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Enrique Vila-Matas: «Este libro será importante en mi obra»

Enrique Vila-Matas: «Este libro será importante en mi obra»

Llega envuelto en una densa nube de perfume. Son las nueve de la mañana y Enrique Vila-Matas está de buen humor. Y aunque él se empeñe en confundir y hacer de biombo de sí mismo, en esta ocasión no puede disimular su buen talante. De eso parece dar fe su nuevo libro, una mezcla de neurosis e ironía en cuyo interior se macera, como el licor de los bombones, la crema de su reflexión literaria: esa eterna oposición entre la réplica y el original; la repetición y la diferencia, y por supuesto, el tema de la desaparición, que en esta ocasión Vila-Matas perfila con sentido del humor y extravagancia. Así es Mac y su contratiempo (Seix Barral), un libro en el que recupera la capacidad para sorprender, sin despistar a quienes ya le tienen medida la prosa y lo siguen libro tras libro.

El narrador y protagonista de esta entrega tiene nombre de camarero de película de John Ford: Mac. Es un hombre de mediana edad. Acaba de perder su trabajo y pasea a diario por El Coyote, el barrio barcelonés donde vive. Está obsesionado con su vecino, un famoso y reconocido escritor, y se siente molesto cada vez que éste lo ignora. Un día lo oye hablar con su librera sobre Walter y su contratiempo, un libro de juventud del que se acuerda vagamente. Mac, que acaricia la idea de escribir, decide entonces modificar y mejorar este primer relato que su vecino preferiría dejar en el olvido. En la ejecución de la historia, el juego literario está llevado a su extremo: un diarista que se resiste a escribir novela; una ficción que actúa como un volumen de relatos pero también como un ensayo; el libro dentro del libro, dentro de libro, dentro de libro. Lo mismo que Enrique Vila-Matas ha hecho siempre, pero que en esta ocasión ha enchufado a una corriente distinta, acaso de mayor voltaje .

La escritura de Vila-Matas se ha construido sobre títulos de referencia como Historia abreviada de la literatura portátil, un libro “de ficción radical” –que causó furor en una determinada corte literaria– y luego se asentó en tres más a los que Jorge Herralde se refirió en una ocasión como “la catedral metaliteraria”: Bartleby y compañía (Anagrama, 2001), en la que el narrador se revela como un individuo a la caza de escritores que no escriben;  El mal de Montano (Anagrama, 2002), con una operación similar, aunque invertida: la de los escritores que escriben sin parar, y Doctor Pasavento (Anagrama, 2006), una historia en la que un hombre sigue la pista de un escritor obsesionado con la idea de desaparecer; esa fascinación por el desvanecimiento que recorre toda su literatura. Él es un paseante. Un Walser sin nieve. O sencillamente, y porque sí, un Vila-Matas con zapatillas deportivas. Resaltan en el conjunto de pantalón azul y americana oscura. Hasta parece que sonríen. 

Enrique Vila-Matas. Foto: JeosmA juzgar por este libro, y el anterior, podemos decir que Vila Matas está de magnífico humor.

–Sí.

¿A qué se debe?

–A mí también me gustaría saberlo. Es verdad que en los últimos tiempos me encuentro mejor. No sé por qué, pero estoy muy relajado. Quizá me encuentre más allá del bien y del mal –esboza una risita y mira de reojo hacia ambos lados–. Incluso sonrío en las fotos para las entrevistas –sí, es cierto, para ésta lo ha hecho–. Tal y como están todas las cosas es lo que toca, pero a veces parece que si ríes…

Ya.Que no lo toman en serio, que parece menos ‘escritor’.

Sí. Hace unos días un periodista –Vila-Matas cita  nombre, apellido y medio, como quien lleva un resumen de prensa de sí mismo– me dijo que Mac y su contratiempo era un libro muy divertido. Me quedé muy parado ante esta palabra.

¿Qué tiene de malo?

Me quedé pensando: los libros tienen que ser divertidos. Aunque sean inteligentes, profundos e infinitamente serios, tienen que divertir. Las personas tendemos a pensar que divertir va en plan de salir riendo en la tele y no es eso.

