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Queen of the South: Teresa la Texana

Queen of the South: Teresa la Texana

Estreno: 23 de junio de 2016, USA. Drama, 42 minutos por episodio.

Cuando empezaron los rumores sobre una versión en inglés de La Reina del Sur, una de las cosas de las que merecía la pena estar más pendiente, aparte de los nombres que se iban asociando al proyecto, tanto delante como detrás de las cámaras, era el nombre del canal que iba a emitir la teleserie. Durante meses no estuvo claro, y esto en Norteamérica tiene mucha importancia, ya que no es lo mismo que tu propuesta la haga una de las grandes de pago, como HBO, AMC o Showtime, o que acabe en una de las majors en abierto, como CBS, ABC o NBC. Muchas series cambian bastante cuando fichan por una cadena u otra, e incluso las hay que si no funcionan con la «marca» general de una, pasan a otra donde encaje mejor. Al final, después de varias vueltas, la cosa acabó en la cadena USA, lo cual no fue la peor noticia posible, pero tampoco la mejor. USA es un canal cuya producción principal es tan veraniega que al tono de sus series se lo llegó a llamar «blue skies programming», constando sobre todo de policías, abogados o profesionales médicos con gotas de comedia y sin cargar demasiado las tintas en lo verité del asunto, que hace demasiado calor como para calentarse la cabeza aún más. Dentro de que toda ficción se puede considerar como entretenimiento, USA siempre ha echado mucha de esa salsa en particular en sus platos. Sin embargo, una de sus series de 2015, Mr Robot, justo acababa completamente con esa imagen, convirtiéndose en algo muy estimable más allá del ser mero alivio para el calor, así que quizá la nueva Queen of the South reafirmara ese cambio, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los guionistas, Scott Rosenbaum, trabajó para la excelente The Shield en FX.

Y bueno, tras terminar la primera temporada a mediados de septiembre de 2016, la conclusión es que hay de lo bueno y de lo menos bueno. Para empezar, hay que agradecer a la USA que en su propia página web explicara de frente y nada más comenzar que la serie iba a ser muy distinta a la novela original, e incluso haya dedicado un artículo entero a por qué el público interesado debería leer el libro, aunque lo manchan un poco cargando las tintas en lo de llamarla «novela para la playa». También publicaron una entrevista bastante buena con Arturo Pérez-Reverte justo antes del último episodio de esa primera temporada. Centrándonos en la serie, parte de lo menos bueno es que los actores no hablan en español. A pesar de que todos los títulos de los episodios están en castellano (‘Cuarenta minutos’, ‘Estrategia de entrada’, ‘Lirio de los valles’, etc) y de que algún episodio contiene alguna conversación más o menos extensa en español, lo cierto es que la lengua de Cervantes (y la de Élmer Mendoza) brilla por su ausencia, incluso cuando hay personajes mexicanos hablando entre sí. En un mundo donde series de gran calidad, como la Narcos de Netflix, no huyen en absoluto de los subtítulos durante gran parte del metraje, esto es todo un atraso. Incluso aunque Teresa Mendoza esté encarnada por una actriz brasileña (Alice Braga) y Epifanio Vargas por un actor portugués (Joaquim de Almeida), esto no debería ser una excusa: también Wagner Moura es brasileño y habla en español el cien por cien de su papel como Pablo Escobar. Almeida, por cierto, hace aquí su segundo personaje revertiano, tras el marqués de los Alumbres en El maestro de esgrima.

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La trama en sí sigue la pista general de la novela solo en el primer episodio: Teresa Mendoza es una pobre cambiadora de dólares en los mercados negros callejeros de Sinaloa, donde conoce al Güero Dávila, un tipo apuesto que se gana la vida haciendo vuelos en avionetas para los cárteles locales de la droga, y empiezan a vivir juntos. Es una vida arriesgada, sobre todo para él, pero a cambio Teresa nada en la abundancia con el dinero que ganan. Sin embargo, un día la cosa se tuerce, suena el teléfono que era mejor que no sonara, hay una fuga, una captura, un disparo importante y luego más fugas hasta que Teresa acaba el episodio inicial fuera de México por primera vez en su vida. Y a partir de ahí todo cambia respecto a la novela: Teresa nunca viajará a España ayudada por el señor de la droga Epifanio Vargas, sino a Texas. Y este es otro de los cambios que empobrecen la historia: mientras en la novela cuando Teresa llega a España hay un extraordinario «sense of place», como dicen en inglés, y las descripciones de diversos lugares de Andalucía sobresalen en la página, la Texas de la serie aparece un tanto desdibujada, limitándose a naves industriales, moteles de carretera o despachos de oficina que podrían estar rodados en cualquier sitio, lo cual es una pena, viendo lo que Breaking Bad consiguió hacer visualmente por ejemplo con Nuevo México. A esta pérdida de sentido local contribuye también la banda sonora, encargada, de una manera un tanto sorprendente e incongruente, a Giorgio Moroder, el rey de los sintetizadores de los 70 y 80, cuyos dominios son más las discotecas de playa, el pop de Donna Summer o la estética Flashdance. Si lo que se buscaba es un sugerente contraste al estilo de lo que Cliff Martínez ha hecho con sus teclados en The Knick, la cosa aquí no funciona. Tampoco es que todo lo que suene en la serie tengan que ser narcocorridos, pero el tono que acaba dando el conjunto general es el de algo demasiado esterilizado, pasteurizado y al que le falta peligro latino.

