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Viviendo la Tierra Media con la Sociedad Tolkien Española

Viviendo la Tierra Media con la Sociedad Tolkien Española

En 1991, con motivo del próximo centenario del nacimiento de JRR Tolkien, se fundó en Elche la Sociedad Tolkien Española, con el objeto de agrupar a los admiradores en España del creador de (entre otras cosas) la Tierra Media. En aquellos días anteriores a internet, la noticia se dio a conocer en fanzines y revistas del género fantástico, y antes de acabar el año ya había otro grupo en Barcelona. Siguieron Córdoba, Granada, Zaragoza y otras varias ciudades hasta los dieciséis «smials» (como se los llama en recuerdo de los agujeros donde viven los hobbits) que existen actualmente, cada uno llamado con nombres de lugares de la Tierra Media, como Imladris (Valladolid), Lórien (Barcelona), o Númenor (Madrid) incluyendo uno denominado «Montaraz» para aquellos sin agujero hobbit donde meterse. Desde entonces, y con un gran impulso recibido tras el auge de internet y el estreno de las películas sobre El Señor de los Anillos hechas por Peter Jackson a principios de milenio, la STE ha continuado sin descanso su trabajo de difusión e investigación sobre la obra de Tolkien, desde la literatura, la mitología, la lingüística, la filología, la pintura, la ilustración, la música, los juegos, el teatro, la artesanía y los cursos universitarios, entre otras actividades. Cada trimestre edita la revista Estel y cada año convoca los premios Gandalf de relato, Aelfwine de ensayo, Bilbo de microrrelato y Niggle de artesanía.

También, y como lo laborioso no quita lo divertido, cada cierto tiempo hay reuniones (llamadas «merith», «mereth» en singular, en la lengua élfica que inventó Tolkien) que van más allá de unos simples vinos en la taberna de la esquina. Muchas son quedadas de fin de semana entero con multitud de actividades, cenas y por supuesto frikismo a tope y a mucha honra. A la más importante de cada año se la llama «Mereth Aderthad» o «EstelCon», y en la última, hecha en Khazad-dûm, provincia de Zaragoza, en diciembre de 2016, hubo lecturas de cuentos, Trivial Orco, partidas de rol, conferencias sobre la guerra o la gastronomía en la Tierra Media, o sobre los ecos quijotescos en Tolkien, talleres de baile o de creación de objetos de estilo élfico, e incluso estudios comparativos con otros mundos fantásticos como los de La historia interminable o Doctor Who. Entre las últimas citas ha estado la muestra Mas allá de Tolkien, exposición en Mallorca en marzo y una «mereth» a finales de abril en Cercedilla. Entre las próximas, un fin de semana en el castillo de Miravet (Tarragona) a finales de mayo, y otra «mereth» en Tortosa a mediados de octubre. Hacerse socio de la STE cuesta entre 12 y 42 euros al año, dependiendo del tipo de membresía.

Una de las últimas incorporaciones a las actividades de la STE es el podcast Regreso a Hobbiton, presentado por Elia Cañada (alias Elia Martell, alias Míriel), que va por su tercera temporada, superada ya la veintena de entregas de más de dos horas de duración cada una. En ellos se tratan temas como los valores, la magia, la subcreación, la muerte o la mujer en la obra de Tolkien, o las comparaciones de la Tierra Media con el Poniente de Juego de tronos, las galaxias de Star Wars o La Mancha de don Quijote. También se habla de otras obras de Tolkien, de su conexión española (investigación propia de un ilicitano miembro de la STE, que ha merecido su traducción al inglés para codearse con lo más granado de la investigación tolkieniana internacional) o de los varios pueblos y criaturas en su obra, y de sus influencias. Hay incluso un podcast grabado en directo durante una de las «merith», la de Alicante en 2015, que puede ayudar a los novatos a ponerse en situación. Además, el podcast contiene un curso de idiomas de la Tierra Media en varias entregas, lecturas de los pasajes más memorables de la obra de Tolkien y otras noticias sobre juegos de mesa o videoconsolas basados en sus libros.