¿Y qué es para usted divertido? 

Hay algo que dijo Martín de Riquer, el sabio catalán, cuando su editor le comentó que alguien quería conocerlo. ‘Pero este hombre, ¿me divertirá?’. Esa era la gran pregunta. Creo que ahí está resumido todo, porque si viene de visita alguien que no te va a divertir, pues tampoco vale mucho la pena ¿no? ¿Entiendes lo que quiero decir?

–Hago el esfuerzo. Asumo que está haciendo una metáfora con los libros.

(La pregunta no hace diana y Vila-Matas habla en modo soliloquio). Que lo divierta significa que a lo mejor le cuenta una batalla del siglo XV, pero tampoco eso es divertir. Hay gente muy pesada, que es muy rollo.  Cada vez hay más seriedad, más coñazo, más drama. ¿No? Por eso creo que la diversión es importante.

–Mac reúne una cantidad importante de las neurosis de los personajes vilamatianos, pero con una cierta lozanía.

Mac es irónico consigo mismo y después con todo lo demás. En realidad es la voz, algo más ácida. Y como estoy de acuerdo con lo que dices, tendré que decir otra cosa…

–Las constantes narrativas de Vila-Matas aparecen en este libro…

Sí, de manera muy natural –dice.

–Hay cuatro: la repetición y la diferencia, también la realidad y ficción. Entre medias queda la novela como artefacto.

Sucede, como sabes, que el diarista no quiere que lo que escribe se le convierta en novela. Esto es, claro, una cosa cómica. Porque su vida termina convirtiéndose en una novela, algo que a él no le interesa ni quiere. Pero ya sabes que el libro se comporta como un volumen de relatos y al mismo tiempo como un ensayo sobre la repetición y la diferencia, que es el libro de Gilles Deleuze. Ahora como en Francia va a salir el libro, supongo que lo citarán continuamente. En principio, el libro es esta idea de que el recuerdo y la repetición son el mismo movimiento, con una diferencia: el recuerdo va hacia atrás y la repetición hacia adelante.

–Y ambos, a su manera, falsean.

(Vila-Matas sigue en su modo soliloquio, las preguntas no atinan, apenas y resbalan sobre su americana) Recordar es recuperar el pasado, mientras que la repetición es la modificación, el avance constante. Cuanto más muerta parece la novela, aparecen otras personas que buscan otras posibilidades para ella. Y puede que esas posibilidades no la hagan avanzar, pero sí que dan variantes posibles del mismo juego. ¿Tú te acuerdas de lo que Kundera decía sobre el Tristram Shandy? Que había un 80% de nuevas novelas que han sido desaprovechadas. Pues se trata de esto: de darse cuenta de que las novelas tienen unas posibilidades inmensas y no solamente las que conocemos.

–En el libro hay una pelea contra la novela frente al relato. Cita a Ana María Matute para decir que el cuento es como un vagabundo: se va pero queda su huella.

Sí, es una idea preciosa de Ana María Matute que robé de un cuento que se llama El vagabundo. Es una huella fantástica, y que además coincide con la aparición de muchos vagabundos dentro del barrio del Coyote. Su cita lo anuncia.

–Ahora que dice Coyote. ¿Por qué ese nombre?

Fresán me dijo, que eso es también divertido, que existía un barrio de Barcelona que se llamaba El Coyote. Es una geografía real. Está debajo de la plaza Maciá de Barcelona, anteriormente conocida como la plaza Calvo Sotelo y antes de la guerra como la plaza de los hermanos  Badía, donde vivía el autor de El Coyote. En la novela le llaman así porque ahí vivía un escritor.

–Hay algo que comparten Mac, su protagonista, y Vila Matas: escriben sobre sí mismos a la vez que son otros. ¿De quién son las novelas de Vila-Matas?

Se me confunde con un narrador. Pozuelo –se refiere a José María Pozuelo Yvancos, el crítico,  que es muy amigo de Pérez-Reverte, dice que a mí se me confunde con un novelista. Efectivamente: yo no soy un novelista, que creo que es lo que piensa Pérez-Reverte. Escribo desde el espacio del ensayo. La voz que habla es la de un ensayista. Es un tipo de voz como la del poeta; no un narrador, no un novelista. Y esa voz atraviesa todos mis libros. A la gente que le interesa lo que hago, vuelve para encontrar esa voz.

