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Noches crimeanas

Era costumbre de Holmes y Watson  invitar a cenar una vez al mes en sus habitaciones del 221 B de Baker Street a un par de amigos que tuvieran alguna relación con la literatura. Lo mismo daba que fueran editores, que agentes literarios, que escritores. Lo cual no impedía que a estas cenas acudieran altas personalidades del gobierno. Creo que ya dije en un comentario anterior que no era raro encontrarse en estas veladas hasta con el mismísimo Príncipe de Gales.

Todos venían por mantener una buena conversación, comer excelentemente, beber buenos vinos y charlar sobre todo tipo de novedades que tuvieran que ver con los libros.

En la noche que nos encontramos estaban invitados el escritor Herbert Wells y Alfred Mason, este último pertenecía también, junto con Holmes, a la sociedad denominada El Club de los Crímenes, asociación que tanto había hecho en su día por tratar de desvelar la verdadera identidad de Jack el Destripador, hasta casi lograrlo.

Cuando se celebraban estas cenas, la señora Hudson se esmeraba al máximo con las comidas y más de un invitado trató de sobornarla, con el permiso de Holmes, claro está, para que se empleara en su casa como jefa de cocina, duplicándole el sueldo que le pagaba el detective, pero ella nunca aceptó ninguna oferta.

Aquella noche había preparado Rosbif a la inglesa, con ensalada de berros, Pudding de Yorkshire y  una excelente tarta de manzanas. Al acabar la cena salieron las pipas de los bolsillos y la bolsa de tabaco de Watson circuló libremente por el borde de la mesa.

"Wells era un personaje adelantado a su tiempo y Holmes empezó a sospechar que había encontrado por fin un científico que le construyera la máquina."

El motivo de que aquellas veladas fueran denominadas «Noches Crimeanas» tenía su fundamento en una novela que estaba escribiendo Mason y ese era el nombre del primer capítulo, y todos se complacían en aportar ideas para el desarrollo de los siguientes, sugerencias que él desechaba cariñosamente porque no quería que le contaminaran la trama con inventivas descabelladas. Lo único que sabemos de esa novela era el nombre del primer capítulo, que el tema tenía relación con el asedio de Jartum y que constituía un canto al valor, la amistad,  la fidelidad, y que Alfred ya iba ya por el tercero.

Cuando le tocó el turno a Herbert Wells habló de lo bien que estaba funcionando su novela recién publicada de La máquina del tiempo. Pero era curioso, cuando Herbert hablaba de «su» máquina  lo hacía como si fuera algo real, es decir, como si el invento ya estuviera funcionando a plena satisfacción, es más, hasta se deslizó a decir que el último viaje había sido sumamente instructivo y que el futuro nos deparaba sorpresas muy agradables. Nos relató con la mayor seriedad del mundo que el cinematógrafo había alcanzado una perfección increíble y que hasta había llegado a ver una película, (basada en un libro de Watson), titulada: El sabueso de los Baskerville que se estrenó en Londres el día 13 de abril de 1939 en un cine que no recordaba muy bien si fue el Electric cinema (entonces denominado Imperial Playhouse) o en el Cineworld. Para esmerarse en los detalles, Wells añadió que el famoso Asesino John Christie trabaja como cameraman en el primero.

Basil Rathbone

Añadió que hasta en el patio de butacas llegó a ver a Holmes acompañado de un sujeto alto, delgado y de nariz de halcón a quien el público solicitaba autógrafos. Durante la proyección pudo comprobar que era el mismísimo protagonista.

Holmes, algo mosqueado le preguntó a Wells cómo se llamaba ese famoso actor y la contestación fue que Basil Rathbone.

El detective había conocido a un inglés llamado Edgar Philip Rathbone que participó en la segunda guerra de los Boers y consiguió una mención especial y una condecoración durante la dura contienda. Después fue expulsado de Sudáfrica bajo la acusación de haber trabajado como espía para el Gobierno Británico, pero nunca se pudo demostrar si la acusación era cierta. Actualmente trabajaba en el Foreign Office.

Wells era un personaje adelantado a su tiempo y Holmes empezó a sospechar que había encontrado por fin un científico que le construyera la máquina. El futuro había evolucionado tanto que adonde viajó Edward el 13 de abril de 1939 fue a un cine de Londres para ver El sabueso de los Baskerville y seguramente el actor principal era un pariente  de Edgard Phillip Rathbone y el motivo de que no estuviera Watson junto a Holmes era porque había muerto diez años atrás. Ahora se confirmaban las fechas facilitadas por la hechicera india y por la vieja anciana rusa.

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