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Una novelista como la copa de un pino

Una novelista como la copa de un pino

Y una novela escrita de dentro a fuera. Cómo no, en primera persona. Se llama La hija del comunista, y la autora Aroa Moreno. Más exactamente, Aroa Moreno Durán. Lo digo para no confundirla con la starlette también llamada Aroa Moreno, a secas, que te apabulla en sangúguel cuando quieres saber más de esta misteriosa novelista. Viene a cuento lo de «misteriosa» porque no sólo no había oído hablar de ella, sino que las referencias que proporciona el buscador de buscadores son ínfimas.

Di por casualidad con un ejemplar de su novela, excelente portada, en el curso de una razzia por los estantes de una librería en la que aterricé también por casualidad. Tras dudar, «qué demonios será esto», me terminé llevando La hija del comunista entre otros cinco o seis libros de diferentes temas y en veinticuatro horas, sin darme cuenta, me lo había merendado. Lo más sorprendente del asunto es que me conmovió, a mí, que no me conmueven ni los gatitos del face. El prodigio se logró sin alardes, alharacas ni expresionismos patéticos. Sin melodrama. Sin gritos ni tonterías. Sin apelar al sentimentalismo ni mendigar mi compasión. Sin pretenderlo. Con una pasmosa, digamos, naturalidad. Y, huelga decirlo, con una prosa first level, no por hermosa, sino por eficaz. Concisa, densa e intensa, Aroa Moreno Durán nombra el universo físico y también el afectivo con la precisión envidiable de quien sabe ir al grano: con poderío de gran narrador.

Sin perderse.

Aclaro, por si acaso, que Aroa Moreno Durán NO es La hija del comunista. No estamos ante un relato autobiográfico ni memorialista, sino ante una auténtica creación inspirada por el conocimiento profesional que la autora, periodista, tiene de los descendientes de los exiliados españoles del 36, según ha explicado en alguna entrevista.

"Muros hechos siempre de prejuicios, estereotipos y lugares comunes que agarrotan, envilecen y cercan al que no huye en busca de nuevos horizontes, siquiera sea a lomos de libros."

La protagonista de La hija del comunista es alemana con apellidos españoles; nació en la extinta RDA, en Berlín, y creció muy cerca del muro, ese muro. Y pese a tan exótica biografía, sus sentimientos y vivencias son también los del lector, que termina por comprender que todos, si a ello vamos, crecemos a la orilla de algún muro, el que sea. Quizá un muro de pasión, tal vez de odio o puede que de clase social. Muros hechos siempre de prejuicios, estereotipos y lugares comunes que agarrotan, envilecen y cercan al que no huye en busca de nuevos horizontes, siquiera sea a lomos de libros: a lomos de libros inteligentes como La hija del comunista.

La mencionada protagonista habla perfectamente español, pero nunca ha tenido ocasión de ejercer más que con sus padres, españoles en el exilio; un día se descubre hablando español fuera del contexto familiar y se sorprende. Para ella el español es habla del corazón, habla del recuerdo, la confidencia y los sentimientos. Y en español, la hija del comunista del título redacta la memoria íntima de su vida, que arranca tras la segunda guerra mundial y concluye tras la caída del muro, cuarenta años después… si es que realmente cayó. ¿Cayó el muro porque lo diga quien tiene el poder de decirlo? ¿Son capaces El Poder, El Estado o La Tribu de definir y decidir La Realidad? ¿Dónde anida la tan cacareada Realidad? ¿Cayó realmente el muro? La protagonista-narradora no plantea explícitamente la cuestión, pero el lector ve planear en propia su cabecita la respuesta. Gran prodigio éste de contar sin mencionar y que Dios sólo concede a los buenos.

Me quito el cráneo, Moreno.

De manera especial me ha llamado la atención la limpieza con que aparecen engarzados, sin puntos de sutura, los tres universos que a lo largo de la novela desfilan ante este lector, estupefacto por la aparente facilidad de que hace gala el autor. Uno grande y lejano, histórico, vamos a decir; otro menudo y cercano que bien podemos llamar cotidiano y que es externo, como el primero, y un tercero íntimo e interior que proyecta una mirada desnuda sobre los otros dos y los amalgama en uno solo, único, personal y subjetivo, que define a la protagonista y la retrata.

"La hija del comunista es un descubrimiento, carísimos hermanos en Zenda, que merece lectores. Así pues, ¿a qué estáis esperando?"

Decía García Márquez que los que escribimos leemos a los demás para averiguar cómo lo hacen. Quizá sea eso. Puedo asegurar que aquí no hay nada que averiguar. No hay saberes de avezado profesional, habilidades de oficio, juego de géneros, literatura de mujeres. Nada. Unas simples memorias apócrifas, como el Lazarillo o La isla del Tesoro, aderezadas con el único condimento que da sentido a unas memorias: verdad. Tanta que es como si autor y novela no existieran y la protagonista hablase verdaderamente al lector de corazón a corazón, confesándose. Pasó esto, pasó esto otro y después lo de más allá. Lo cual es más complicado de lo que parece cuando el relato implica no uno, sino tres universos distintos.

En fin: gran literatura.

La hija del comunista es un descubrimiento, carísimos hermanos en Zenda, que merece lectores. Así pues, ¿a qué estáis esperando? Ya contaréis qué os ha parecido. Las opiniones son como el culo, todo el mundo tiene, incluso yo, y nada me agradaría más que contrastar el mío con el vuestro.

Podéis ir en paz.

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Autora: Aroa Moreno Durán. Título: La hija del comunista. Editorial: Editorial Caballo de Troya (Penguin Random House). Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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