Según comenta la propia Elia, «yo llegué al mundo del podcasting de la mano del genial Antonio Runa (es mi Gandalf y a él le debo todo), y empecé como colaboradora en La Órbita de Endor, programa que él dirige. Me enganchó muchísimo y me di cuenta de que era un método de difusión estupendo, así que me dije, «¿por qué no hacer un podcast sobre Tolkien?». Sobre esa temática no hay (que yo sepa) ningún podcast en castellano en exclusiva, y en la Sociedad Tolkien Española (de la que soy miembro hace más de diez años) tenemos conocimientos y personas de sobra como para hacer un podcast interesante. Así que se lo propuse a la Comisión Permanente, y en seguida contacté con varios compañeros dispuestos a participar en el proyecto. En febrero de 2015 lanzamos nuestro primer programa, y el resto ya es historia». Y todo esto sin tener ningún tipo de formación en periodismo o radio. «En absoluto. Me ha gustado escribir desde siempre, pero ha sido un hobby más que otra cosa. Como he dicho antes, todo lo he aprendido de otros, como por ejemplo Podcast de Hielo y Fuego, programa que también recomiendo. Como directora, mi parte favorita es la parte principal del programa, que me permite tratar con muchos colaboradores distintos y profundizar en diversos aspectos de la obra de Tolkien, pero como oyente diría sin duda que La sala de los cuentos. La voz de María José es única, y tiene una habilidad mágica para llevarte a la Tierra Media. En cuanto al recuerdo, jamás olvidaré el haber tenido el privilegio de poder entrevistar a Tom Shippey, que además de ser un gran conocedor de Tolkien, es un hombre encantador. En total, diría que cada entrega nos lleva unas diez horas, entre pensar los temas, contactar con los colaboradores, estudiar la materia, grabar y editar. Creo que el primero que hicimos, La magia en El Señor de los Anillos es perfecto para empezar si alguien no nos ha escuchado nunca antes. Por desgracia es el que peor sonido tiene, porque estábamos empezando». ¿Y cómo de difícil te va a resultar continuar ahora que eres madre? «Pues los comienzos de la maternidad han sido muy exigentes, ¿para qué mentir? Pero por suerte tengo un equipo estupendo que se ha volcado y me está ayudando mucho, ocupándose de tareas que puedo delegar porque no necesitan de mi voz. Y también cuento con el apoyo incondicional de mi marido, que se ocupa de la niña cuando tengo que grabar. Siempre cuento con él a la hora de organizar las grabaciones para asegurarme de que está libre y puede cubrirme. Es mi Superman personal». ¿Alguna anécdota relacionada con el podcast? «Nunca olvidaré una ocasión en que el programa de grabación dejó de funcionar de repente sin que yo me diese cuenta, y tuve que volver a quedar con todos los colaboradores para volver a grabar la mesa redonda sobre los orcos. ¡La tecnología es un esbirro más de Sauron!»

Hablando con varios componentes de la Sociedad, se ve que no hay un «retrato robot» del «tolkiendili» típico. Elia «Míriel», por ejemplo, es analista financiero en Madrid, Rubén «Balin» es consultor informático en Barcelona, Paula «Erendis» es documentalista y Mónica «Findûriel» es filóloga. Carlos «Denethor II» es profesor universitario en Granada. Miembro desde 2000, ha publicado artículos en revistas científicas, participa en el podcast con sus excelentes y documentados dossiers, además de haber sido jurado de los premios un par de veces. Josu «Eleder» es lingüista computacional, presidente del «smial» de Madrid Sur, lleva los cursillos de lenguas tolkienianas en el podcast, y es capaz de traducir al élfico casi cualquier cosa. Balin es «presidente de la Comisión de Juegos, me encargo de la convocatoria y gestión de los premios de ensayo, así como los contenidos digitales de la asociación y colaboro en el boletín informativo». Findûriel «hasta hace poco era miembro de la Comisión Permanente. Actualmente soy presidenta del Smial de Imladris (delegación en Valladolid de la STE) y moderadora del grupo de Facebook». Erendis es «miembro de la actual Comisión Permanente, vocal de difusión para ser más exactos, encargándome sobre todo de Twitter e Instagram. También colaboro con el podcast llevando sus redes sociales y participando en algunos de sus programas».

