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Manuel Ruiz Amezcua

Ofrecemos en este artículo el poema Recuerdo dañado, de Manuel Ruiz Amezcua, publicado en la página 288 de la antología poética Del lado de la vida (1974-2014), prologada por Antonio Muñoz Molina, junto con un comentario del propio poeta.

Recuerdo dañado

(Numancia, 32, hacia 1960)

Ha aparecido un hombre
al fondo de la calle.
Lleva gotas de sangre en la camisa,
el pantalón deshecho,
la cara rota por los arañazos
de alguien que ha huido
y a quien se nombra a gritos.
La sangre crece por el cuerpo
y se derrama sobre un suelo
de piedras y cemento,
de losas casi ocultas por el cieno.
La gente corre.
El hombre se desploma como un muerto.
Las mujeres lloran.
Sus gritos crecen como el fuego.

Desde la puerta de su casa,
el niño que ve la escena
no sabe lo que ve,
pero ya siente como extraño el mundo,
busca a su madre
y tiene miedo de los hombres
porque ha visto a la muerte.

***

Lo que nos persigue, lo que nos ampara

Comentario al poema Recuerdo dañado

Por Manuel Ruiz Amezcua

Siempre nos estamos preguntando por el origen de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son, como nos enseñaron los griegos. Yo también me he preguntado muchas veces por el origen de mis obsesiones, por los temas de mi poesía. Me lo han preguntado los demás mucho también, por si fuera poco. En esta manía por encontrar el principio de todos los orígenes, los humanos nos hemos inventado tantísimas cosas… Nos hemos inventado los dioses, y luego a Dios. Y después a otros dioses más modernos, tan malvados como los antiguos (o más todavía). Necesitamos fundamentos para todo, aunque sean de barro y acaben en nada, como suele ocurrir. Y no sólo buscamos el origen, los fundamentos, sino que también queremos el forro, y los forros, de todo. Y de todos. En poesía ocurre lo mismo, aunque no suele servir de nada. Hay lectores que sólo ven lo que quieren ver y no ven lo que no quieren ver y suele ser más importante lo segundo que lo primero. Las dos cosas tienen mucho que ver con las raíces de cada uno y con las raíces de todos, con la radicalidad de las raíces, de la que tanto hablaron tantos, Ortega entre otros. De ahí viene lo que somos, incluso la elaboración intelectual de todo eso.

"Todos tenemos nuestra Comala particular, nuestro Pedro Páramo, nuestros Cien años de soledad. Y nuestra Odisea, y nuestra Mancha, y tantas cosas más. Y de ahí surge todo"

¿Cuáles son mis orígenes, de dónde vengo yo, de dónde viene mi poesía? ¿De dónde vienen mis temas y sus formas?¿De dónde vienen mis preguntas? ¿De dónde surgió mi mundo poético?¿De dónde viene mi idea de conflicto? ¿Una víctima sólo puede comprender a otra víctima? Una vez más lo visible se explica por lo escondido . Y a veces lo escondido no sale nunca. O sale a medias y no desemboca, como escribió Federico. Todos tenemos nuestra Comala particular, nuestro Pedro Páramo, nuestros Cien años de soledad. Y nuestra Odisea, y nuestra Mancha, y tantas cosas más. Y de ahí surge todo.

Se ha discutido si un escritor tiene que estar o no ligado a una experiencia traumática. O por el miedo o por la obsesión.

Uno escribe siempre para seguir viviendo. Y para mirar a un sitio muy concreto. Para no mirar a otro lado. Para mirar lo que sucede en uno mismo y lo que sucede en todos. La experiencia, la escritura de esa experiencia como testigo, como testimonio de lo vivido. Yo lo vi, dice Goya en uno de sus grabados. Yo también. Poesía de la experiencia, de la verdadera experiencia, no de esa que nos venden con el mismo nombre y responde a todo lo contrario: a imposturas y a catecismos. A los alardes del politiqueo. Frente a la poesía del dominio( que se impone por su exhibición continua) algunos hemos trabajado toda nuestra vida construyendo una poesía que se mantiene en su exposición. Intentando que sea ella misma, la palabra, el soporte de todo. La palabra esencial en el tiempo. Una vez más hoy es siempre todavía.

Del lado de la vida, de Manuel Ruiz AmezcuaEl niño de este poema soy yo y todo lo que ese niño ve lo vi yo y lo sigo viendo a veces, y no me gustaría verlo. Y que nadie lo viera nunca. El niño que a los ocho años huye de lo que ve y busca el consuelo y el amparo de su madre tardó cuarenta y cinco años en convertir en palabras esa escena. Las palabras también consuelan. Y redimen. La poesía duele, pero siempre cura. Hay marcas que no se borran y las palabras nos sirven para convertirlas en un mundo distinto, en un viaje distinto. Un viaje de por vida. Un viaje al fin de la noche buscando la claridad del día.

_________

Autor: Manuel Ruiz Amezcua. Título: Del lado de la vida. Antología poética (1974-2014). Editorial: Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores. Edición: Papel

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