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La pasión múltiple

Como un Miles Davis al que fluyeran las historias por los dedos, la narrativa de Adolfo García Ortega sorprende en cada una de sus entregas. Hay novelistas que escuchan a lo largo de toda su obra una sola voz, sobre la que van haciendo variaciones en cada título. En cambio, se podría situar a Adolfo García Ortega en el lado de aquellos narradores que prestan cuidadosa atención al lenguaje y estructura que habitan en cada universo novelístico. Para él, cada libro es un reto, y en esta ocasión afronta uno especialmente complicado por tratarse de una reescritura, siguiendo la metáfora jazzística, del standard más importante de la historia de Occidente: El Nuevo Testamento, que ya ha gozado de la interpretación de ilustres antepasados como Bulgakov, Miró, Papini, William Wyler, Scorsese o los Monty Python, en diferentes géneros. ¿Se puede buscar, después de tanto, una mirada nueva y una textura estética diferente a la pasión de Cristo? Adolfo García Ortega hace una original demostración de que sí es posible, a través de esta novela que, naciendo de imágenes universales, se desarrolla reconocible e inédita al mismo tiempo.

Hallamos esta duplicidad paradójica a lo largo de todo el texto, comenzando por el que me parece el hallazgo inicial de García Ortega: multiplicar en dos la figura a priori central, la de Yeshuah el Visionario, añadiéndole un coprotagonista heroico e inseparable, Iskariot Yehudá. Se trata, en efecto, de Judas, el más odiado personaje de la historia del cristianismo, audazmente transformado por García Ortega en compañero leal hasta la muerte.

"Adolfo García Ortega ha conseguido dar credibilidad a lo asombroso, carne al mito."

Nos encontramos ante dos personajes que son los dos rostros, los dos matices de luz y sombra de un mismo impulso de rebeldía ante el poder de Roma. Yehudá ejerce la fuerza bruta e ideológica, y Yeshuah desprende la magia de la fe y el magnetismo del iluminado. Éste, sin embargo, es manipulado por su apóstol de más confianza para que acepte el papel de Mesías, un mesías misterioso cuyas palabras son interpretadas siempre por su compañero de pasión, quien se convierte en el intermediario interesado entre el Visionario y el pueblo.

El segundo gran hallazgo de esta novela es el personaje que le da título, un escriba al que Yeshuah le encarga la misión de consignar por escrito los hechos de la revolución naciente, y, que al mismo tiempo, lleva información a sus enemigos, en una doble misión, que le hará debatirse (como suele ocurrir en otros personajes de García Ortega) entre la lealtad y la traición, la fe y el escepticismo, la cercanía y la distancia.

En tercer lugar, una nueva paradoja se origina en el conflicto entre el horizonte de expectativas del lector contemporáneo y el punto de vista que García Ortega ha elegido para su narrador. El escriba cuenta en presente, a través de diversos recursos (testimonios, memorias, cartas) una historia que él sólo puede conocer mientras avanza y que nosotros, sin embargo, conocemos a la perfección en sus puntos claves. Y es en ese cruce entre las noticias que aporta el escriba y el conocimiento previo que tiene el lector sobre la historia sagrada donde se produce el mayor acierto de la novela. Nos topamos con las remotas escenas del Nuevo Testamento, que aquí se presentan en contextos ligera o totalmente diferentes, verosímiles siempre, donde los personajes han intercambiado sus viejos papeles por otros donde se desenvuelven con enorme eficacia y dejando en el lector el feliz extrañamiento que producen las mejores ficciones.

Adolfo García Ortega ha conseguido dar credibilidad a lo asombroso, carne al mito, tres dimensiones al papel biblia, labrando un testimonio trasparente con la misma veracidad y consistencia con la que Flavio Josefo narró, contemporáneamente, Las guerras de los judíos, pero aportando, por supuesto, su propia versión. El manuscrito del escriba sería, en este sentido, el palimpsesto sobre el que luego los evangelistas habrían edificado sus narraciones mitificadas (si, en esta novela, su autor hubiera tenido el detalle de dejarlos con vida).

"Las fronteras se borran porque leemos esta novela sobre el ayer como si hubiera sido escrita mañana."

Asistimos a una historia de enorme violencia, narrada con un lenguaje plástico y lleno de recursos. Estamos en Galilea y en Jerusalén con los cinco sentidos, en medio de una revuelta que, como todas, sabemos que va a acabar en sangre. Mientras leemos los hechos pretendidamente conocidos, en una hábil traslación de los mecanismos políticos de la actualidad, pensamos en el fanatismo y en el yihadismo de hoy, en la bestialidad de las armas, en la inmisericordia del poder cuando se ve cuestionado, y en la necesidad humana de encontrar lo mejor de sí misma en nuestras sociedades en lucha.

¿Hace veinte siglos ahora? Las fronteras se borran porque leemos esta novela sobre el ayer como si hubiera sido escrita mañana. Es nuestra contradictoria naturaleza la que Adolfo García Ortega ha puesto otra vez en acción: revolución y misterio, luz y oscuridad, ansiedad y gracia, rebeldía y revelación, razón y locura, opulencia y sencillez, pero también la extraña divinidad que parece alumbrar a algunos seres humanos. Música laica para una semana santa. Música sacra porque es Literatura.

 Autor: Adolfo García Ortega. Título: El evangelista. Editorial: Galaxia Gutenberg, 2016. VentaAmazon y FNAC

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