La primera vez que Balin fue consciente de la existencia de Tolkien fue «a través de la revista de El Círculo de Lectores, con 8 años. Mi madre me la daba para que eligiera un libro (yo era el principal lector de la casa), y un día me fijé en uno llamado El Señor de los Anillos. Unos días antes en el colegio habíamos hecho un ejercicio en clase de Lengua, y el tema (no recuerdo si eran los adjetivos o los adverbios) tenía un fragmento de El retorno del rey. Até cabos y pedí el libro. Pero entre mi madre y la encargada del Círculo de Lectores consideraron que un libro de 1200 páginas para un niño de 8 años igual era excesivo y un poco prematuro, y me dijeron que esperara un poco y terminara todos los que tenía pendientes de leer. Y me olvidé completamente de él. Al final lo acabé leyendo con 12 años, después de que un amigo de clase me lo recomendara». Elia no conoció la Tierra Media hasta que llegaron las películas de Peter Jackson. «Hasta entonces, nadie me había hablado jamás de ese libro ni me lo había recomendado. Yo vivía en la ignorancia total. Cuando vi la primera película, me enamoró totalmente y me leí todo lo que encontré. Después entré en la STE, y descubrí que había muchísima gente que compartía mi afición, y que además existía un lugar donde aprender más y divertirse mucho. Así que podríamos decir que empecé tarde, ¡pero cogí carrerilla!». Findûriel comenzó «con la lectura accidental de El hobbit a los nueve años de edad. Digo «accidental» porque fue un libro que tomé de las estanterías de mi hermano mayor. Su lectura me llevó al resto de la obra de Tolkien con los años». A Erendis, «cuando tenía 16 años una amiga, a la que no le gusta mucho leer, me lo recomendó, y pensé que si a ella le encantaba, a mí, que soy un poco ratón de biblioteca, fijo que me apasionaba… y no me equivoqué». Para Eleder también tuvo algo que ver el Círculo de Lectores, «que te obligaba a comprar un par de libros por mes de su catálogo. A veces eso te hacía comprar cosas que no te interesaban demasiado, o arriesgarte sin tener muy claro lo que comprabas. Ya leíamos algo de fantasía por esa época (mi madre es muy fan del género) y nos encontramos la publicidad de un libro sobre una especie de enanos, que en principio no nos llamó demasiado la atención, pero teníamos que comprar algo… y de pronto vimos que su protagonista se llamaba «Bilbo». «¡Anda, como Bilbao en euskera!» (somos de allí). Así que cayó». Carlos, el mayor de los seis, recuerda: «Leí El Señor de los Anillos con 15 años, en torno a 1986. La ambición y dimensión de la historia y la osadía del autor al inventar todo un nuevo mundo me impresionaron, pero no diría que quedara definitivamente cautivado por Tolkien. Fue más tarde, cuando leí la obra en inglés, cuando quedé rendido para siempre, pero no fue sólo por la diferencia en las sensaciones entre leer la obra en una traducción o en su lengua original, que también, sino que extrañamente fue principalmente a raíz de leer los apéndices, que no estaban incluidos en la traducción al español que yo había leído. Aquellas largas listas de reyes y senescales, la historia de la caída del reino de Arnor, la crónica de la amistad de Gondor y Rohan, ¡Los apéndices lingüísticos…! Todo ello me hizo ver que aquella osadía de inventar un nuevo mundo no era un farol, sino que Tolkien de verdad había llevado su compromiso con la Tierra Media hasta el límite de desarrollar una trama que iba mucho más allá de lo que era necesario para mantener la coherencia interna de su novela. Hasta entonces no había visto semejante amor por un mundo subcreado, y debo decir que no he vuelto a encontrar algo igual. Por mi parte, no he podido sino devolver al autor y a su obra un fragmento del amor y pasión que él invirtió al regalárnosla».

