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La secuencia de la mantequilla

El pasado 25 de noviembre, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el blog El mundo de Alycia publicó un artículo con el título «Bertolucci confiesa la violación de Maria Schneider». Una de mis amistades de Facebook lo compartió en la red social.

Veo muchas tonterías en Facebook, a las que normalmente no me molesto en dedicar ni dos segundos, pero este titular me llamó la atención porque recientemente había leído un libro de Norman Mailer en el que se extendía bastante sobre la relación entre Brandon y Schneider, dejando bien claro que no hubo sexo real ni atracción física entre ellos ni durante ni después de la filmación de El último tango en París. Mailer murió en 2007 y el libro al que me refiero (The Spooky Art) se publicó en 2003, así que el escritor no vio la entrevista a Bertolucci de 2013 donde confiesa que él y Marlon Brandon le escondieron a Schneider el detalle de la mantequilla.

En Facebook se acompañaba la publicación del artículo con comentarios de furia ante lo que le hicieron a la joven actriz. Lo que me picó la curiosidad y el escepticismo fue la palabra violación. De entrada, no me lo creí, pero procedí a leer el artículo. En él las autoras no se atreven a afirmar que hubo violación sexual, porque no encontraron ninguna prueba de que así fuera; con violación se refieren al hecho de que la engañaron sobre algo que no aparecía en el guion. Sí dicen: «Por lo tanto, abusaron psicológica y, quién sabe si también, físicamente de ella». Adjuntan el vídeo de la entrevista realizada a Bertolucci en 2013 y expresan su asombro de que no tuviera ninguna repercusión y no se penalizara al director y a Marlon Brando. La entrevista es en inglés y las autoras del blog añaden los subtítulos en español, bien traducidos excepto por un par de errores; entre ellos, el director dice que en su profesión hay que ser «libre» (free), y lo traducen como «frío». Bertolucci admite que él y Brandon no le hablaron de la mantequilla a la actriz, algo que se les había ocurrido por la mañana. Confiesa sentirse culpable, aunque no se arrepiente. La palabra violación no se menciona.

Después de leer el artículo y ver el vídeo, pensé: otro ejemplo de gente que no sabe leer ni escuchar, pero no le di más importancia; después de todo, era un blog y lo había visto en Facebook. Lo deseché sin más y ni siquiera me molesté en desmentir el malentendido en el muro de la persona que lo compartió.

"Me inclino a pensar que Bertolucci actuó de esa manera no porque Schneider fuera mujer sino porque era joven e inexperta. No es un caso de machismo sino de edadismo."

Sin embargo, unos días más tarde, otra amistad publicó algo parecido, de nuevo asegurando que a Maria Schneider la habían violado ante las cámaras. Esta vez la sorpresa fue mayor, pues a esta persona la consideraba menos susceptible a los engaños de internet, a juzgar por sus estudios y profesión en el campo de las letras. Decidí volver a investigar sobre el tema y mi sorpresa no hizo más que aumentar al descubrir que en los días (apenas una semana) que habían pasado desde la publicación en El Mundo de Alycia, la noticia se había hecho viral y había llegado a los periódicos. Leí un artículo de la prensa española donde se aseguraba que hubo violación y que así lo afirmó el mismo Bertolucci y hasta la propia Maria Schneider en una entrevista al periódico británico Daily Mail pocos años antes de morir, en 2007. Cuanto más leía más enorme era mi asombro, a pesar de que no es la primera vez que observo un fenómeno de este tipo y conozco el trabajo chapucero de algunos periodistas. Ya había leído las declaraciones de la actriz para el diario inglés, pero volví a repasar el artículo para reconfirmar mis sospechas de que una vez más se malinterpretaban sus palabras. En la entrevista dice, textualmente, que se sintió humillada y «un poco violada» pero insiste en que no hubo sexo real y que la relación entre Brando y ella fue como de padre e hija (él era veintinueve años mayor).

escena de la mantequilla

El escándalo, desenterrado a partir de ese artículo en el blog español, llegó a Hollywood y la prensa anglosajona. El mismo Daily Mail, que había entrevistado a la actriz nueve años antes, afirma en un artículo del mes pasado (diciembre) que el director confiesa que le escondieron la escena de la violación. Varios actores tuitearon su indignación, y todo contribuyó a alimentar más el malentendido. Volví a mirar el vídeo de la entrevista a Bertolucci y continué sin ver por ningún lado en qué momento confiesa que Maria desconocía que iban a grabar una escena de violación. Lo único que admite, insisto, es el añadido de la mantequilla que, según él, se les ocurrió a los dos hombres por la mañana mientras desayunaban; según Maria, la idea fue de Brando y se la comunicaron a ella justo antes de grabar la secuencia. Ella sabía que iban a filmar una escena de violación; eso no fue nuevo.

