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La descacharrante autobiografía de un hombre cualquiera

La descacharrante autobiografía de un hombre cualquiera

Hace varias semanas Félix de Azúa tomó posesión de un asiento en la Real Academia Española de la Lengua. Sirva la ocasión como excusa para reseñar una de sus novelas, Historia de un idiota contada por él mismo.

En 1986 Félix de Azúa publica Historia de un idiota contada por él mismo. O el contenido de la felicidad, la descacharrante autobiografía de un hombre cualquiera. Un hombre con el firme propósito de, a través de la ciencia, analizar el contenido de la felicidad.

En una suerte de memorias, el lector asiste a una absoluta enajenación de la vida sentimental de un desdichado. Como si las relaciones personales se sirvieran de logaritmos, como si la consecución de un flirteo fuera fruto de una derivada matemática.

Por Historia de un idiota contada por él mismo desfilan variados elementos de la cultura popular: grandes clásicos literarios a los que el protagonista se aferra cada vez que pretende entender el amor o las relaciones interpersonales, algunos filósofos y corrientes de pensamiento que le sirven como justificación de un comportamiento infantil y almibarado, u obras cumbre de la cinematografía como supuesto paradigma de la auténtica felicidad.

"Capítulo a capítulo, Azúa irá desgranando cuánta felicidad tiene la sexualidad, la familia, los amigos, el servicio militar…"

Felix de Azúa escribe como un paramilitar de bala certera, con el lenguaje preciso y la adjetivación justa e unívoca consigue el delicado equilibrio entre la novela humorística (e incluso paródica) y la sencilla crónica novelada de una vida anodina. Desde la primera página fluye un gusto por la estética de las palabras, por la sonoridad de cada una de las frases. Narrada en primera persona el personaje deja entrever un atisbo de melancolía pausada.

Capítulo a capítulo, Azúa irá desgranando cuánta felicidad tiene la sexualidad, la familia, los amigos, el servicio militar…

Si bien en su juventud se declara enemigo de la felicidad haciendo incluso apología de Dostoievski, pasa sus primeros años evitando cualquier tipo de felicidad (bailes, meriendas, excursiones) añadiendo a la felicidad un tinte de perversión, convirtiéndola en objeto poseído por el enemigo. 

Tiene el narrador una idea muy desarraigada de la sexualidad pues la ve como un revulsivo ante la vejez y como un espacio creado como motor de esperanza.

No podía ser de otro modo: en este análisis de la vida toca la muerte- un suicidio fallido- como exaltación absoluta, un paso más en la investigación sobre el contenido de la felicidad. No hay arte sin muerte, dice el personaje, cuya idea romántica de la vida le lleva a desear la eternidad como su principal obra maestra. Y en medio de este delirio coge fuerza la ilusión de Dostoievski: volverse loco.

El protagonista llega a expulsarse con este suicidio frustrado de su propia vida, tras una búsqueda constante de un momento único de superación, de brillantez, que llegue a anular todo lo vivido, que estuviere por encima de todo lo anterior, que fuere, per se, el contenido de la felicidad que llevaba tiempo buscando.

Momentos felices tienen que ser eternos o no ser, dice el protagonista que lleva toda su existencia rechazando la caducidad de los instantes de felicidad con la intención de superarlos, de trascender a ellos.

Y tras ese delirio agónico, la preocupación proustiana por el devenir del tiempo. Por los momentos que formaron búsqueda y cuya felicidad es ya imposible de recuperar.

Quédese el lector con la crítica que subyace a toda la narración: la crítica a una sociedad obsesionada por un concepto aspiracional, abstracto y futuro de la felicidad.

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Título: Historia de un idiota contada por él mismo. Autor: Félix de Azúa. Editorial: Anagrama. Páginas: 121. Edición: papel

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