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Tres narraciones en estado puro

Tres narraciones en estado puro

UNA FÁBULA

La Leyenda del Santo Bebedor. Joseph Roth. Anagrama. Libros del Zorro Rojo

POST PABLO ALAUDALELL 2014-04-02 a las 13.22.21

Ilustración de Pablo Alaudell para Libros del Zorro Rojo

Esta es la historia de un mendigo alcóholico, habitante bajo los puentes del Sena, que una noche se encuentra con un misterioso desconocido que le ofrece doscientos francos. El mendigo no quiere aceptarlos –a pesar de todo, aún sigue siendo un hombre de honor– por la sencilla razón de que sabe que no podrá restituirlos, pero el enigmático caballero le propone devolverlos, sin prisa alguna, en la iglesia de Santa María de Batignolles, concretamente a santa Teresita de Lisieux. Desde el momento en que acepta el dinero la vida del mendigo se transforma en un continuo deseo de cancelar el compromiso, urdido todo en una suerte de casualidades que harán que su vida tome rumbos desconocidos. Cuando Jorge Herralde editó esta novela pidió a Carlos Barral que le escribiera el prólogo, por lo que el libro, al cabo de los años (la primera edición en España es de 1991; Roth lo publicaría en 1939), cobra aun más valor al juntarse en tan pocas páginas contenidos tan deliciosos. Sobre la sacralidad del vino, Barral señala lo siguiente: “De cómo el vino transforma el mundo, cambia sus leyes, todas, incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y agradable a los que creen en él”.

Este es el tono de este libro sorprendentemente amable ante la adversidad, a pesar de que Joseph Roth lo terminó el último año de su vida, en París, inmerso en la más extrema lucidez alcohólica. Un relato magistral sobre la condición humana que rezuma melancolía y lirismo a raudales. Herman Kesten, viejo y querido amigo suyo, le describió así: “Se le veía tan inderrumbable, tan duradera y afectuosamente habitual, pese a todas las huellas del dolor, como la propia, buena, dulce y querida vida”.

 

LA NOVELA COMO CAJAS CHINAS

La noche del oráculo. Paul Auster. Anagrama

POSTauster

Un escritor llamado Sidney Orr, que se recupera lentamente de un accidente que pudo ser mortal, está pasando por una sequía literaria. Cada mañana, después de que su esposa Grace se vaya a trabajar, él, todavía débil, deambula por las calles de New York. Una de esas mañanas encuentra una pequeña tienda de objetos de escritorio llamada El Palacio del Papel, regentado por un misterioso señor Chang, y compra un cuaderno de tapas azules de origen portugués que le seduce de tal forma que hace que renazca en Orr el deseo de volver a escribir. Cuando se lo cuenta a su amigo -un escritor consagrado y muy amigo de Grace, hasta el punto de ejercer casi como su segundo padre-, John Trause (nótese el anagrama Auster/Trause), le dice que también tiene otro de los seductores cuadernos azules portugueses, y le habla de Flitcraft, uno de los personajes de la novela de Hammett, El halcón maltés, que, al igual que Sidney Orr sobrevivió a un sutil encuentro con la muerte. Así da comienzo un cruce de historias que la maestría de Auster consigue que se muevan entre el azar y la casualidad y en la que una historia cabe dentro de otra historia que a su vez encaja dentro de otra historia…, y en la que cada personaje cuenta una, como, por ejemplo, la del señor Chang, el dueño de la papelería, quien relata su experiencia personal en la Revolución cultural china; o la de Jacob, el hijo drogadicto de John Trause, quien narra la de su compañero de desintoxicación. Esbozos de historias que se suman al borrador de novela que Sidney Orr escribe en su cuaderno azul, como la de Bowen (trasunto del mencionado Flitcraft) el cual tiene en sus manos un manuscrito inédito –La noche del oráculo que da título al libro de Auster-, y que, debido a la casualidad de no haber muerto en un pequeño incidente, ha dado un giro a su vida y conoce a Ed Victory, extaxista que le enseña su particular búnker en el que atesora la Oficina de Preservación Histórica.

Paul Auster nos ofrece un nuevo juego literario que engancha; una narración sofisticada, ágil y redonda, en la que se desgrana al mismo tiempo una historia de amor –con sorpresa-, el que el protagonista, Sydney Orr, siente por su mujer, Grace.

 

TRISTE Y ROMÁNTICO RELATO

Jules y Jim. Director: Francoise Truffaut
Actores: Henri Serre, Oskar Wernes, Jeanne Moreau. Año 1961

Francois Truffaut's Jules and Jim another truffaut image cheers d. Danielle Poulos Communications Coordinator Australian Centre for the Moving Image film > television > games > new media > art www.acmi.net.au [direct phone] 61 3 8663 2415 [fax] 61 3 8663 2498 [mobile] 61 434 603 654 [email] Danielle.Poulos@acmi.net.au [street address] Federation Square, Flinders Street, Melbourne [postal address] PO Box 14, Flinders Lane VIC8009, Australia Subscribe to the ACMI e-newsletter for weekly updates and competitions at www.acmi.net.au/registration.jsp -----Original Message----- From Lindy PERCIVAL [mailtoLPERCIVAL@theage.com.au] Sent Friday, 4 April 20

En una ocasión, Francoise Truffaut dijo: “Hago las películas que me hubiera gustado ver cuando era joven”. Sin duda Jules y Jim, la tercera que rodó, entra dentro de esta categoría. La película es un triste relato romántico de dos hombres, llamados Jules y Jim, enamorados de la misma mujer, Catherine. Como se ve, el argumento recuerda el tipo de historia que fue la base de innumerables y sofisticadas comedias americanas de los años 30, como Una mujer para dos o Angel, ambas de Lubitsch, y entre ellas casi todas las comedias de Claudette Colbert. “Hay dos temas”, dijo Truffaut, “el de la amistad entre dos hombres, que tratan de mantener viva, y el de la imposibilidad de vivir los tres juntos. La idea es que la pareja no es una solución satisfactoria, pero hoy por hoy no hay otra”. Jules y Jim es uno de los mejores ejemplos de la nouvelle vague, una película con gran valor emocional ejecutada con desenvoltura. Las escenas están superpuestas, se reutiliza el montaje rápido y se juega con la continuidad de las escenas. Catherine es interpretada por una Jeanne Moreau más expresiva que nunca, que hizo su primera aparición ante una cámara que se acerca y se aleja rápidamente desde todos los ángulos, la capta durante un momento y después se aleja mediante una serie de primeros planos congelados. La historia está contada casi como un cuento de hadas, con un fondo irónico y poético. Las imágenes giratorias y turbulentas la dominan: las ruedas de las bicicletas girando, en referencia a otra película suya -concretamente Los Golfillos (Les Mistons), con una escena de Bernadette Lafont en bicicleta-. A pesar de que el tema era potencialmente escandaloso y con un pesimismo inherente, Jules y Jim presenta el mundo con gran frescura, que la nueva versión de Paul Mazursky, Una almohada para dos (1980), no consiguió superar. Hay que mencionar, cómo no, a sus dos protagonistas masculinos, fundamentales en la historia de este magnífico filme, Henri Serre y Oskar Werner, conocido este último por otra de las películas de su director, Fahrenheit 451, adaptación de la novela homónima de Ray Bradbury.

 

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