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‘The Corner’: Periodismo, literatura y televisión

‘The Corner’: Periodismo, literatura y televisión

The Corner es una miniserie de seis capítulos sobre un grupo de drogadictos en Baltimore. Y si lo de «Baltimore» y «droga» suena a tema conocido, pues sí, este proyecto es obra de David Simon y Edward Burns, el periodista y policía respectivamente que unos años después crearon Bajo escucha (The Wire), serie centrada en el mismo tema.

De hecho, The Corner es el principal germen de The Wire. En 1993, Simon y Burns pasaron un año entero por las esquinas (de ahí el título) de la ciudad siguiendo la vida de los «dope fiends» o «drogatas» («fiends», pronunciado «finds», significa «monstruos», no confundir con «friends», pronunciado «frends», que significa «amigos»). Cada mañana, tarde y noche, cada uno de ellos hace lo que sea por conseguir el próximo chute, y a eso se limita su labor de cada día. Y cuando ya han vendido o empeñado todo lo que tienen, han agotado todos los favores con familia y amigos, y han robado o estafado a mayor o menor escala, la tarea de encontrar esos nuevos diez dólares para seguir alimentando su adicción es cada vez más dura y lleva a consecuencias más graves.

Ganadora de tres Emmys para miniseries o películas para televisión (Mejor Miniserie o película, Mejor Director, Mejor Guión) y nominada a otro (Mejor Reparto).

La historia se centra en una ex pareja y su hijo de quince años, pero todo lo que vemos (que es lo que ven los protagonistas) aparece manchado por la sombra omnipresente de la droga, que a la vez que significa declive y muerte para quien la consigue, también significa una forma de salir de la pobreza para quien la vende, desde los jefes principales hasta los «corner boys» que sólo están ahí para hacerla cambiar de manos rápidamente y salir corriendo cuando aparece la pasma, procurando que no te pille con ella encima. Y sin perderla o tirarla tampoco, que dado el genio que se gastan los proveedores, a veces no se sabe qué es peor. Salir de casa y empezar a ver vendedores voceando su producto con cara de pocos amigos y compradores arrastrándose como pueden o temblando por el mono es todo uno. Es más, a veces el panorama empieza incluso antes de salir de casa. La droga es el elemento común que une a todos en el barrio: si no la vendes o la compras, conoces a alguien que lo hace (y a veces ambas cosas), o has sufrido robos de yonquis desesperados, o se te ha muerto alguien por su causa, o intentas luchar contra ella desde un club social, o te preocupa cómo van a acabar los críos de tu entorno cuando empiecen a tener que decidir cómo reaccionan ante ella, o estas saliendo o entrando de programas de rehabilitación que sólo funcionan a base de privar a la gente de libertad durante un mes (y esa es la parte fácil). Lo invade todo, y es el único horizonte existente.

Así lo vio el actor Charles S Dutton, uno de esos secundarios cuyo nombre quizá no suene pero cuya cara se reconocerá nada más aparezca en pantalla presentando la serie. Él salió de esos barrios de West Baltimore, y en 1999 volvió para dirigir el proyecto. Cada episodio comienza y acaba de la misma forma: con una entrevista a uno de los personajes, como si estuvieran hablando con el propio Dutton para un documental. En el medio, se ve la vida como fue exactamente ese año de 1993, con tanto realismo como si de verdad se hubiera podido filmar la vida de la familia McCullough y sus conocidos. Todos los personajes son reales, aparecen con sus nombres, apellidos y apodos, hicieron las cosas que salen en la serie, y los que estaban vivos cuando se emitió el resultado en el año 2000 pudieron verse a sí mismos reflejados en ella con todo lujo de detalles, algunos de los cuales no recordaban dado su estado de entonces.

Hay quien ha comparado a esta serie con Ciudad de Dios, pero aparte del tema de la droga y la calle, no se parece en nada, sobre todo formalmente. La serie está rodada sin alharaca alguna, siendo casi un documental mínimamente ensayado. Los actores, espoleados por el hecho de que estaban encarnando a personas vivas pero sin ninguna fama, están perfectos, a pesar de ser desconocidos o secundarios de toda la vida (Khandi Alexander, que hace de la madre, Fran Boyd, podía resultar el rostro más conocido debido al papel de hermana del doctor Benton en Urgencias). Por otra parte, quien haya visto The Wire antes, se llevará la sorpresa y el gusto de ver aparecer a varios actores de dicha serie en The Corner, haciendo papeles completamente distintos en los mismos escenarios en que se desarrollan ambas historias, una ficticia y otra real.

Ninguna de las dos series juzga para nada el tema ni sus personajes, sino que simplemente presenta lo que ve. Reflejando la profesión original de periodista de David Simon, el guion se limita a escoger los acontecimientos que más memorables le parecerían a un espectador (o lector, ya que primero hubo un libro de 560 páginas), y a reflejarlos en pantalla. Dado que es un título poco conocido, no pondré destripes esta vez, pero no hay más que ver incidentes como el chaleco antibalas que encuentra DeAndre, la reacción de alguien que presencia cómo Gary roba un frigorífico a su vecino o cómo sube el precio de un aborto, para darse cuenta de que la realidad supera con mucho a la ficción la mayoría de las veces

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