Sorprendentemente, hay una gran variedad de respuestas a la pregunta sobre cuál es el libro de Tolkien favorito de cada uno. Findûriel dice que «como te dirán todos, es muy complicado elegir sólo uno. Para mí es El hobbit. No sólo porque fue el primero suyo que leí, sino porque cada vez que lo leo me transporta a esa primera vez. Por eso me hice coleccionista de ejemplares». Elia es rotunda: «El Silmarillion, sin duda. O lo amas, o lo odias, en mi caso es lo primero». Para Erendis «es muy difícil escoger uno, pero supongo que si hay que reducir, El Silmarillion me apasiona por todas las historias que contiene, por la amplitud del mundo y el cuidado en la capacidad de entrelazarlo todo de una manera tan perfecta pese a estar inacabado. También diría El herrero de Wootton Mayor, por todo lo que es, por el mensaje tan maravilloso, triste pero esperanzador a la vez que lleva». A Balin también le gustaría «romper una lanza a favor de las «obras menores» de Tolkien, y Egidio el Granjero de Ham es una obra breve de fantasía medieval bastante poco conocida, pero muy divertida. No hay elfos, enanos ni anillos de poder, pero hay un dragón, gigantes, espadas mágicas y caballeros. Y el protagonista es la definición del antihéroe por excelencia». Carlos opta «entonces, ahora y siempre, por El Señor de los Anillos. Disfruto de la frescura de El hobbit y de la originalidad de El Silmarillion, pero por profundidad, por género, por consistencia, considero que El Señor de los Anillos es la obra maestra de Tolkien y la razón por la que será recordado y leído años después de que yo ya no esté en la Tierra. Para Eleder «esta es una pregunta muy del estilo «¿a quién quieres más, a tu padre o a tu madre?». Cada libro tiene su cosa. El Silmarillion te transporta a un mundo absolutamente fascinante, aunque al no haber sido terminado por Tolkien, su calidad literaria no es tan alta. El hobbit, como obra con menores pretensiones, es quizás su libro más redondo. Pero El Señor de los Anillos es algo fascinante, tanto por la riqueza de su lenguaje como por la manera de construir la trama, sus personajes, y los valores que desprende».

Sobre las seis películas hechas por Peter Jackson sobre El Señor de los Anillos y El hobbit, Balin dice: «Cualquier adaptación de la obra de Tolkien a cualquier medio me parece algo a respetar, y como mínimo merece la pena acercarse a ella. Como películas de aventuras y fantasía en sí mismas me gustan bastante, si bien hay detalles concretos y muy puntuales sobre la adaptación que me gustaría que se hubieran hecho de otro modo. Pero el conjunto es muy sobresaliente». Para Erendis, «las de ESDLA me gustaron bastante. Aún las veo y me emociono. Por supuesto que tienen fallos, pero hay cosas muy logradas y momentos calcados. Las de El hobbit son otro cantar. No he visto la tercera de lo mala que me pareció la segunda, y eso que la primera tenía cosas geniales (los enanos recogiendo la mesa en casa de Bilbo, la canción de «más allá de frías montañas»…). Eleder opina que «me causaron una gran impresión visual. Creo que son un digno intento de adaptación de la obra de Tolkien. Como muchos, me sobran bastantes escenas y me faltan otras, y creo que el tratamiento a algunos de los personajes es bastante ridículo (por ejemplo el de Gimli), pero tengo que decir que me dieron muy grata impresión cuando las vi y han mantenido esa impresión con el tiempo. Se tardará mucho en poder hacer una adaptación mejor». Elia no puede «más que estar agradecida. Gracias a su labor descubrí a Tolkien, y las películas, incluso con sus pequeños defectos, me encantan». Carlos dice que «podría decir mucho al respecto. Mi opinión general es que Jackson acertó en todo en lo que se mantuvo fiel al libro e incluyó muchos cambios innecesarios que a mi modo de ver pervierten el espíritu del libro. No soy de los que se quejan por la desaparición de Tom Bombadil o Glorfindel, por la aparición de los Muertos de Erech en la batalla de los Campos del Pelennor o de los elfos en el Abismo de Helm. Creo que son decisiones comprensibles al pasar del lenguaje escrito al lenguaje cinematográfico y no contradicen lo básico del libro. Mis quejas se refieren a cambios que no son coherentes con los personajes tal y como aparecen en el libro, como el momento en el que Sam abandona a Frodo, la negativa de Théoden a ayudar a Gondor, la estúpida orden de Denethor a Faramir de cargar a caballo contra una ciudad o su renuencia a llamar a los Rohirrim en su ayuda. La resistencia de Aragorn a reclamar el trono de Gondor, la tortura de Gollum a manos de los hombres de Faramir, el modo casual en que Merry y Pippin se unen a Frodo y Sam cuando abandonan la Comarca… Tristemente podía seguir añadiendo variaciones enojosas a esta lista. Son todos cambios que pervierten la naturaleza de esos personajes en la obra, los empobrecen y deterioran el mensaje. Y lo peor es que son cambios innecesarios y que, de haberse mantenido fiel a lo que ocurre en el libro, las películas no habrían funcionado peor en tanto que películas. Hay muchas otras cosas que Jackson hace bien, como la corrupción de Isengard, la muerte de Boromir, la carga de los Rohirrim en los Campos del Pelennor o la batalla del Abismo de Helm, y por eso me duele que no haya optado por ser igual de fiel en otras cuestiones. Quizá lo que más me cueste perdonar a Jackson es que la suya es probablemente la única versión cinematográfica de la obra que se rodará en mi vida y no tendré la oportunidad de saber si otra manera de llevar a Tolkien al cine es posible». Findûriel opina que «la trilogía de El Señor de los Anillos son unas adaptaciones bastante dignas. Cada una es magnífica en su estilo (la primera es mi favorita en cuanto a adaptación del texto, la segunda en cuanto a técnica cinematográfica, y la tercera sentimentalmente hablando), pero eso no me exime de ser crítica con ellas, sobre todo con las concesiones hechas por motivos de espectáculo, y con los personajes mal entendidos y mal plasmados en pantalla. Las disfruto cada vez que las veo, y las espinitas en la adaptación siguen estando ahí, pero yo no las denostaría como producto ni tampoco diría que son todo lo buenas que podrían haber sido. La trilogía de El hobbit la tengo en casa por completismo coleccionista. Vi las películas en el cine, pero me fueron dejando un regusto cada vez más amargo. Sólo hubo momentos puntuales que me llevaron a empatizar como amante del libro (sobre todo el comienzo de la primera, la parte de los trolls y los goblins), pero creo que se vendió demasiado a la espectacularidad y el artificio, al efecto especial y la pérdida de la artesanía, y, en fin, a huir de ser una adaptación para terminar siendo una obra ligeramente inspirada. Y creo que ni así funciona como película independientemente de la obra. Se hacen largas, tediosas e incoherentes».

