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«Tierra sin hombres», de Inma Chacón

Inma Chacón

Tierra sin hombres contiene una historia con una carga vital tan brutal que se lee también con el corazón y con las tripas, sintiendo en cada página el latido de los personajes en una Galicia de sufrimiento, pero también de valentía, de supersticiones y silencios, pero también de coraje. De empeño y desgarramientos por los sueños rotos, pero también de amor, de amores inconmensurables, equivocados, torcidos o marcados por destinos implacables.

Es el dolor por la ausencia de unos hombres que simbolizan la emigración de la última parte del siglo XIX y primera del XX. Es la historia del gallego mísero y rural, que se arroja, despojado de todo, a su incierto destierro porque en esa época la supervivencia implicaba con frecuencia la emigración a otras partes de España y Europa, y en América a Argentina y Brasil, y sobre todo a Cuba. Muchos gallegos que estaban empleados en la agricultura, en los años que sufrieron la pérdida de las cosechas les dejaron sin otra alternativa que buscar trabajo fuera de su querido rincón en el que habían nacido. Los naufragios y la emigración son dos importantes fuentes de dolor. Hay un monumento al emigrante en una plaza de Finisterre; es la figura de un gallego que lleva en la mano izquierda una hamaca y en la derecha un maletín, y en su cara una expresión de morriña que es lo que sentirá todo el tiempo que esté lejos de los suyos.

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Emigración gallega a Cuba

Las mujeres de Tierra sin hombres son la pura imagen de las viudas de vivos de Rosalía de Castro, esa gran poeta, precursora junto con Bécquer de la poesía española moderna, que cantó con lágrimas el dolor de su gente, impelida a buscarse la vida allende los mares y que esta novela de Inma Chacón tan certeramente narra.

Escribe Rosalía:

Galicia está probe,
i á Habana me vou…
¡Adiós, adiós, prendas
do meu corazón!”.

Y esos hombres que se embarcan rumbo a La Habana dejan a sus mujeres en el pueblo, como Penélopes homéricas, aunque en Cobas, que es el núcleo geográfico en el que transcurre la mayor parte de la novela, estas penélopes no quedan atadas solo a un telar inmisericorde -aunque la Penélope de Homero lo hacía por razones de fidelidad a Odiseo- sino que trajinan con sus vidas de aquí para allá e incluso, como en el caso de Elisa llegan a prosperar poniendo empeño y coraje al tiempo que dominan con su cuerpo y su pensamiento revolucionados los avatares con que se van encontrando.

Rosalía de Castro, al igual que otras escritoras del XIX, como Cecilia Böhl de Faber -que firmaba con el pseudónimo de Fernán Caballero-, o Emilia Pardo Bazán, se interesaron por retratar la vida de las mujeres de clases populares. Son estas mujeres las que llevan el peso y las riendas de la intendencia doméstica, de los hijos, de la economía familiar, y también las que se quedan a cargo de la transmisión del idioma, de la memoria y del espíritu gallego forjado en la espera. Es la injusticia de la emigración, en un país empobrecido que busca en Cuba el sustento, aunque para eso tengan que vivir una odisea y trabajar, como se ha publicado en algún estudio, “como mano de obra casi esclava en la isla después de la abolición de la esclavitud”.

Tierra sin hombres, de Inma ChacónLa condesa de Pardo Bazán, con el feminismo como bandera, escribió: “En mi país, Galicia, se ve a la mujer encinta o criando, cavar la tierra, segar el maíz y el trigo, pisar el tojo […]. Tan duras labores no levantan protesta alguna entre los profundos teóricos de la escuela de monsieur Proudhomme […] llenos de consternación y santo celo dijeron ´que la mujer no debe salir del hogar, pues su única misión es cumplir los deberes de madre y esposa´. El pobre hogar de la mísera aldeana, escaso de pan y fuego -sigue diciendo Pardo Bazán-, abierto a la intemperie y al agua y al frío, casi siempre está solo. A su dueña la emancipó una emancipadora eterna, sorda e inclemente: la necesidad”.

Esta ausencia de hombres que embarcaban hacia América es la que evidencia la figura de las viudas de vivos, que sufren el dolor del desgarro. En la novela de Inma los hombres que se van, se van, y hasta que no regresen no sabemos nada de ellos, no hay una sola línea que cuente sus peripecias isleñas. El lector no las necesita. Unos vuelven para volver a irse y algunos regresan para morir. “El número de los que vuelven nunca es tan grande como el de los que se van”, escribe Torrente Ballester en Los gozos y las sombras, según nos recuerda Inma antes de empezar la novela en una cita que continúa: “Y no puede decirse que todos los que regresan hayan de ser considerados como personajes. Unos traen dinero, automóvil y una leontina; otros, más modestos, un sombrero de paja y un acordeón; los más, una enfermedad de la que mueren, y todos, todos, el acento cambiado.

En el pueblo vive la figura más relevante y completa de este libro: Elisa, que como viuda de vivo –un oxímoron que le confiere cuerpo literario a la mujer que espera sin esperanza pero con convencimiento–, levanta la tierra, da de mamar a sus hijos y a los hijos de las que no pueden hacerlo, ama con el cuerpo y el alma, educa, sufre, llora y se levanta de nuevo para que no decaiga el edificio que con tanto esfuerzo se ha dedicado a levantar.

Rosalía también se llama la madre de las dos hermanas antagónicas que se reparten el pastel de la novela: Elisa y Sabela. Rosalía también es una viuda de vivo porque su marido, Mateo, tuvo que buscarse la vida en América con lo que el lector se encuentra desde el principio ante el primer drama de esta emigración continua que sufrió Galicia y gran parte de este país.

Como cantó Rosalía de Castro:

Éste vaise i aquél vaise,
e todos, todos se van.
Galicia, sin homes quedas
que te poidan traballar.
Tes, en cambio, orfos e orfas
e campos de soledad,
e nais que non teñen fillos
e fillos que non tén pais.
E tes corazóns que sufren
longas ausencias mortás,
viudas de vivos e mortos
que ninguén consolará.

Es imposible el consuelo. ¿Es posible otra vida? La novela de Inma Chacón no es un canto nostálgico y melancólico sobre la espera, Inma Chacón ha puesto en marcha toda la fuerza de su escritura, su corazón y su cerebro de mujer de su tiempo, con poesía y verdad, con crudeza, con responsabilidad y fe, y con denuncia implícita, y ha escrito Tierra sin hombres, una novela que la sitúa entre las mejores voces de la narrativa actual, y todo esto sin sufrir por ello como Inma ha contado de su hermana Dulce que decía que escribir era sufrir; así que ella llegó a pensar: “pues debe ser que no lo estoy haciendo bien porque yo no sufro nada”. Y no solo no sufre sino que disfruta, y eso se nota al leerla.

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El Centro gallego de La Habana

BIBLIOGRAFÍA

La princesa india, novela, Alfaguara, 2005; Alas, poemas, Ellago, 2006; Urdimbres, poemas, Ellago, 2007; Las filipinianas, Alfaguara, 2007; Nick, novela juvenil, La Galera, 2011; Antología de la herida, poemas, musaalas9, 2011; Arcanos, poemasLibros del aire, 2011; Tiempo de arena, novela, Finalista Premio Planeta, 2011; Mientras pueda pensarte, novela, Planeta, 2013; Tierra sin hombres, novela, Planeta, 2016; El laberinto y la urdimbre, teatro, Erice, 2015; Las Cervantas, ediciones Antígona, 2016, obra de teatro escrita a cuatro manos con José Ramón Fernández.

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