Mientras que en las redes sociales y prensa española continuaron publicándose artículos que hablaban de violación real —entiéndase, con penetración física—, en los medios de comunicación anglosajones, como en el diario Independent, dijeron que «muchos se han apresurado a puntualizar que Schneider confirmó que la escena de la violación fue simulada y no hubo sexo real entre Brando y ella, lo cual es cierto. Sin embargo, es importante señalar que el concepto de violencia sexual no se limita a la penetración del pene. De hecho, la Organización Mundial de la Salud define la violación como cualquier acto sexual, intento de obtener un acto sexual, comentarios o avances sexuales no deseados, o actos en contra de la sexualidad de una persona por medio de la coerción». El eco del escándalo fue tan grande que por fin en la prensa española se publicaron artículos —copiados y mal traducidos de los anglosajones— aclarando que no hubo violación real y que el problema era haberle escondido la escena a la actriz, lo cual también es una violación.

Tampoco fue eso, y el director italiano se vio obligado a declarar que lo habían entendido mal, que quizá no se había expresado bien en la entrevista de tres años antes y que lo único que le escondieron fue el detalle de la mantequilla. Yo lo entendí así desde la primera vez que vi el vídeo de la entrevista. ¿Alguien más?

Lo que se me antoja más indignante de todo el asunto es que el público en general y los actores y directores de Hollywood que se apresuraron a tuitear sus opiniones no vean donde está el verdadero atropello de esa decisión tomada entre Brando y Bertolucci. Se trata, sencillamente, de un abuso de poder, algo que por lo visto es muy frecuente en Hollywood, como en todos los trabajos. Es decir: el jefe se pasó y la empleada no supo en su momento que la acción era ilegal y podría haberlo denunciado. Tal como declaró ella: «Debería haber llamado a mi agente o hacer que mi abogado viniera al plató, porque no se puede obligar a alguien a hacer algo que no está en el guion, pero yo no lo sabía».

Y me inclino a pensar que Bertolucci actuó de esa manera no porque Schneider fuera mujer sino porque era joven e inexperta. No es un caso de machismo sino de edadismo, término que me acabo de inventar traduciendo del inglés ageism y que significa discriminación por cuestiones de edad. Estas son las palabras condenables de la declaración de Bertolucci: «Quería su reacción como niña, no como actriz» y «Quería que María sintiera, no que actuara su rabia e humillación». ¿Alguien se puede imaginar qué mayor insulto es para una actriz (o actor) que su director no confíe en su habilidad de actuar y por eso la engañe para que no actúe? Yo no soy actriz pero me lo imagino perfectamente, y esa es la razón por la que Maria se enfadó tanto y no lo perdonó jamás.

Los problemas que tuvo después del éxito de la película no fueron consecuencia de la presunta violación, como también se conjeturó. Según sus propias palabras, «Yo quería que se me reconociera como actriz y todo el escándalo y repercusión de la película me volvió un poco loca y tuve una crisis nerviosa […] No me gustaba ser famosa en absoluto y las drogas fueron mi escapatoria». También dijo que estuvo a punto de rechazar el papel, pues tenía otra oferta de protagonista para otra película con Alain Delon, pero su agente le dijo: «Es el papel principal con Marlon Brando. No lo puedes rechazar».

"Dustin Hoffman abofeteó a Meryl Streep durante la filmación de la película Kramer contra Kramer, sorprendiendo a todo el mundo en el plató."