Preguntados por lo más llamativo que han hecho como fans de Tolkien, Findûriel contesta que «aparte de las (muchas) actividades organizadas en la STE, y las incontables horas invertidas en esta afición (artículos, trabajo para la STE, traducciones, creación de textos…) he usado la obra de Tolkien como material de estudio en mi carrera, he viajado a visitar la tumba del Profesor y a tomarme una cerveza en el pub Eagle & Child, e incluso he hecho de la obra de Tolkien parte de mi inspiración estética para mis bodas. Puede decirse que eso es curioso». Carlos cuenta que, «aparte de artículos en revistas científicas sobre el lenguaje de Tolkien o la traducción de su obra, mi mujer fue increíblemente generosa y nuestra luna de miel incluyó una visita al Oxford de Tolkien e incluso a su tumba. ¿Cómo no voy a quererla?». Elia responde que «en la universidad tuve que hacer una exposición sobre la economía en las exportaciones e importaciones, y lo hice basándome en el comercio entre enanos y elfos de la Tierra Media. Llevé un plano, figuritas, joyas de cristal, monedas de chocolate, todo lo necesario para poder explicar bien el tema y captar la atención de mis compañeros. Ha sido la única asignatura en la que he sacado matrícula de honor». Eleder «hubo un tiempo en que daba bastantes charlas, en las distintas Jornadas Universitarias que montaban los smiales de la STE en diferentes ciudades (Madrid, Pamplona, Zaragoza, Barcelona…). Fue una época bastante intensa. Ha habido también actividades de difusión muy divertidas, como los «Tolkiencicos» que estamos organizando los últimos años en Madrid por Navidades junto a la Casa del Libro», cambiando las letras de villancicos tradicionales por temática de la Tierra Media, como Ay de Merry y Pippin, Dime anillo de quién eres, El camino que lleva a Mordor Pero mira cómo beben los hobbits en el río. «Y quizás, la vez que tuve que ir a asesorar a una productora para un spot que estaban grabando para la Campaña de la Renta, en el que los actores hablaban en élfico: yo les pasé las traducciones de lo que querían decir y luego fui a la grabación a corregirles la pronunciación. Al final no se emitió, pero fue todo muy divertido (traducir «impuesto de la Renta» al élfico no es tarea fácil, os lo puedo decir)». Balin comenta que ha participado en «lecturas en bibliotecas o librerías y exposiciones en centros culturales», y Erendis dice que «además de ir disfrazada al cine, aunque no es con lo único que lo he hecho, en una visita de Elia a Londres cuando vivía allí decidimos irnos a Oxford y visitar la casa dónde vivió Tolkien, su tumba y el College dónde pasó sus últimos años. De ahí tenemos una anécdota curiosa porque claro, no te dejan entrar si no eres parte del College, y cuando lo estábamos mirando por fuera pasó un estudiante que nos vio observando la puerta y nos preguntó, le contamos que éramos de la Sociedad Tolkien Española y nos dijo que él diría que éramos sus amigos, y así nos dejaron entrar. Dentro nos señaló cuál era la ventana de la habitación de Tolkien y nos dejó paseando por el sitio. Fue genial pasear por dónde él estuvo».

