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Oriol Malet, ilustrador: “Si decido hacer un libro con monstruos, es inevitable echar mano de las libretas y creaciones de mis hijas para inspirarme”

Oriol Malet, ilustrador: “Si decido hacer un libro con monstruos, es inevitable echar mano de las libretas y creaciones de mis hijas para inspirarme”

El ilustrador Oriol Malet se ha inspirado en su hija Mariona para realizar su primer proyecto en solitario, Mariona y sus monstruos, publicado por la editorial La Galera. Hemos hablado con él sobre este libro.

 

Mariona y sus monstruos es su primer libro en solitario, ¿por qué ha tardado tanto en sacarlo adelante? ¿Tiene algún otro proyecto en el cajón que piense publicar?

Hasta la fecha habré ilustrado más de cuarenta libros, y este es el primero del que soy autor. No lo he hecho hasta la fecha por varios motivos. Al principio de mi carrera sólo hubiera querido publicar mis trabajos de adolescente, pero me era muy difícil vender un proyecto personal: no era conocido en el medio y lo que hacía tampoco debía de tener el nivel o el interés deseado. Así que, como quería vivir de la ilustración, empecé a aceptar encargos de otros autores, ilustrando textos de otros. Cuando llevas varios años trabajando de ese modo te vuelves muy autocrítico con tus propios textos, más cuando eres artista plástico, sentía que mi nivel como dibujante estaba muy por encima de mi nivel como escritor. Por otro lado aunque es cierto que siempre he tenido la libreta repleta de ideas y proyectos personales, no surgían de una necesidad profunda, aunque yo creía que sí. Eso lo sé ahora, que he realizado este libro desde la más absoluta honestidad, y por pura necesidad. Necesitaba hacer algo así de forma íntima. Simplemente ha llegado el momento. Es cierto que este es el primer libro de una nueva etapa profesional, por todo lo que acabo de decir. Mientras hacía este libro sabía que ya no iba a poder dejar de hacerlo en un futuro y de forma periódica. Hay muchos proyectos e ideas esperando hace años.

"Me aceptaron una línea argumental inicial, una organización, un texto…, y cuando empecé, al ver la fuerza que iban cogiendo las ilustraciones, fui cambiando incluso el argumento."

Usted ha creado un libro ilustrado sin texto, pero la fuerza de las ilustraciones, su colorido, y una buena línea narrativa hacen que no se echen de menos las palabras. ¿La concepción del libro fue así desde el primer momento o desechó el texto al ver lo bien que funcionaban las ilustraciones por sí solas?

Deseché el texto en la última fase. Este libro se ha hecho de una forma muy orgánica en el sentido de que ha ido cambiando a medida que iba avanzando con las ilustraciones. Nunca había trabajado así, y tengo que decir que ha sido gracias a la editora, a las editoras, en especial Olga Portella; siempre estuve esperando su mail en el que me mandara a paseo, pero ese mail nunca llegó, al contrario, me han dejado una libertad absoluta y han tenido mucha paciencia, de forma deliberada, me temo. Ha sido como pintar un lienzo en blanco. Cuando pintas un cuadro te enfrentas al blanco y empiezas con mayor o menor planificación. Pero lo importante es que ejecutes con el mínimo de límites posibles, de forma natural y libre, y eso es lo que ha pasado con el libro. Me aceptaron una línea argumental inicial, una organización, un texto…, y cuando empecé, al ver la fuerza que iban cogiendo las ilustraciones, fui cambiando incluso el argumento. No la esencia, al final he contado lo mismo que quería contar en un inicio, pero de forma muy diferente. Como los cambios siempre eran para acercarme cada vez más a lo que realmente yo quería hacer, a una forma de narración que sentía como muy mía, ha funcionado. Uno de los últimos cambios fue eliminar el texto, una vez terminadas las ilustraciones, un día las planteé todas, y vi que sin texto el libro funcionaba igual, que el texto me molestaba, y que incluso ganaba en mi modo de entender su significación, la posible relación con el lector, todo se multiplicaba en muchas direcciones. E hice la prueba del algodón, llamé a Mariona, que no había visto el montaje lineal del libro, y le pedí que me contara lo que veía. Me explicó el libro perfectamente describiendo las imágenes una a una. Estaba leyendo un libro sin saber leer. Brutal.

