La mujer que mató por amor y leyó hasta morir

Se abre entre nosotros un silencio hondo. Ahora soy yo quien le adivina el pensamiento: no quiere que le tenga lástima. No me lo dice, pero no hace falta. Está pensando que agradece al destino aquel primer segundo fatal, aquella cuchillada que le permite este aislamiento maravilloso.