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Gloria Fuertes, sola y de guardia

Gloria Fuertes, sola y de guardia

Este año 2017 se conmemora el centenario del nacimiento de Gloria Fuertes. La editorial Nórdica ha publicado con este motivo una antología de su obra, “como una modesta contribución al mejor conocimiento de su labor poética, que es la obra de toda una vida”. Este libro se abre con el siguiente prólogo de Luis Antonio de Villena y se cierra con un poema que su amigo José Hierro escribió para ella: Hablo con Gloria Fuertes frente al Washington Bridge.

 

Era una mujer que había sufrido, que había visto muchas veces que la vida es cuesta arriba; pero un ancho espíritu inocente que había en ella, no poca autoironía, y ese sabor castizo de haber nacido en un barrio madrileño como Lavapiés, en 1917 y en una familia humilde, le daban un coraje de fondo que acaso otros no tendrían… Si la Gloria Fuertes que conocí en los mediados años setenta y en rituales literarios, me daba un poco igual (aunque indudablemente llamaba la atención), a la que conocí, traté y visité desde los muy primeros años noventa, la quise y la tuve por un ser cordial y tierno. Comprendí a Pepe Hierro, que siempre la quiso, y entendí también a Jaime Gil de Biedma, quien sostuvo siempre que una antología bien hecha de Gloria mostraba a una poeta admirable… (Él mismo en los años sesenta —1964— y en la muy prestigiosa y pequeña colección Colliure de Barcelona, hizo, pero no la firmó, una pequeña y buena antología de Gloria Fuertes, titulada Que estás en la tierra.)

Gloria Fuertes —que por su sabia ingenuidad— tenía una innata capacidad para entenderse con los niños había hecho de todo o de casi todo en su vida para salir adelante, entre otras cosas, escribir mucho para niños (versos también), lo que si casi nunca ha dado prestigio, casi siempre da dinero. Conoció a una hispanista norteamericana llamada Gladys —no sé el apellido— que la llevó a EE.UU. como profesora de español —Gloria apenas había concluido el bachillerato— y allá la protegió y la cuidó y se hicieron amantes. A mediados de los sesenta tornó definitivamente a España y Gladys vino con ella, y acá murió la norteamericana protectora, que está enterrada (ignoro el porqué) en el pueblo serrano de Miraflores de la Sierra, donde muchos años veraneó Vicente Aleixandre.

Como mucha gente sabía —aunque ella jamás lo dijera en público, cosas evidentes de la época— Gloria era lesbiana, y su aire y su voz singular, tabaquera o cazallera no lo desmentía.Y eso era bastante evidente en los setenta (cuando la conocí), porque Gloria siempre iba rodeada de mujeres, y a menudo más jóvenes. Gloria no llevaba nada mal —dentro de lo posible— el tema de su lesbianismo, que a mi saber sólo le preocupó un tanto cuando el éxito de su escritura infantil y su muy popular participa- ción en programas televisivos para niños, como Un globo, dos globos, tres globos —cancioncilla de la que era autora—, le hicieron temer, no siendo ya joven del todo, la conexión fácilmente criticable desde la mala intención entre «autora célebre de literatura infantil» con «notoria lesbiana». No debió de recordar (tampoco ha sido público hasta hace muy poco) que otra célebre autora de literatura para niñas, en los años cuarenta —la creadora de la famosa Celia, Elena Fortún— también fue lesbiana. Es el caso que el éxito infantil de Gloria Fuertes si le proporcionó mucha notoriedad y hasta dinero (pero ella vivía sin lujos, y casi todo lo que ganó con los niños se lo devolvió testamentariamente a ellos, a fundaciones para desvalidos), le alejó asimismo, y no poco, de su obvio talento y de su voz propia, sencilla pero inconfundible, de su tarea poética adulta, que creo en verdad es la que literariamente más importa. Terminada o pospuesta su etapa televisiva (es entonces cuando más la traté, la visitaba en su casa no pocos domingos por la tarde) la propia Gloria se daba cuenta de que debía recuperar su sitio, suyo sin duda, pero evidentemente preterido. Eso intentó con su último libro, Mujer de verso en pecho (1996), que presentó un Camilo José Cela, ya premio Nobel. Estuve en ese acto, con mucha gente. Gloria me hablaba sin tapujos de su intimidad (eso sí, sin nombres) y una tarde me recitó un poemita con el que decía abrir muchas de sus lecturas para sorpresa de los oyentes, que, según ella, debían pensar: «Mira, ya lo dice…». El poemita se titula «Tenta» y dice (creo saberlo de memoria): «Tengo una amiga… / Y se llama Tenta. / Por eso quiero estar/ siempre con Tenta…». Hay mucho de Gloria en tan cortas líneas.