El libro comienza con una ilustración en líneas negras y apenas un toque de color en la pequeña cabeza de Mariona que asoma por un lateral. En sus ilustraciones por lo general predomina la línea negra, en ocasiones con algo de color aquí y allá según el medio para el que las realice, ¿necesitaba de alguna forma salirse de lo habitual para expresarse con la explosión de colores y manchas que ilustran las páginas de este libro? ¿Con qué se encuentra más cómodo, con el lápiz (grafito o digital) o los pinceles?

Soy un hombre de línea: lápiz, grafito, pincel, plumilla o digital, pero línea. Yo tuve una formación inicial muy mala, me pasé muchos años en los que tan sólo dibujaba, le tenía terror al color. A la vista está que ahora de terror nada de nada, al contrario, pero sigo siendo un loco de la línea y del blanco y negro, creo que tienen un poder único. El color lo suelo utilizar de forma muy premeditada, a veces muy cerebral, simbólica. Siempre lo utilizo para que ayude a la imagen, para que la potencie, nunca para colorear gratuitamente. Si además lo puedo hacer de forma simbólica y que el color ayude a la comprensión de la historia, mucho mejor. Es lo que he hecho aquí. El principio de la historia es sin color, son líneas desnudas. A medida que la historia avanza y se anima, los colores también lo hacen y al final llegas a esa doble página que es una orgía de manchas y colores descontrolados, muy poco académicos (es un dripping de Mariona), con todo lo que ello implica metafóricamente hablando. Luego Mariona acaba castigada, en su habitación, de nuevo el color ha desaparecido, excepto por esas chispas de color que porta su hermana, y que son literalmente eso, esa chispa que por mucho que los adultos queramos apagar, siempre permanece y provoca nuevos incendios creativos.

"Yo salgo castigando a Mariona, algo que, de hecho, nunca o casi nunca hago en mi vida: nunca la he mandado a su habitación, y menos como castigo. Creo que eso no sirve para nada."

Ahí quería llegar, al castigo. ¿No le parece que la recta final del libro puede dar un mensaje equivocado de que hay que cortar la creatividad desenfrenada de los niños? ¿Cuál es el motivo por el que Mariona es reprendida?

¡No! la intención es la contraria. Fíjate que yo la reprendo, pero la continuación del libro viene a decir que ese no es el final, y que por lo tanto el castigo no sirve. En el libro hay mucho sentido del humor, hay sarcasmo, ironía. Me interesaba usarme a mí mismo como el malo de la película, y normalizarlo. Me interesaba aceptar que los padres somos imperfectos, y que hacemos cosas que en realidad si pudiéramos nunca haríamos, es lo bestia de la paternidad. Yo salgo castigando a Mariona, algo que, de hecho, nunca o casi nunca hago en mi vida: nunca la he mandado a su habitación, y menos como castigo. Creo que eso no sirve para nada, puede ser normal, lógico y a veces necesario a corto término que acabemos haciendo cosas así. Pero a largo plazo un castigo nunca sirve para lo que creemos que va a servir, y la mayoría de las veces va a tener el efecto contrario. Lo demuestro con la resolución del libro. Mando a Mariona a su habitación porque ha pintado en las paredes y eso me ha cabreado, sin pararme a pensar la parte positiva de su explosión creativa (cosa que por otro lado da sentido al libro, y encima soy yo el que lo reivindica), pero eso nunca va a evitar que se rodee de nuevo de sus libros, que se encierre en su mundo de monstruos, o que las nuevas generaciones, su hermana, que lo ha estado viendo —aprendiendo— todo, no aparezca por la puerta proponiéndole otra action painting, porque ya hemos visto que de miedo, nada de nada.

Mariona es retratada por su padre con cara de pilla, de traviesa niña inquieta en busca de ideas con las que apaciguar su desenfrenada creatividad. Y esa creatividad encuentra una llamada en los botes de pintura que el padre ha dejado atrás al abandonar el cuarto: botes de pintura, libros sobre pintores y… ¡una pared en blanco! Y a continuación las páginas se llenan de colores, un desbordante estallido de formas y manchas que dan lugar a los monstruos de la pequeña Mariona. Son figuras monstruosamente simpáticas y divertidas, compañeros de juego de una niña en éxtasis. Todo es juego, diversión e imaginación desde el punto de vista de Mariona, de los monstruos y, muy posiblemente, del lector que, seguramente, envidiará no poder participar.

"En casa encuentra todas las herramientas a su alcance para desarrollar su creatividad. Como la expresión gráfico plástica es una rutina en nuestro hogar, forma parte de su entorno natural, ella lo practica también de forma natural a todas horas, y la creatividad brota sin límite."

