¿Crees que estoy loco?

—¿Crees que estoy loco? Esa fue la pregunta que Juan me hizo a la salida del café, mientras nos fumábamos un cigarro antes de despedirnos. Lo que quería hacer era un reto mayúsculo para un escritor. Necesitaba un esquema narrativo lleno de guiños y referencias, que debían estar lo suficientemente escondidas para que nadie sospechara nada hasta que al final, como en un espectáculo de magia, resultaran visibles una vez el truco hubiera sido revelado. Una trilogía que en realidad era una pentalogía, un universo que, en torno a Scott y White, tejería cinco perfectas tramas de thriller que finalmente serían una sola.