–No creo que, a estas alturas, a usted le preocupe que lo reconozcan o no como novelista.

No, no, no…

–Hasta donde sé, ese no es el asunto de Vila-Matas, o eso pensamos de usted.

Busco otras posibilidades para la novela, porque en la novela como género hay mucho más que la novela del XIX. La novela es mucho más que Proust. La novela también es Beckett, y Thomas Ganzak y Sebald.

Karina Sainz Borgo y Enrique Vila-Matas. Foto: Jeosm

Enrique Vila-Matas podría ser cualquiera de sus personajes. Todo en sus movimientos parece ensayado, una puesta en escena a mitad de camino entre lo literario y lo paródico. Deliberadamente irónico en todo cuanto dice, parece que –como los protagonistas de sus libros desaparecerá en el momento menos pensado. Acaso porque un novelista en zapatillas luce más preparado para salir corriendo que uno que no las viste, hoy Vila-Matas está más escurridizo que de costumbre. También, todo sea dicho, derrocha una inesperada empatía: la de quienes se levantan gustándose a sí mismos. Si lo suyo es un personaje, habría que decir que Vila-Matas antes se interpretaba de forma más severa. Ahora lo hace como si se lo pasara pipa. Le pasa a él, también a sus libros.

En el sofá blanco de un hotel en el número 11 de la Gran Vía, Enrique Vila-Matas contesta a la entrevista que le entra en gana. Se hace el sordo ante determinadas preguntas –o simplemente pasa de ellas, también las corta en mitad de la frase, eso cuando no responde a su propia idea de la cuestión que se le ha formulado. Casi siempre hace lo mismo, pero hoy lo pone en práctica con cierto deleite, sonriendo con malicia y picardía mientras tuerce el rumbo de lo que podría acabar como una entrevista en donde él es, al mismo tiempo, entrevistador y entrevistado.

–En Mac todo gira alrededor de una falsa novela póstuma, ¿adónde va? ¿por qué?

Es simplemente el hecho de que está tan de moda recuperar novelas inacabadas. Se ha convertido en un género literario. Es una de las ideas que aparece en el comienzo la novela: no sólo es una novela póstuma sino que alguien desea además falsificarla. Y lo logra, porque consigue generar la duda sobre qué ha pasado. Podríamos sospechar que el narrador desaparece porque ha cometido un asesinato, pero también por otro motivo. Cuando recibí las galeradas habían pasado como cuatro o cinco meses tras la entrega. Estaba interesadísimo en la trama, que era la mía, porque no recordaba cómo la había escrito. Lo que demuestra que el libro tiene que ser interesante para todo el mundo, porque hasta yo mismo quería saber qué pasaba.

–La fuga y la desaparición aparecen también. Están en toda su obra.

Hay tres posibilidades en el libro para eso: suicidio, muerte o desaparición, que son las que hacen que la historia quede interrumpida.

–En El mal de Montano, los ágrafos eran una forma de desaparición; en Bartleby, también. ¿Por qué le obsesiona tanto la desaparición?

No lo sé. Sería muy fácil darte una explicación pero ahora no creo en ella. No la tengo. Podría salir del paso diciéndote algo pero…

–Es decir, que no hay una explicación para las ganas de salir corriendo y desaparecer.

En esta novela puede tener su explicación en varias hipótesis, por ejemplo, porque el narrador ha matado a un hombre del barrio y quiere esconderse, como le ocurre a Walter en la novela en la que mata al barbero. Aquí sí puedo decir eso. Ahora, sobre por qué la obsesión por desaparecer… es un movimiento inherente a la propia literatura.

Enrique Vila-Matas. Foto: Jeosm–¿La desaparición o el asesinato?