Se puede decir que Gloria Fuertes murió (en 1998, fue una contumaz fumadora) cuando estaba intentando recuperar el camino de su mejor poesía —esta antología muestra buenos ejemplos de ella— que si, evidentemente, nunca perdió por entero, sí quedó unos años, los más aparentemente infantiles, un poco al margen. Gloria había empezado como poeta y ocasional autora de cuentos y novelitas populares en los años cuarenta, después de la brutal experiencia de la guerra civil y con una evidente conciencia de pérdida, que ella juzgó que —hasta cierto punto— debía asumir. El ser lesbiana, hija de familia humilde y con un padre que había sido republicano, marcó mucho como es natural a nuestra autora: nunca dejó de sentirse en lo hondo sola (uno de sus mejores libros, Sola en la sala) y siempre del lado de los humillados y ofendidos y de los perdedores de la clase que fueran. Pero que ella tuviera y cultivara esos sentimientos, no dejó de hacerla (como ya dije) una notable luchadora, que procuraba poner humor a la tristeza. Su primer libro se publica en 1950 y es Isla ignorada. En ese momento Gloria ya ha entrado en contacto con el «postismo» y sus poetas, Chicharro Hijo y especialmente Carlos Edmundo de Ory, esa «vanguardia después de las vanguardias» (que también influyó en Paco Nieva, por ejemplo), que es el difícil intento, pero que al menos consiguió un clima, y un afán transgresor y lúdico, en una España aún muy cerrada donde todo eso parecía casi imposible.Algunos aluden más bien al postismo cuando hablan en Gloria de «toques surrealistas», pues el postismo tampoco ignoraba la herencia surreal. Acaso Gloria Fuertes —amiga de los postistas— no llegara a serlo del todo, pero se aproximó enormemente, porque aquel mundo estaba también en su propio talante.Y por ello durante toda su vida y en casi toda su obra el talante postista es muy visible siempre a la muy singular manera de la propia Gloria. Del mismo modo que sus (digamos) greguerías se titularán Glorierías… El primer gran libro de Gloria —donde están ya su voz y su manera plenamente— es Aconsejo beber hilo (1954), título que no hubiera desdeñado postista ninguno. Se trata, creo, de un libro espléndido que aunque haya sido reeditado no ha sido aún situado cabalmente, en su ironía, su decir a medias, su disparatar ocurrente, y por supuesto su natural tono coloquial, cercano, pero en modo alguno prosaico: coloquialismo no es prosaísmo. No en balde el libro se subtitula —también tiene algo de defensa— Diario de una loca. Poemas esenciales de Gloria están ahí, como: «Era pastor de gatos», «A veces me sucede», «Niño con ganglios» u «Hoy no me atrevo», entre tantos… Versos como «Ya pronto vendrá, / el Juicio Final. / La vida está mala, y va a reventar (…)» o «Es que hay un niño siempre muy triste en mi tabaco», no sólo tienen una inconfundible dicción —acaso lo más difícil para un buen escritor—, sino que poseen mundo y manera. Pues si en Gloria se hilvanaron bien dos modos que parecían asimétricos, fueron aquel postismo irónico y el drama crudo de la poesía social, ella es de los dos y de ninguno porque resulta llamativamente de sí misma: «Soy tan pobre tan pobre, / que no tengo ni labios / que llevarme a la boca. (…) Aunque sólo sea una mirada, / soy tan pobre, tan pobre, / que no tengo una sábana blanca…». Pregunto: ¿Cuántos poetas llegan a tener una voz tan clara e inconfundible? «Desde siempre mi alma cabalgando al revés».

