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Historia de un poema (2): Mazarrón

El pico del Águila. Fuente: Eltatin, ojodigital.com

Poema: Mazarrón, del libro Antes del mundo (Rialp, 1996. Accésit del Premio Adonais)

Dibujar una casa

El mar de la infancia es aquel en el que entras con toda la ciencia de lo que no sabes y la absoluta confianza de lo que desconoces. Pero es tu mar. Tu playa. Tu orilla. El verano de un muchacho de 18 años es el desafío de una desposesión absoluta. Ni dios ni amo. Tampoco hay responsabilidad ni norma. El mundo está por hacer y uno quiere descubrirlo ya, saber de su secreto cuanto antes. Aquellos veranos largos de Mazarrón empujaban cada día al hedonismo repentino de las horas lisas de playa, de las tardes leyendo en el farallón que llamamos Pico del Águila, de las noches buscando cuerpos cómplices en el jaleo de los bares y en los arenales de Bolnuevo.

Me gustaba el mar con una convicción que era preludio siempre de un deseo brutal. Mazarrón es calentura, un azul hecho de silencio sólido a la hora de la siesta. Mazarrón es un territorio difícil y casi llano desde el pie de la Sierra de las Moreras y hasta la punta de la Azohía. Ese era mi espacio mítico, el palco de mi adolescencia, de mi sed, de mi apetito. Del primer sexo, donde la curación llegaba por la saliva.

En aquel tiempo empezaba ya a caminar fuera de la manada de todos los veranos. Cada vez más furtivo. Más esquivo. Buscaba acomodo bajo el cañizo del bar El Ánfora, que sólo visitaban esteparios a los que echaban un rato de casa y alguna familia irlandesa despendolada de niños color naranja. Ahí me sentaba a leer de cara al mar, por si me revelaba cosas que aún no supiera (los adolescentes lo saben casi todo y luego con la edad lo van olvidando). Aparcaba con un libro bajo el brazo, pedía una horchata y me dejaba leer por las páginas elegidas, como si yo fuese en verdad el libro a descifrar. Cosas de niños.

En Mazarrón descubrí tantas cosas de mí mismo que estuve seis años sin pisar la playa en verano, del susto que daba aquello. Una de esas tardes campanudas en las que escribía en cuartillas con un lápiz, por parecer más antiguo que Homero, comencé este poema que tiene algo de evocación en vivo de lo que aún estaba viviendo. Aquel paisaje seco, a medias entre la naturaleza imposible y el mar verdadero, sigue clavado en mí. El mar es una presencia constante de mi escritura. Sobre todo de los días en que no escribo versos, que son la mayoría. (Aún escribo al arrebato). El mar de Mazarrón es un Mediterráneo de pureza loca. El patrón oro del mar que yo sueño, quizá en el único en que creo, pues ahí está convocada mi infancia.

Esa tarde tenía que decirle aquello que no sabía cómo decir al territorio mítico de tantos entusiasmos. Y de algunas pequeñas decepciones. Estaba trabajando en lo que sospechaba que era un libro. Un libro distinto al que luego fue. Este poema lo tengo presente desde que lo supe rematado. Quizá lo que me gustaría es saber que aún podría sentarme bajo el cañizo de El Ánfora y manchar una cuartilla con el ímpetu de aquel día de agosto. O mejor: tener aún la virginidad y la alegría para poder escribirlo hoy. Como si dibujara mi casa.

 

MAZARRÓN

A Ángel Caffarena

La mer, la mer toujours recomencée…

                                                                                                                                                                 Paul Valéry

Un ojo, tal vez, como una playa muerta. El mar. Como

un labio proclamando su presencia delirante, como una

soledad dulcemente traspasada por la sangre de unos

barcos de ceniza. Así es el mar con su dolor de mar.

Acaso un hombre como un pájaro vacío. Pero es el mar,

la luz sin hemisferios ni memoria, es huir de ti o

detenerse sin medida, hacer de cada piedra un aire, una

estrella, un metal de siempre; besar, sí, besar el cofre

deshojado del invierno, y besar también un hilo de

planeta.

Así es el mar, con mi nombre, y mi cabeza, y mis sienes

improbables donde cantan las esquinas del silencio. El

mar con su vestido atroz y de mercurio, con sus seres

inventando las espumas y sus yeguas encendidas

seguramente azules.

El mar con su leyenda agonizante, con sus túneles

templados del color de muchas manos. El mar como

una infancia de tambores mercenarios. El mar con su

perfil y sus sílabas profundas. El mar con su nostalgia

de viento irremediable, el mismo mar de voz de

cementerio y alas de secreto que te negó mi ausencia.

________

Mazarrón es uno de los poemas de Antonio Lucas incluido en Fuera de sitio. Poesía (1995-2015). Editorial: Visor. Páginas: 368. Edición: papel.

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