Maurice Blanchot y la desaparición de la literatura. Ese es el tema en general de mis libros.  Y ahora he ido a parar a algo que no quería decirte: la desaparición de la literatura –ríe, Vila Matas; como si estuviera haciendo maldades. La disparition de la literatura –el francés se cuela, como lapsus. Estoy hablando de un texto de Blanchot, muy famoso en la literatura postmoderna. Es la clave de lo que hacen los personajes de Bartleby y compañía y El mal de Montano, dos libros que actúan como punto de reflejo de la idea de desaparición. Pero, claro, mismo tiempo que la literatura desaparece, consigue aparecer en la trama de su desaparición.

–La réplica y el original. Hacer o imitar.

Es lo que intenta hacer Alonso Quijano: replicar y al mismo tiempo ser uno de los caballeros andantes que ha encontrado en los libros. Quiere ser un personaje auténtico, que vive las aventuras que ha leído, pero no puede atravesar nunca al otro lado del espejo. Por eso tiene que recurrir a la ficción. Esa es la relación entre realidad y ficción, dos viejos cónyuges, que se exponen en este cuento de Walter y su contratiempo, y eso es lo que hace Mac.

–Un hombre es todo lo que desdeña, dice en el libro.

Descarta, dice ‘un hombre es todo lo que descarta’. Es decir, al saber todo aquello que descarta se puede saber qué clase de escritor es.

–¿Qué libros descarta Vila-Matas?

Pues no sé exactamente, pero son muchos. A través de la obra y de lo que he hecho, se nota qué descarto y qué no.

–También se aprende a descartar cosas nuevas.

Ya, pero tampoco descarto mucho, porque de todo puedo servirme. Tomo las cosas donde las encuentro. Las aprovecho si son para mi utilidad, lo cual quiere decir que no descarto tanto. Descarto autores … pues, no sé, de novela negra. Me interesa Simenon, pero hay autores recientes que me importan un bledo y me parecen unos falsarios, que no reproducen ninguna realidad con sus novelas pero que siempre están diciendo que reproducen la realidad de las comisarías del barrio.

"Tomo las cosas donde las encuentro. Las aprovecho si son para mi utilidad."

–El paseante y el flâneur de Baudelaire lo llevó a usted a Walser. De hecho, estuvo en el sanatorio…

Pero además, ocurre que anteriormente me nombraron…

–Sí, flâneur oficial de Basilea. 

Y cuando me nombraron no entendí nada. Pensé: por qué esto. Que me pusiera una gabardina, paseara entre los stands y vigilara la buena conducta literaria de los que estaban en la feria. Luego, esa idea de pasear, vigilar y anotar se ha ido imponiendo.

–Es transversal. En este libro también aparece el paseante.

Porque hay una separación entre el que escribe en su despacho pero al que también le ocurren cosas, como el episodio de la cotorra argentina.

–¡Oh, sí … eso es muy de usted! Algo absurdo que aparece de la nada.

Todo ocurre cuando una cotorra se adentra en la casa. Por cierto, Barcelona está llena de cotorras argentinas.

–¿Tendrá Fresán algo que ver con eso?

(Gesto de risa) En mi barrio, que es el barrio del Coyote (en definitiva un barrio mental), hay bastantes. Hacen muchísimo ruido. A veces pienso: esta que habla ahora puede ser la que entró en mi casa.

–¿A usted también le ocurrió?

Sí, pero no sólo eso. No pudo ser más literario ni más real: una cayó dentro de mi biblioteca. Tuvo que venir la guardia urbana y un ecologista del Ayuntamiento con una trampa caza mariposas y sólo después de media hora consiguió sacarla, porque de lo contrario la cotorra se habría muerto dentro de la biblioteca.

–No es un mal sitio para morirse.

Se metió en un agujero que ignoraba por completo y cayó hasta el fondo del todo. No podía salir. Lo peor es que me había acostumbrado a ella. Me di cuenta de que no me molestaría un animal doméstico. Este acontecimiento entró directamente en la novela, porque al libro le convenían episodios de diario. Por eso añadí uno mío. De hecho, es el más biográfico de los que añadí.

–Martínez de Pisón dice que usted es como Buster Keaton: tiene sus chistes internos. Pero, con usted siempre queda la sensación de que nos toma el pelo.