La obra de Gloria siguió suya y adelante: Ni tiro ni veneno ni navaja (1965), Poeta de guardia (1968), Cómo atar los bigotes del tigre (1969) o el ya mentado Sola en la sala (1973). Además muchas antologías y poesías reunidas —muchísimas ediciones— con el título de Obras incompletas (1980), entre otras razones porque, de edición en edición, crecían… Sí, luego empezó la aludida mayor dedicación —o publicidad— de y con lo infantil… Pocos poetas modernos han sido tan leídos y populares como Gloria Fuertes —que llegó a ser hasta personaje de sketches cómicos—, pero pocos poetas también tan incomprendidos, en un afán malo y torpe de que la sabia facilidad le restara prestigio. Es cierto que Gloria no iba de intelectual ni de exquisita (nada más lejos de ella), pero era poeta de verdad, como la copa de un pino. Me contó alguna tarde que ella no había hecho ascos —en los primeros setenta— a ir a leer versos en un pub, mientras los novios hacían manitas y se tomaban un cubata. Yo leía sola, claro y a la luz de un flexo chiquito —me seguía narrando— pero a mí me servían un whisky…». A Gloria parecía no haberle importado el escalafón, sino la vida, y ello la volvía a menudo muy distinta a la mayoría del gremio. En su casa, encima de una mesa baja, Gloria tenía varios cuadernos de tipo escolar, y parece que en ellos escribía a mano casi todo lo que se le ocurría y era muy fértil… Quizás yo llegué a compartir una muy extendida opinión entre poetas que admiraban a Gloria o la respetaban mucho (el mismo Gil de Biedma, por ejemplo) y era que Gloria podía ser personalísima y excelente, pero escribía mucho, demasiado, y a veces los poemas se le quedaban cortos, o eran un mero apunte o se reiteraban. No diría que ello sea mentira. Pero afirmo que lo mejor de Gloria («La Huéspeda» y tantos otros poemas más) es magnífico, personal e inconfundible, cosas que pueden decirse de muy pocos poetas. Muy pocos. Entre sus inéditos —publicados póstumos por su derechohabiente, Luzmaría Jiménez Faro— pocas cosas superan lo conocido, pero siempre merecen la pena aunque sea para hallar un título tan de Gloria como «Ataco con pluma, no con plomo».Y por lo demás si todos los poetas —todos— estamos venturosamente condenados a una antología, podemos estar muy ciertos de que la de Gloria Fuertes no será pequeña… Y lo merece. Este poema, «Post-guerra» fue inédito mientras ella vivió de un libro —editado en 2008— con el título de Se beben la luz. Copio el poema porque de nuevo está entera, como en otros sale su sexualidad —asoma— o su derrota o su muy honda tristeza: «Sobrevivo al horror de ser vendida, / y de ver sangre fuera de las venas. / La casa de mis padres se ha caído, / el amor que tenía se ha inundado, / la juventud que tuve se ha podrido. / Me río y pisoteo las pastillas… / ¿Lo veis? ¡No me he matado! / La Muerte se columpia en una higuera / y esconde su veneno en el colmillo». Tengo la sensación de que el lector estará de acuerdo conmigo: tan sabida Gloria Fuertes y tan nueva… Todo está por decir sobre ella, casi todo o tal parece.

Gloria tenía sobrinos. A uno lo conocí en su casa una tarde, venía del fútbol y pasaba un ratito a ver a su tía. Pero me pareció que sus cosas —acertadamente— no iban por ahí. A su muerte, Gloria dejó parte de su dinero a los niños necesitados y sus derechos de autor y sus archivos, a una amiga casada que los cuidaría, la editora de Torremozas, Luzmaría Jiménez Faro. Una mujer muy cordial que cumplió su cometido. Murió en 2015. Pero una hija sigue su labor y Gloria se lo agradecerá. Esa estupenda Gloria a la que aún debemos seguir descubriendo. Pensemos que cuando falleció Gloria —27 de noviembre de 1998— la TV estatal, que tanto la había querido, espetó muy seria esta vulgaridad: «Ha muerto la autora de Un globo, dos globos, tres globos». Lo dicho.

Autora: Gloria Fuertes. Título: Geografía humana y otros poemas. Editorial: Nórdica. Prólogo: Luis Antonio de Villena. Ilustraciones: Noemí Vilamuza. Venta: Amazon, fnac y Casa del libro

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