Mariona no sólo pinta unos monstruos en las paredes sino que crea un mundo monstruoso donde jugar y divertirse. ¿Es así como se ve a los monstruos en su casa? ¿Es posible que usted sea la inspiración para los monstruos de Mariona?

En realidad el libro es una reivindicación de ese mundo interior tan inclasificable y a la vez tan íntimo que todos hemos tenido, y que por desgracia en algún momento todo adulto ha perdido. Cuando crecemos creemos tener la certeza de que hay que olvidarse de cierta forma de entender lo que nos rodea, o de interpretar lo que nos ocurre, nos ponemos límites a nosotros mismos, la misma sociedad nos induce a ello. Pero Mariona está en ese momento en el que lo mezcla todo, no tiene clara la diferencia de cosas como el miedo y la atracción, lo feo y lo bonito no tienen un límite claro, le cuesta discernir entre realidad y no realidad, y en verdad no le importa. Ese momento en que no nos afectaba desconocer el límite de la percepción y que lo vivíamos con toda naturalidad era maravilloso, yo lo recuerdo perfectamente, y lo echo mucho de menos. Era un niño muy fantasioso, y me gustaba serlo. Ahora lo veo en Mariona, y de repente siento la necesidad —y me creo en la obligación— de reflejarlo en un libro, para reivindicarlo, porque creo que se reivindica poco; es eso lo que creo que puedo aportar, y por eso me he decidido a hacerlo. Que sea con el tema de los monstruos también me parece importante, porque hemos llegado a un punto en que hacemos libros para niños con unos conceptos muy prefabricados, con sobredosis de azúcar, de sobreprotección en los conceptos, con una corrección aterradora, con unos estereotipos estéticos que espantan. Mariona disfruta del mismo modo con un universo de princesas que con un universo inquietante, siniestro, y feísta, y eso es maravilloso.

Respecto a la última parte de la pregunta, sí, es muy posible, la retroalimentación es mutua y constante. Trabajo en casa, y sin horario fijo, trabajo cuando mis hijas duermen (de hecho trabajo cuando todo el mundo duerme), o cuando están merodeando por el estudio. Así que ve lo que hago, y pregunta, pregunta mucho, y obviamente yo se lo explico todo. Intento no intervenir nunca en sus dibujos, no le enseño a dibujar, eso me horroriza, y más en esa etapa de aprendizaje. En casa encuentra todas las herramientas a su alcance para desarrollar su creatividad. Como la expresión gráfico plástica es una rutina en nuestro hogar, forma parte de su entorno natural, ella lo practica también de forma natural a todas horas, y la creatividad brota sin límite. Es lo que ocurre con todos los niños a los que se les da esa oportunidad. Y pasa con todas las disciplinas artísticas; algo similar pasa por ejemplo con la música y la danza, su madre es profesora de música y está muy vinculada al baile. Imagínate, mis dos hijas pintan, cantan, bailan y miran libros todo el día. Es lo que ocurre cuando abonas el terreno de algo que en realidad es innato de todo ser humano. A mí me da pavor que llegue un momento en que crea que todo eso no es importante, y puede que llegue, así que hacemos todo lo posible por retrasar ese hipotético momento. Del mismo modo, si de repente decido hacer un libro con monstruos, es inevitable echar mano de las libretas y creaciones de mis hijas para inspirarme, o directamente para usar sus dibujos en el libro, que es lo que he hecho.

Y por último, ¿habrá más colaboraciones entre Mariona y Usted que los lectores podremos disfrutar?

No lo sé, ojalá. Desde luego si siento la necesidad lo haré, y si Mariona quiere y me lo permite sería un placer. Con mi otra hija, Gal·la, estoy obligado ha hacerlo tarde o temprano, porque como crezca y vea que convertí en protagonista a su hermana pero no a ella, me mata. Además Gal·la empieza ya a exhibir unas virtudes muy interesantes que seguro darán lugar a otras ideas.

Y es que aunque para muchos niños —y padres— los monstruos son un problema, Malet nos demuestra que se puede sacar partido de ellos con imaginación y creatividad. Este es un libro ilustrado que además de divertir será de gran ayuda al desarrollo emocional de los más pequeños.

 

Autor: Oriol Malet. Título:  Mariona y sus monstruos. Editorial:  La Galera.  Venta: Amazon

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