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Soñadoras de Merino

Con Musa Décima, su más reciente novela y a no dudar una de las más fascinantes del autor, vuelve Jose María Merino a proporcionarnos un inusitado encuentro con las soñadoras expertas que tanta constancia tienen en su obra, donde algunos personajes históricos parecen más propios de su invención o, en cualquier caso, del compromiso entre la realidad y la imaginación o la vigilia y el sueño.

Suelen ser personajes femeninos y andan por sus siglos con un destino muy atado a las precariedades de la época y, a la vez, con una intensidad inquietantemente actual, como si ese destino no se librara de su carácter alegórico.

Las fábulas que Merino dedica a estos personajes, que parecen tan suyos como los de su estricta propiedad, ponen de relieve muchas de las características más persistentes del mundo de un narrador que se mueve en los pliegues de la fantasía y la realidad, las ensoñaciones y los delirios, a veces hasta los límites de la locura, y siempre con el punto misterioso que hace tan frágil y apasionante la materia de la vida.

"La fantasía parece un buen camino literario para la lucidez."

No hay escritor actual que haya llegado tan lejos en la profundización y actualización de un género, el fantástico, no ya para servirlo, en la herencia de los grandes creadores del mismo, sino para amoldarlo a su imaginación y obsesiones.

La narrativa de Merino está llena de viajeros perdidos, de seres sitiados por los desencuentros de la realidad vidriosa en la que acecha el desasosiego de lo imprevisto, la fatalidad de alguna incomprensión, el lado oscuro que pone en cuestión la claridad velada de lo que somos y sentimos.

Merino encontró a una soñadora experta, allá en los tiempos del reinado de Felipe II, que era reo de sus visiones y alucinaciones, de las predicciones de un futuro distinto, de una Nueva España que colmara ilusiones tan desaforadas como ingenuas. Las visiones de Lucrecia, publicada en 1996, es, si queremos ceñirla al mero género histórico, la más hermosa novela que todavía puede leerse en esas coordenadas, con el añadido de una profundidad simbólica que la enriquece hasta extremos imprevisibles y la hace más apasionante.

El contraste de la Lucrecia víctima de sus sueños, perseguida y requerida en sus delirios, con esa España en tan crucial reinado, da una hondura y significación dramática verdaderamente inquietante. La fantasía parece un buen camino literario para la lucidez, y cuando Merino encuentra a Lucrecia, y asume como suya su desventura y derrota, los hilos de la propia historia reverberan de otro modo, y el lector encuentra esa verdad de la ficción que permite otros recorridos, no por misteriosos menos certeros.

Doña Oliva Sauco, la protagonista de Musa décima no es una soñadora al uso, pero sí experta en sus sueños creativos, autora de una obra destinada a descifrar el alma humana.

A finales del siglo XVI se publica en Madrid su libro Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, todo un tratado sobre los sentimientos, las pasiones, usos de la vida y las costumbres, la medicina para los remedios y el mejor vivir.

"Otra lección merinesca, una reivindicación de la mejor literatura y del patrimonio intelectual y dramático"

¿Dónde podía encontrar Merino a doña Oliva, tan creativa a sus veintipocos años, tan soñadora en sus previsiones curativas de la mente y el cuerpo, y dueña de una insólita sabiduría muy atada al sentido común? La encontró muy cerca, en la biblioteca de su padre, y fue desde entonces un personaje de compañía, que con el tiempo se convertiría en esta deslumbrante protagonista, la musa décima como la llamó con admiración el mismísmo Lope de Vega.

Pero Merino no iba a conformarse con contarnos las vicisitudes de doña Oliva y las bonanzas de su extraordinario libro. Merino es un escritor “merinesco”, lo que quiere decir que siempre va más allá de un mero relato utilitario, que aborda los enigmas desde variadas perspectivas, para hacer más apasionante la lectura, y establecer en la materia narrativa la mirada de la actualidad, el sesgo alegórico o metafórico.

Lo que dice doña Oliva resuena ahora mismo con inquietante premura, como si fuese posible tomar nota de advertencia. El relato es tan extraordinario como emotivo y enriquecedor.

Otra lección “merinesca”, una reivindicación de la mejor literatura y del patrimonio intelectual y dramático de quienes soñaron con mejor o peor fortuna lo que debiéramos ser, lo que pudimos haber sido, lo que nos queda por soñar. Como dice Merino: “La vida es sueño y ahora nos toca estar viviendo el fruto de la pesadilla, estamos viviendo un sueño esperpéntico”.

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