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Guillermina Royo-Villanova: «A Luis no le gustaba desnudar a la mujer, sino vestirla»

Guillermina Royo-Villanova: «A Luis no le gustaba desnudar a la mujer, sino vestirla»

Pintora y escritora, la viuda de Jorge —escritor e hijo de Luis García Berlanga, co-guionista de algunas de sus últimas películas— acaba de publicar, con la editorial Renacimiento, el libro Tamaño natural: El erotismo berlanguiano. Charlamos con ella del mundo berlanguiano en este año de su centenario.

—En este 2021, el 12 de junio, fecha de su nacimiento, se abrirá la caja que en 2008 depositó Berlanga en el Instituto Cervantes. Lo que contiene esa caja 1043 continúa siendo un misterio. ¿Tienes alguna idea de qué pueda ser?

"A mí lo que me gustaría es que saliera de esa caja una mascletá que le diera un buen susto a algunos de los allí presentes"

—Pues a ver cómo te contesto a eso, porque a lo mejor se me escapa alguna pista, y no me apetece que se me escape a tan pocos días… A ver. ¿Puedo contestarte con algo que me invente? Por ejemplo, qué se yo, un liguero de Marlene Dietrich o de Marilyn Chambers, Ingrid Bergman, Joan Fontaine, de alguna de sus no idolatradas pero sí admiradas bellezas, que le encantaban. En estos días me lo han preguntado y en alguna ocasión he dicho que a mí lo que me gustaría es que saliera de esa caja una mascletá que le diera un buen susto a algunos de los allí presentes (risas).

—¿Cómo definirías el pensamiento «berlanguiano»?

—Yo diría que es la manera de abarcar una visión del mundo y de lo humano de forma ácrata y libertaria; una posición de libertad individual.

—Nombras en tu ensayo a La Academia del Tacón de Aguja, una institución absolutamente berlanguiana.

"Luis firmó ante notario la escritura de constitución de la Academia del Tacón de Aguja"

—Sí, fue un proyecto que se fundó, pero apenas se llegó a desarrollar. El día 29 de julio de 2003, y tras varios años trabajando en ello, Luis firmó ante notario la escritura de constitución de la Academia del Tacón de Aguja. Los constituyentes de la Fundación fueron Luis García Berlanga como presidente, Teresa Jover, que trabajaba entonces para la creación e impulso de proyectos en el Museo del Calzado de Elda, en Alicante, Belén Puche, gerente de la firma Paco Herrero, y José María Amat, director del Museo del Calzado. Pero creo que eso acabó prácticamente ahí, exceptuando el premio cinematográfico que otorgaba en el Festival de Cine Erótico de Barcelona. Lo que sí sé es que fue uno de los proyectos berlanguianos más ilusionantes.

—Comienzas tu ensayo “Tamaño natural” reflexionando precisamente sobre el término “berlanguiano”, que después de muchas voces dentro y fuera de la RAE defendiendo su inclusión en el diccionario (Bigas Luna, Jorge Berlanga, José Luis Borau o Manuel Gutierrez Aragón, académicos estos dos últimos), finalmente ha sido aceptado.

—¡¡Sí!! Recuerdo —y lo cuento en el libro— una de esas comidas berlanguianas en la casa de Luis en Somosaguas, en la que Borau y Jorge, mi marido, incluso llegaron a idear una definición a modo casi de ironía, pues venía más o menos a decir que el término vivía y gozaba de muy buena salud en la calle, estuviera o no en el diccionario. Pero sí, finalmente el jueves 25 de noviembre de 2020, estando este libro en pleno proceso de edición, la RAE anunciaba la incorporación, por fin, del término “berlanguiano” al Diccionario de la Lengua.

—¿Te parece bien la definición que han dado los académicos?

—Me parece que llega algo tarde, pero bueno, más vale tarde que nunca. Eso sí, la veo (y creo que lo digo en mi libro), un poquito sosa.

—¿Cómo lo definirías tú?

"Más que una definición, yo diría que lo berlanguiano somos los españoles"

—Más que una definición, yo diría que lo berlanguiano somos los españoles. Él lo que hizo fue expresarlo con humor, sarcasmo y sobre todo, con infinita ternura.

—¿Cómo dibujarías el concepto de lo berlanguiano?

—Haría una viñeta super loca de personajes entretejidos, superpuestos, desenfrenados, abarrotados, cayendo en racimo unos sobre otros, hablando entre sí con mucho griterío y mucha confusión.

—Pensaba que me ibas a decir que dibujarías un tacón de aguja como el de la portada…

—(Risas) Ah, claro. El dibujo de la portada es mío, sí. Bueno, en realidad tiene una historia. Ese dibujo fue un diseño que hice para un ninot de la Mostra de Valencia de 2009 que finalmente fue indultado y está expuesto en el Museo de Valencia. Lo he querido rescatar para la portada porque se trata de un regalo que antes del ninot yo le hice a Luis por Navidad, donde originalmente su cabeza aparecía tocada con el típico gorro rojo de Papá Noel. Le tengo mucho cariño a ese dibujo, como te puedes imaginar.

—¿Cuál ha sido la motivación para escribir este ensayo/estudio sobre el erotismo berlanguiano?

"Yo he querido hacer un texto que me sirva de justificación para elucubrar sobre muchas cosas, tratando de dibujar a trozos su indescifrable universo erótico. "

—Pues si te digo la verdad, es un poco culpa de Javier Rioyo, que en 2011, siendo director del Instituto Cervantes en Nueva York, me invitó a participar en una mesa redonda sobre Berlanga, fetichismo, erotismo y tacón de aguja. De aquella charla y aquel análisis, y también de aquellas divertidas noches neoyorquinas, salió la idea de este libro. Yo he querido hacer un texto que me sirva de justificación para elucubrar sobre muchas cosas, tratando de dibujar a trozos su indescifrable universo erótico.