A todo esto, Findûriel añade: «Bueno… yo no hago frikadas. No considero que los viajes o actividades que haga relacionados con la obra de Tolkien sean frikis (la traslación de la palabra y concepto al castellano, como filóloga, no me gusta un pelo, es en cierto modo peyorativa). Hago las cosas por afición, gusto literario y estético, no por ser distinta o sentirme especial». Elia coincide: «La palabra «friki» nació con una connotación peyorativa, pero el tiempo ha demostrado que, quien más y quien menos, todos somos frikis de algo. Lo importante es encontrar gente con quien compartirlo y actividades que te permitan desarrollarte como persona. Ser feliz, al fin y al cabo. Estamos en este mundo para eso».

Y en resumen: ¿qué significa la obra de Tolkien para vosotros? Para Carlos «la obra de Tolkien me ofrece un lugar que me permite huir de este mundo en el que tantas cosas me resultan ajenas, incomprensibles o dolorosas. Pero, parafraseando al propio Tolkien, esta huida no es una deserción, sino la evasión de un prisionero, un corto respiro que me permite visitar un mundo en el que hay oscuridad, pero también esperanza y en última instancia eucatástrofe, y luego volver a la lucha con las pilas cargadas y el corazón reconfortado, incluso a fuer de triste. Después de todo, la obligación de un oficial prisionero en tiempo de guerra es procurar su evasión para volver al combate tan pronto como sea posible. Este será un mundo tanto más triste en la medida en la que se reduzca el número de lectores, ya sea de Tolkien o simplemente de enamorados de los libros. Afortunadamente, mi trabajo como profesor me recuerda permanentemente que no es cierto aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que «la juventud de hoy en día» no es en absoluto peor que la de hace 20 años, a menos que la comparemos con el recuerdo edulcorado y distorsionado de nuestra propia juventud». Para Erendis «es una fuente de inspiración, de magia, alguien que creó algo grandioso, y de su rico mundo nos hemos nutrido muchos. Y me ha regalado gente maravillosa en mi vida». Para Balin «son una serie de obras literarias a las que volver de vez en cuando y releer para descubrir cosas nuevas cada vez». Elia dice que «significa un mundo ficticio que ha cambiado mi mundo real, permitiéndome integrar la fantasía a distintos aspectos de mi vida. Gracias a ello he conocido gente fantástica, he hecho buenos amigos, y he disfrutado muchísimo de mi tiempo libre con actividades originales y variadas». Findûriel responde: «Pregunta complicada. JRR Tolkien es uno de mis escritores favoritos, es una ubérrima fuente de investigación, inspiración, evasión y consuelo. Me fascina seguir encontrando material nuevo, conocer personas de todo el mundo con las que me une esta afición y que tienen muchas cosas que contar, organizando actividades para que su obra sea conocida para el gran público, encontrando momentos en la vida y la historia donde su obra puede ser aplicable… y también significa mucho menos espacio en mis ya atiborradas estanterías». Por último Eleder cuenta que «aparte de ciertos recuerdos nostálgicos de juventud (ay, la juventud en la que tienes tiempo de hacer un millón de cosas… como releerte El Silmarillion sólo para recopilar todos los sufijos de plural de las lenguas élficas), Tolkien para mí ha significado un estímulo siempre renovado para apreciar la belleza en todas sus formas: la armonía de los paisajes, la estética de los sonidos de una lengua extraña, la emoción que entraña la buena literatura… Y mucho aprendizaje, también, en el terreno moral, como esa gran enseñanza a no desfallecer, a pesar de que todo a tu alrededor te diga que la derrota es segura. También ese buscar la verdad en los placeres humildes (la canción, los paseos por el campo, la cerveza…). Un montón de cosas. No sé cómo sería hoy de no haber sido por ese «enano que se llamaba como Bilbao en euskera», pero probablemente sería alguien bastante distinto».

(Para hablar sobre la obra de JRR Tolkien en nuestro foro, se puede utilizar este hilo)

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