Mi literatura comenzó a aparecer publicada en Anagrama pero no acababa de cuajar. No me entendía nadie. Hasta que un día entendí qué ocurría. Tuve que ir a Sevilla, a una convención de Nestlé, para hablar de chocolate. Había como 30 profesores y dos monjas. Yo empecé a hablar y la gente no se reía. Y pensé: qué raro, si lo que yo siempre digo es humorístico. Es obvio que no conectaban conmigo. Aunque a mitad de la clase comenzaron a reír. Luego, al final, se acercaron las dos monjas. Me dijeron: ‘al principio pensamos que se reía de nosotras, pero al final  nos hemos dado cuenta de qué iba la cosa’. Entonces me di cuenta de que eso consiguen mis libros: que al final terminen cayendo. Que puedan ver por dónde va la ironía.

–¿Qué hacen dos monjas en una convención de chocolate en Sevilla?

De chocolate no, de Nestlé…

–Bueno, de chocolate. 

Serían profesoras de algún instituto, porque invitaban a profesores.

–Esto es casi tan surrealista como la viuda de Duchamp y Man Ray sentadas en Cadaqués.

Te has quedado más con lo de Nestlé que con lo que dijeron las monjas.

–¿Ve? Nos toma el pelo.

No voy por el mundo tomando el pelo.

–…

No –Vila-Matas ríe.

–Se ríe porque, en realidad, está tomando el pelo.

(Risas) No, no tomo el pelo. Es verdad que digo en serio esas cosas y la gente piensa que no. Las cosas que me ocurren son ciertas. Lo que ocurre es que, al contarlo, parecen falsas. Y ahí está la clave: es la visión que yo tengo de la realidad y la creación literaria.

–Vila-Matas existe detrás de un biombo, que es el propio Vila-Matas: el personaje que usted se ha creado. Aunque es cierto que, después de una etapa dura de salud, se ha vuelto más prístino.

No ha cambiado el humor, por ejemplo. Puede que esté un poco más sabio. Ahora leo las entrevistas que hice en el 2001, la que me hizo Xavi Ayén y aparece en su libro (La vuelta al mundo en 80 entrevistas), y he tenido que ir a mirar la hemeroteca de La Vanguardia para ver si yo había dicho aquello y no lo había inventado él. Y era verdad. Yo había dicho todo eso. Me quedé todo parado cuando me di cuenta de que lo había hecho. En ese momento, cuando obtuve el premio Rómulo Gallegos, dije: ‘Ya tengo el Rómulo Gallegos. Voy a ganar el Premio Rulfo’. Lo obtuve quince años después. Pero cómo puede ser que yo dijera aquello.

–Una seguridad atronadora… o un amor propio que asusta.

Era para provocar, pero creía que no lo había dicho.

–¿Antes era más provocador?

Se puede provocar igual pero sin ‘épater le bourgeois’. Se pueden decir las mismas cosas, pero de otra manera.

–En sus libros las cosas ocurren de forma inesperada. Todo episodio por mínimo que parezca, cobra una importancia central.

Porque escribo de lo que ocurre cuando no pasa nada, aquello de Perec. Aparentemente una cotorra ha entrado en casa, y lo escribo. Otros no dicen nada.

–¿Y qué la ocasiona? ¿De dónde viene?

Es una construcción propia de la realidad. Seguramente viene de cuando no tenía nada que contar y me esforzaba por tener cosas que decir. Ha llegado un punto, como consecuencia de aquello, en el que todo me parece narrable y le saco jugo a todo lo que inicialmente parece anodino. Es como lo que decía Butragueño de Cruyff. Que se inventaba jugadas en el área. Donde otros no sabían qué hacer, él se montaba una jugada que nadie esperaba. Esa es la manera de fabular que encontraba él. Donde unos no saben ver nada, otros encuentran una mina.