—¿Hasta qué punto es bueno llegar al interior del corazón o la mente de un creador?

—Bueno, tampoco te creas que entrar en una biblioteca o tratar de averiguar una biografía termina descubriendo verdades. Más bien mi libro elucubra sobre libros, sobre la biblioteca erótica de Luis y su conexión con su cine y su vida. Y sí, puedo decir que es otro Berlanga el que trato de contar en estas páginas, un creador más complejo que la mera imagen perversa que al final tiende a la simplificación del personaje. Escribir sobre alguien así no es sencillo, desde luego, pues su erotismo es algo fantasioso, interiorizado, complejo, descifrable, pero con matices. Desde luego, Berlanga no era el sátiro del látigo que algunos se empeñan en ver en él.

—¿De haber trabajado en estos tiempos, crees que había gozado de la misma libertad o la misma osadía?

—No, sería terrible. Es duro decir esto, pero tengo la impresión de que hoy la censura es peor que en los tiempos de Franco. Creo que estamos renunciando a muchas libertades, la primera el humor, que es la herramienta más fuerte de defensa de la libertad, más incluso que el propio erotismo, como dejó muy claro Berlanga.

—¿Entonces, construyes o deconstruyes al mito?

—No, no, no. El mito sigue ahí. Me fastidiaría muchísimo haber contribuido a deconstruir el mito. Otra cosa es el análisis, la disección inevitable, pero ese es mi punto de perversión. Berlanga llamaba filmófilos a los críticos de cine, los odiaba. Yo he hecho este libro no desde la crítica, sino desde la admiración y el respeto al mito.

—Las películas de Berlanga no presentan un erotismo, digamos, explícito. ¿Cuáles serían, según tú, sus fetiches más complejos?

"A Luis no le gustaba desnudar a la mujer, sino vestirla"

—A Luis no le gustaba desnudar a la mujer, sino vestirla, le fascinaba todo aquello que tocara su piel, especialmente los zapatos de tacón, pero no tanto por el objeto en sí, sino por la incomodidad que suponía para la mujer que lo llevaba. Mira, cuando yo iba a verle a su casa de Somosaguas, que era el campo, me ponía siempre los zapatos de tacón, porque me gustaba saber que disfrutaba viéndome caminar sobre aquellos taconazos, superincómoda, entre los adoquines. Este hecho no me parece una sumisión terrible, ni de ningún tipo, vamos, más bien al contrario, reconoces que es una tontería, como cuando Amparo Soler se ponía el liguero en Plácido; lo haces para agradar, para jugar. Berlanga dijo muchas veces que ese juego se estaba perdiendo y que no podía entender por qué la mujer estaba dispuesta a renunciar, por voluntad propia, a su poder de seducción interno y externo, sobre los hombres. Es más, Berlanga, fiel a sí mismo, iba más allá, afirmando que ese poder lo estaban heredando los travestis. Pero es que a las feministas ya todo les parece tan mal… Vamos, es que me estoy acordando ahora de una feminista furibunda metiéndose con los tacones de aguja, que hace años vi en un programa de televisión, creo que era de Sánchez Dragó, Las noches blancas, y lo hacía vestida con una corbata alrededor del cuello con nudo apretado, casi tan apretado como puedan apretar unos zapatos de tacón. ¡Qué tontería más absurda, de verdad!

—Dicen que Azcona —tándem irresistible— siempre escribía más escenas eróticas y de cama que luego Berlanga quitaba, pudoroso.

—Sí, sí, sí. A Berlanga le daban pudor esas escenas explícitas. Lo explícito lo sustituía por humor, al que recurre como anestésico.

—No podemos dejar de nombrar La Sonrisa Vertical, que Berlanga dirigió. ¿Hay actualmente sustitutos editoriales de erotismo inteligente en el mundo editorial?

"Cuando se normaliza lo subversivo, se pierde todo el sabor"

—Siguen sacando títulos, pero ya ha perdido un poco el concepto inicial berlanguiano. Berlanga luchaba en contra de la demonización del erotismo, pero era muy consciente de que aquello era un arma de doble filo, porque al final, si industrializas las perversiones, se acaba el misterio. Cuando se normaliza lo subversivo, se pierde todo el sabor.

—¿Se puede hablar del erotismo berlanguiano sin recurrir también al surrealismo?

—Yo es que siempre he defendido el surrealismo como una manera diferente de referirse a la realidad. Para mí es una mirada real, pues no es tanto lo que acontece sino cómo lo mira el narrador, y Berlanga miraba así, y Azcona absolutamente.

Berlanga, por Mingote

—La importancia en el panorama cultural de nuestro país, sobre todo como director de cine, ¿está lo suficientemente reivindicada en el mundo cultural español?

—No para la juventud; yo creo que sería indispensable estudiarlo en el colegio junto con la Otra Generación del 27, la de los humoristas, para que los chicos aprendiesen libertad, creatividad, osadía. Una manera diferente de ver y entender lo subversivo en los duros años de la dictadura; a reconocer y combatir cualquier tipo de censura.

—Para finalizar, una pregunta berlanguiana: ¿Crees que necesitamos menos libertad y más paella?

—Sí, necesitamos más paella, desde luego, pero de esa paella suculenta hecha con los ingredientes del humor, el arte y libertad; con Berlanga, Buñuel, Azcona, Dalí y la Dietrich flotando sobre ella con cabezas de marisco (risas).

—¡Qué maravillosa imagen para finalizar esta entrevista (más risas).

—Quiero, si me permites, terminar anunciando que el Instituto Cervantes va a sacar una edición especial de mi libro, junto con la editorial Renacimiento. ¡Es que me hace muchísima ilusión!

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