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Antonio Soler: «Solo saqué matrícula en Gimnasia»

Antonio Soler

Profeta en su tierra, este martes Antonio Soler recibe el título de doctor honoris causa por la Universidad de Málaga. El autor de obras como Apóstoles y asesinos y El camino de los ingleses ha sido entrevistado por Francisco Griñán en Sur para repasar su trayectoria.

Los reconocimientos se acumulan en su bibliografía. Premio Herralde, Primavera, Nadal, de la Crítica… pero admite que lo que va a vivir el martes en el Paraninfo de la Universidad de Málaga es diferente. Antonio Soler será investido doctor honoris causa, una distinción académica a la excelencia que le resarcirá de algún sinsabor en las aulas, pero que sobre todo recibe como un espaldarazo a una carrera literaria forjada desde la soledad del escritor. Este estudiante «normal», que solo sacaba matrícula en Educación Física y que cursó la carrera de Turismo porque era «corta», recibe el título de la UMA en un momento sobresaliente. Con la novela Apóstoles y asesinos recién llegada a las librerías hace menos de tres meses y la pronta reedición de Las bailarinas muertas al cumplirse los 20 años de su primera publicación.

En una biografía no autorizada he leído que estudió en la Escuela de Turismo de Málaga. ¿Nos perdimos un gran empresario turístico?
Ja, ja. Estudiaba para dirigir una agencia de viajes o un hotel, pero aquello fue producto de la desorientación, de no tener claro lo que quería. Busqué algo que fuera corto y, una vez dentro, quise acabarlo para que mi madre se quedara tranquila, pero empecé a escribir. No se perdió nada.

La misma biografía dice que iba para atleta, pero un accidente le apartó y comenzó a escribir.
El hecho es verdad. Hacía atletismo de competición, pero me partí la pierna en un accidente de tráfico y en el hospital un buen día empecé a escribir. Fue un relato que mi hermana envió al Ignacio Aldecoa y me dieron el segundo premio. Pero eso no me hizo convertirme en escritor. Ojalá fuera tan fácil. De hecho, en el siguiente lustro solo escribí un relato por año. Fui tanteando el terreno con prudencia, intentando convencerme a mí mismo de que podía ser escritor.

¿Y cuando lo vio claro?
En los meses en los que escribí mi primera novela –‘La noche’–. Ahí tuve conciencia de esa búsqueda que no era otra que encontrarme a mi mismo y saber mi sitio bajo el sol.

El Soler que pasa por el hospital recuerda a su personaje Miguelito Dávila de El camino de los ingleses
La ingenuidad de Miguelito es pensar que va a ser poeta porque el vecino de habitación le ha trazado ese camino. Esa es también la caricatura que ha circulado sobre mí. Que llego a un hospital y que, sin todos los años que llevaba leyendo, de pronto me convierto en escritor como tocado por una varita mágica.

¿El título de doctor es una vuelta al cole con todos los honores?
Ja, ja. Espero que no porque yo en el cole lo pasé fatal. De niño fui a un colegio que era digno de una novela de Dickens, con castigos brutales. Lo que siento con el Honoris Causa es un gran honor y que sea la UMA lo hace especialmente grato.

¿Lo recibe igual que un premio como el Herralde o el Nadal?
Es distinto. Los galardones forman parte de la batalla cuerpo a cuerpo con la literatura. Pero el Honoris Causa es un reconocimiento a un recorrido. Y eso te hace sentir un poco más mayor, pero también con la sensación de que los pasos que he ido dando no estaban equivocados.

Leer entrevista completa en Sur.

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