una linterna.

Ya estamos a ello. Lo primero que nos llena el ojo –se mencionó arriba- es la estructura de la obra. El autor, consciente sin duda de que muchos de los temas que toca se pueden encontrar aquí y allá, en otros textos igualmente bien elaborados, ha apostado por presentarlos según un esquema que, al relacionarlos, los potencia, y así el todo supera a la mera agregación de las partes.

De este modo, jalones inevitables en un libro sobre cosmología (entropía, mecánica cuántica…) salen de la cárcel cronológica donde habitualmente se les ubica. Y hábilmente —todo el texto es de una altísima habilidad divulgadora— se interrelacionan con otros temas, de manera que el autor queda liberado de explicaciones exhaustivas y potencialmente tediosas de aspectos concretos, porque lo que se resalta es el vínculo, el puente entre diferentes teorías y conceptos físicoquímicos, biológicos, filosóficos y hasta teológicos. En conjunto, un canto a la complejidad, que es el santo y seña de la ciencia del siglo XXI.

"En su corta vida, la editorial de Gonzalo Pontón lleva publicados muchos (y bastante buenos) libros de ciencia. Sería interesante conocer el porcentaje sobre el total de la producción, porque con seguridad ha de ser muy alto."

Con listar los títulos de los capítulos el clarividente lector se hará una idea de lo que estamos intentando apuntar: Cosmos, Comprender, Esencia, Complejidad, Pensar, Preocuparse. Nos gustan todos, y especialmente los dos últimos en el orden en que están colocados. Nos convence el envoltorio, entre científico y filosófico, que el autor ha elaborado y propone a lo largo de toda la obra como visión integral de la realidad. Nos gusta el nombre con que lo ha bautizado: naturalismo, pero no el apellido: poético. Nos parece, en definitiva, una obra de alta divulgación, original en su planteamiento y desbordante en sugerencias.

En su corta vida, la editorial de Gonzalo Pontón lleva publicados muchos (y bastante buenos) libros de ciencia. Sería interesante conocer el porcentaje sobre el total de la producción, porque con seguridad ha de ser muy alto, sorprendente para un sello no especializado. Ello no indica otra cosa que la buena mano con que se lleva la empresa, pues un editor que esté en el mundo no puede menos que darle a la ciencia y a la tecnología el espacio que realmente ocupa en esta sociedad, aunque sea a costa de la filosofía (desaparecida en el combate del conocimiento).

Pero cuidado, señor Pontón, no se pase. Recuerde el país en el que vive. Si se recupera el Index librorum prohibitorum, y todo da a entender que nuestros gobernantes están en ello, se va a quedar sin catálogo.

 

Autor: Sean Carroll. Título: El gran cuadro. Los orígenes de la vida, su sentido y el universo entero. Editorial: Pasado & Presente, 2017. Venta: Amazon, Fnac

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