Inicio > Poesía > 5 poemas de Sholeh Wolpé

5 poemas de Sholeh Wolpé

5 poemas de Sholeh Wolpé

«El exilio es una maleta con el asa rota», escribe la autora en un libro que viaja desde «una colina en lo alto de Teherán» hasta la ciudad de Los Ángeles, desafiando las tradiciones patriarcales, los mandatos religiosos y la discordia. Quien lee a Sholeh Wolpé queda atrapado en su mundo, que desgrana las complejidades del exilio, el hogar, la familia, el amor y todo lo que queda por el camino.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Ábaco de la pérdida: Memorias en verso (Visor), de Sholeh Wolpé.

*****

CUENTA II

La pérdida es una lengua

que todos hablamos bien,

un gemido que resuena

entre las costillas, la desdicha

que se convierte en dicha.

*

CUENTA III

Todos los viernes el abuelo nos lleva a mí y a mis hermanos a un circo lleno de tigres, elefantes, caballos y hombres sin camisetas con mallas relucientes. Hay mujeres más pequeñas que mi cuerpo de niña, animales más grandes que mi cuarto. Todo es extremadamente divertido hasta que aparece el gigante de cuatro caras. Mis brazos empiezan a temblar. Los escalofríos me recorren hasta la punta de los dedos. El abuelo me toca el hombro y me dice: Es solo una máscara en su cabeza.

Pero yo sé que no

porque todo lo que se ama

—un hermoso día con el abuelo

en aquel circo de Teherán,

el algodón de azúcar pegajoso derritiendo

su canción rosada en mi boca,

mis hermanos, traviesos, con dientes de alegría—

arde siempre hacia un futuro

aún por llegar,

fuegos artificiales en mi mente,

chispas soldadas a cada recuerdo.

*

CUENTA I

El hogar es un diente que nos falta.

La lengua busca

rigidez,

pero solo encuentra

ausencia.

*

CUENTA II

Altas, rígidas, afiladas.

Intenta llegar al otro lado

a pesar de las espinas salvajes.

 

Nosotros, que marchamos de casa adolescentes,

niños que cruzamos fronteras y fuimos despedazados

por mil lenguas dentadas,

nosotros, que llevamos heridas que florecen

bajo la piel cicatrizada,

¿en quiénes nos hemos convertido?

 

Me pregunto si casa

será mi fantasma,

si llevará mi ropa interior

guardada en la antigua cómoda

que compré hace veinte años,

si habrá anidado en mi blusa colgada

en una percha que no me atrevo a tirar.

Acaso esté extraviada entre filas de libros

ordenados alfabéticamente en un idioma

en el que no nací. O aquí, en el borde

de esta taza desportillada

que mi último amor olvidó.

 

Llevo semillas en la boca. Planto

cúrcuma, cardamomo y diminutos

pepinos aromáticos en el jardín.

Los riego con la lluvia que arranco

de las canciones de la abuela.

Crecerán, lo sé, por encima

de las murallas de espinos.

Se abrirán paso, ilesos.

 

Me fui de casa a los trece.

No había vivido lo suficiente como para saber

no amar.

Casa era el mar Caspio, los bazares bulliciosos,

el aroma del kebab y el arroz, los almuerzos

de los viernes, los picnics junto a los arroyos.

Nunca quise irme tan lejos.

 

Dijeron: Vuelve

y morirás.

 

El exilio es una maleta con el asa rota.

Lleno cien cuadernos de garabatos,

los arrojo al fuego y vuelvo a empezar,

esta vez me tatúo las palabras en la frente,

esta vez escribo solo para no olvidar.

 

La complacencia se contagia como un catarro.

Nado a contracorriente para dejar mis huevos púrpura.

Dicen: Saca sustento de esta tierra,

pero mira cómo cuelgan mis frutos en espiral

y huelen a cuadernos viejos y a encaje.

 

¿Qué es un árbol trasplantado

sino un ser en el tiempo,

resignado a la adopción?

 

Los espíritus apremian, los espíritus se van,

lloran y se lamentan en la puerta del templo,

donde pendo al borde de un abismo.

Tal vez los espíritus solo acuden en el exilio.

 

Pero incluso esto es una ilusión.

*

CUENTA III

Querida América,

solías colarte en mi cuarto,

¿lo recuerdas?

 

Yo tenía once y tú venías

noche tras noche, a Teherán, te deslizabas

desde la vieja radio de mi escritorio,

pasabas por la pila de deberes de matemáticas, sobre

la desgastada alfombra persa, y me arremetías

con tus golpes de rock and roll.

 

Te quería más que al chicle,

más que a los plátanos importados

que vendían en la calle por un ojo de la cara.

 

Pensaba que eras azur, América,

como el vestido nuevo de mamá, y kumquats,

y naranja, cielo y amapolas.

 

Soñaba contigo, América, soñaba

contigo cada noche con la ferocidad de un niño

extraviado hasta que te volviste real como la carne.

 

Y cuando llegué,

me embestiste

como una carcajada.

***

Sholeh Wolpé (Teheran, 1962) es una poeta, dramaturga y traductora iraní-estadounidense. Su obra está compuesta por más de quince libros, obras de teatro y libretos para coro y ópera. Ha vivido en Irán, Trinidad y Reino Unido, y actualmente divide su tiempo entre Los Ángeles y Barcelona.

—————————

Autora: Sholeh Wolpé. Título: Ábaco de la pérdida: Memorias en verso. Traducción: Corina Oproae. Editorial: Visor. Venta: Todostuslibros.

4.4/5 (112 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

2 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Danpier
Danpier
3 meses hace

Cuenta 1,2,3…..siga contando y estallar bom…

Quimey
Quimey
3 meses hace

Que lindo que escribe, voy a leer más poemas que recomiendes