Karina Sainz Borgo y Enrique Vila-Matas. Foto: Jeosm

Que Enrique Vila-Matas es un especialista en sí mismo, es algo que salta a la vista. Recuerda y apostilla cosas que dijo en una entrevista hace diez años atrás;  habla en modo profecía autocumplida y se demora con especial regusto en los detalles que dilatan el relato. Y aunque él asegura que todo es narrable, hay asuntos en los que resulta muy difícil sacarle dos frases seguidas, por ejemplo: sus inicios lectores. De ellos habla poco y parcamente. Como si lo encontrara empalagoso o cursi. Pero él, que es muy educado, se hace el loco y ya. 

Acaso porque esta entrevista hace rato que se volvió un ping-pong consigo mismo y el eco de sus propias ideas comienza a cansarlo, Vila-Matas quiere dar por terminada la conversación con un gesto algo más interesante y creativo que mirar el reloj. Puede que sea eso: un empacho de sí mismo, un empalago pasajero del que podrá recuperarse a lo largo de la mañana. Eso, o quizá esa electricidad rara que recorre a alguien que siempre parece estar listo para desaparecer; vista o no zapatillas. Eso sí, en la frase final hunde bien el clavo: Mac y su contratiempo. Ahí empieza y acaba esta conversación.

–¿Cuál es la primera biblioteca que recuerda?

La de casa de mis padres y en la que había un solo libro.

–¿Cuál?

-Uno de Pompeu Crehuet. Seguro que no sabes quién es… Un poeta catalán. Se llama Pompeyo, pero en catalán es Pompeu. El apellido es Crehuet, con hache. Ese era el libro. El único.

–Es decir, ese es el primer libro que recuerda.

¡Uy! –dice Vila-Matas. Mientras bebía café de su taza, unas gotas han caído sobre su camisa. Se ha manchado, aunque de momento cree que no.

–Creo que no se ha manchado. O al menos se ha manchado poco.

Menos mal, porque tengo televisión después.

–¿Podemos considerar este derrame como una afirmación a la pregunta ?

Ya, sí… una afirmación –dice inspeccionando la camisa blanca salpicada, aunque aún no se nota, del parduzco café. Estaba pensando que en casa de mi abuelo materno había una biblioteca llena de libros. Ahí fue donde escribí mi primer artículo. Tenía 17 o 18 años. Era para Fotogramas. Fui a casa de mis abuelos para redactarlo, porque ahí tenían máquina de escribir.

–¿No creció en un entorno lector?

No. Ni literario tampoco.

–¿Qué libro lo introdujo en la literatura?

La isla del tesoro, también Veinte mil leguas de viaje submarino. Fueron libros que realmente leí con interés, con 14 o 15 años.

–Ya era una edad avanzada.

Pero a los cinco años escribí un cuento. Ahora lo he recuperado. Se llama el duende de Aragón. Hay un dibujo del duende hecho por mí. En la portada dice: ‘cuento de Enrique Vila, cinco años’. Lo curioso es que medio año antes, en esta novela, escribí que recuperaba un cuaderno familiar. He encontrado el cuaderno ahora, cuando acabo de escribir el libro.

–Ya lo ve: original y réplica.

Es la primera vez que me ha pasado. Me sorprende incluso acertar hasta en la edad. Seguramente llegué por la memoria que está de fondo. Me quedaría grabado y puse la edad de cinco años

–¿Por qué todo tiene que ocurrir así? Recuerda antes el primer cuento que escribió antes del primer libro.

No puedo cambiarlo, ocurrió así. Es como una especie de epifanía. Un cuaderno recobrado.

–¿Ansiaría alguna desaparición en su obra? Que abriese de pronto un libro y estuviera en blanco.

No, la verdad es que no.

–No consigo desentrañar su infancia lectora, acaso porque es una pregunta un tanto melancólica y usted no se considera a sí mismo tal cosa.

No, para nada. Bueno, me gusta la melancolía pero no como nostalgia, como estas personas que solo hablan del pasado. Yo avanzo siempre.

–¿Cómo esta novela afila el lápiz de lo que ya ha escrito? ¿Cómo lo sitúa en su obra?

Está en un lugar destacado, creo que este libro va a ser importante en el conjunto de la obra.

Enrique Vila-Matas. Foto: Jeosm  Enrique Vila-Matas. Foto: Jeosm

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