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Una mirada inconfundible. Juan Gómez-Jurado

Es la tercera vez que la veo esta semana. Primero fue en la cola del supermercado, donde ella no dejaba de mirar hacia la puerta. Ayer, en el rellano de la escalera, donde la vi estremecerse de miedo cuando escuchó mis pasos tras ella. Esta misma mañana, cuando llegó el del gas a mirar los contadores y ella no abrió hasta que yo lo hice.

Tiene miedo. No confía en ningún hombre. Tampoco en sí misma, no cree que pueda ser feliz de nuevo. No confía en mí, por supuesto. Lo noto en cómo su mirada resbala y se desploma cuando se cruza con la mía.

Sé por lo que está pasando. Sé qué clase de persona es. El dolor es una manta cálida que protege contra la incertidumbre de un universo infinito. Por eso la atrapó un hijo de la gran puta. Por eso ella quiso que la atrapase. Porque creía que nunca sería feliz de otra forma. Y de pronto un día dijo basta. No sé qué le hizo cambiar. No sé de dónde sacó las fuerzas. Lo que sé es que le están fallando. La siento al otro lado de la pared, mirando el móvil que no para de sonar. Porque él no deja de llamarla. A cualquier hora del día o de la noche. Ayer conté más de treinta veces. Ella no descuelga el teléfono nunca. Pero sé que necesita cogerlo. Que se siente sola, llena de miedo.

"La siento al otro lado de la pared, mirando el móvil que no para de sonar. Porque él no deja de llamarla. A cualquier hora del día o de la noche. Ayer conté más de treinta veces."

Antes o después, cederá. Si no, habría cambiado de teléfono. Habría bloqueado su número y le habría denunciado. Pero no lo ha hecho. Así que cederá, cuando la ansiedad y la incertidumbre, cuando la soledad y el miedo puedan con ella. Mejor una bofetada que vivir mirando por encima del hombro a ver si me pilla. Mejor un diente roto que un cuchillo en las tripas. Mejor vivir bajo su pie, asfixiada, que aquí fuera, donde el exceso de aire me aterroriza.

Cederá. Esta noche, como muy tarde. Reconozco los síntomas. Cada vez tarda más en silenciar el móvil. Está a punto de contestar. Y cuando vuelva a escuchar su voz, todo empezará de nuevo.

Por eso me levanto y llamo a su timbre. Le digo quién soy a través de la puerta. Cuando abre, con la cadena puesta, le enseño las marcas en los brazos donde él me apagaba los cigarros. Le muestro cómo mi mandíbula no termina de encajar bien desde que él me la rompió. Le digo que todo eso pasó hace mucho tiempo. Que logré dejarlo atrás y ser feliz. Que puedo contarle cómo.

Ella cierra la puerta, sin responder. Es demasiado tarde. La he perdido, he fracasado.

Entonces oigo correrse la cadena, veo abrirse la puerta y sé que un hijo de la gran puta dormirá solo esta noche.

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Historias de superación en ZendaEl 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Como actividad paralela al concurso en marcha de #historiasdesuperación, patrocinado por Iberdrola, esta semana cinco escritores, Juan Gómez-Jurado, Lorenzo Silva, Espido Freire, Paloma Sánchez-Garnica y Agustín Fernández Mallo, participan en Zenda escribiendo historias de superación. 

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