Aparte de Teresa están, procedentes de la novela, los sicarios (el Gato Fierros, el Pote Gálvez), el abogado Teo Aljarafe (aquí apuesto tex-mex de frontera en lugar de águila andaluza) y el pez gordo local, Epifanio Vargas, que debido a sus ambiciones políticas y a la necesidad de aparentar en público, deja el manejo de los negocios ilegales en manos de su esposa, Camila (Verónica Falcón), personaje nuevo. También nueva es Brenda (Justina Machado), amiga de Teresa desde los tiempos de la calle, tan choni como ella o más, que compensa el natural tranquilo de la Mendoza con una verborrea continua, y que representa el tipo de morra en que se habría podido convertir Teresa en solo un par de años más: cargada con un crío y con una cortedad de miras que no la permite pasar de la venta callejera de drogas al por menor como única forma de salir adelante. Tenemos así un trío de protagonistas femeninas, a lo que hay que añadir a otra mujer dirigiendo el primer episodio (Charlotte Sieling), con lo cual no es de extrañar que Braga haya dicho en entrevistas que uno de los temas principales de la serie es el «empoderamiento» de la mujer, tómese cada uno la palabra como prefiera. Lo que esto parece querer decir es que Teresa puede tirar de volante y de pistola como un gatillero profesional, porque durante toda la serie hay carreras por la calle, graves accidentes de conducción, cojeras rápidamente curadas, balaceras varias en las que obviamente los malos no dan una, y continuas capturas, rescates y explosiones. Esto es parte del género, supongo, pero al final parece que lo de la igualdad significa que fallarle doce tiros a una tía es tan equitativo como fallárselos a un tío. Teresa, desde luego, aparece convertida en una heroína de acción que lo mismo se infiltra en un sitio, que se escapa de otro, que rescata a alguien, que se zafa de sicarios profesionales una y otra vez, y que además tiene cerebro para jugar sus cartas, sobre todo la famosa libreta negra que le dejó el Güero. Y todo esto en vaqueros y camisa de cuadros. Por una parte, Teresa parece tener un centro moral que la lleva a ayudar más allá de lo razonable a una simple camarera que se ve metida en sus asuntos, por ejemplo, pero por otro lado también es capaz de pegarle cuatro tiros a ciertos personajes sin preguntar mucho.

Braga ha dicho que la historia de Teresa Mendoza comienza como el Walter White de Breaking Bad y va camino de convertirse en Pablo Escobar, y al menos de eso trata en parte la novela original también. En los días anteriores al estreno se vio en Twitter mucho apoyo fan a Kate del Castillo, la Teresa de la telenovela en español emitida por Telemundo en 2011, y que luego ha vivido su culebrón particular con el affair Chapo Guzmán. Braga no la va a hacer olvidar, pero sí que se ha convertido en su propia Teresa con facilidad y sin necesidad de comparaciones. Tras terminar la primera temporada tampoco es que sepamos mucho de ella, la verdad, aparte de lo bien que luce unos taconazos de vértigo, tanto en su imagen actual como en la de esa futura Teresa que ella se imagina, y en la que un día se convertirá, toda carísimo y sencillo vestido impoluto, moño bien tirante y enormes gafas de mosca a lo Victoria Beckham (o Isabel Pantoja, según se prefiera la comparación). Este espejismo de mujer se presenta en los momentos más importantes de su vida a una Teresa más joven, que narra ella misma la acción (se elimina toda la compleja trama del periodista que «escribe» la novela original con lo que va averiguando aquí y allá), y la guía, por así decir, hacia un sueño que alcanzar a base de aprendizaje, agallas y ambición. Es una manera de adaptar la estructura original de la novela, con sus saltos temporales, aunque centrándolo todo en la propia protagonista, que habla para sí misma, sin nadie que la entreviste.

Sin embargo, el personaje que ha tenido más éxito por ahora es, curiosamente (o no tanto), el de Camila, la esposa de Vargas, que es básicamente una Reina del Sur avant la lettre, ya que es ella la que lleva por completo los asuntos sucios de su marido con seriedad, buena presencia y gesto de fiera matrona. La verdad es que Verónica Falcón le ha puesto el listón alto a Alice/Teresa a la hora de encarnar a una futura patrona del narco.

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