Como ya he dicho, parece ser que el maltrato psicológico en el séptimo arte es algo normal. Y se rumorea que las mujeres son las víctimas principales. En el caso del tango con Bertolucci y sus actores, según Maria, el director los trató mal a los dos, y ellos dos la trataron mal a ella: «Yo era demasiado joven para saber qué estaba pasando. Más tarde Marlon dijo que se sintió manipulado, y él era Marlon Brando, así que te puedes imaginar cómo me sentí yo».

kramer contra kramer

Pero no es este el único caso de abuso de poder y maltrato psicológico en el cine que salió a la luz en 2016. Según Michael Schulman, en la biografía de Meryl Streep publicada en abril Her Again: Becoming Meryl Streep, Dustin Hoffman abofeteó a la actriz durante la filmación de la película Kramer contra Kramer, sorprendiendo a todo el mundo en el plató. La razón: obtener una reacción emotiva verdadera por parte de Meryl Streep. Según Schulman, el director de la película, Robert Benton, «oyó el bofetón y vio a Meryl entrar atropelladamente en el pasillo. Se acabó, pensó. Se acabó la película. Nos va a llevar al Gremio de Actores de Cine. En vez de eso, Meryl continuó actuando la escena. […] Por lo que a ella concernía, podía conjurar el sufrimiento de Joanna sin que la pegaran, pero Dustin había tomado medidas de más. Y todavía no había terminado». Schulman cita al productor, Richard Fishoff, diciendo que Hoffman la provocaba con comentarios sobre el cáncer y la muerte reciente de su pareja John Cazale «usando cosas que conocía de su vida personal y de John para conseguir la respuesta que creía que debía dar en su actuación. Meryl se volvió lívida. Se había pensado bien su parte. Y si Dustin quería usar esas técnicas emocionales, que se las aplicara a él mismo. No a ella. Terminaron y Meryl abandonó el plató hecha una furia».

Hoffman tenía cuarentaiún años y era ya un actor conocido, mientras que Meryl estaba apenas empezando a sus veintinueve años. Los dos ganaron un Oscar por su actuación en Kramer contra Kramer, y Justin Henry, el niño que actuó como hijo de los dos, fue también nominado al Oscar, convirtiéndose en el actor más joven jamás nominado, a los ocho años, pero no lo consiguió y, según Schulman, «se consternó tanto que tuvieron que llamar a Christopher Reeve, una de las pocas estrellas de cine que reconocía, para que lo consolara».

Schulman también relata que a diferencia de la mayoría de películas, en esta se filmaron las escenas en orden para que la historia fuera real para Justin, que entonces aún tenía siete años. «Le decían lo que iba a pasar solo ese día, de manera que pudiera vivirlo en vez de actuarlo, lo cual aparecería inevitablemente falso». Es más, Dustin Hoffman era el único que le indicaba al niño lo que tenía que hacer, para conseguir un lazo de confianza real y fortalecer la unión de padre e hijo que se pretendía llevar a la pantalla. «En su esfuerzo de llenar cada momento con tensión, localizaba la vulnerabilidad particular de su compañero de reparto y la explotaba. […] Antes de filmar una escena seria, Dustin le decía que imaginara que perdía a su perro. Para la horrorosa secuencia en la que Billy se cae de las barras del parque, Justin tenía que estar tumbado en el suelo y llorar, manchado de sangre falsa. Sabiendo que todo el equipo se había encariñado de Justin, Dustin se agachó y le explicó que las familias del cine son temporales y seguramente no volvería a verlos nunca más».

El libro de Michael Schulman es una biografía no autorizada y no he podido encontrar ninguna reacción de los mencionados. Solo un portavoz de Meryl Streep anunció que ella no había contribuido en nada ni lo había leído. Pero de ser cierto lo que relata el periodista, el método de Dustin Hoffman para conseguir emociones verdaderas y no actuadas es tan deplorable y condenable como el de Bernardo Bertolucci. ¿Es una violación? Sí, psicológica. Y no solo a una mujer sino también a un niño de siete años, lo cual me parece aún más grave. Tengo dos hijos de ocho y diez años que acuden a clases de teatro desde hace tres años y desde el primer momento entendieron perfectamente lo que es actuar, y lo hicieron sorprendentemente bien. Recurrir a este tipo de tormento es, en mi opinión, innecesario e insultante para el joven actor. Una vez más, un caso de edadismo.

Termino ya sin poder resistirme a añadir estas palabras que se atribuyen a la propia Meryl Streep y sonrío para mí pensando en la prepotencia de Bertolucci, Hoffman y sin duda muchos otros: «Las mujeres saben actuar mejor que los hombres. ¿Por qué? Porque no tenemos opción. Si convencer con éxito a alguien que es más grande que tú sobre algo que él desconoce es una habilidad de supervivencia, así es como las mujeres han sobrevivido a lo largo de los milenios. Hacer ver no es solo jugar. Hacer ver es una posibilidad imaginada. Fingir o actuar es una habilidad vital muy valiosa, y la usamos todas. A todas horas».

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