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Garci aprueba a Garci

Garci aprueba a Garci

Asignatura aprobada: A love story (Notorius) es una declaración de admiración y amor a una de las películas menos conocidas de la filmografía de Jose Luis Garci. Una reflexión sincera y amena sobre una película que se adentra en el terreno del sentimiento, el amor, el desamor, la amistad y la esperanza. Asignatura aprobada es una de las películas más personales y apreciadas por el director, que le valió ganar su primer Goya y que representó a España en los Oscars de 1987.

A continuación reproducimos el prólogo que ha escrito Luis Enríquez a la obra de Óscar Méndez.

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“Yo siempre he elegido losers. Las buenas historias son las de los deportistas que se preparan pero pierden. El reportaje de Floyd Patterson es buena muestra. Todos somos perdedores porque, al final, todos morimos y es en la derrota donde se pueden extraer enseñanzas”. La cita es de Talese pero perfectamente se le podría atribuir a José Luis Garci porque ambos tienen la irremediable necesidad de contar historias de perdedores. La diferencia es que los protagonistas de los reportajes del genio de Jersey son reales mientras que los personajes del de Narváez esquina Ibiza son una proyección inventada de sí mismo. No hemos llegado al final del primer párrafo y ya tenemos un primer titular: a Garci le gustaría ser un perdedor. Pero no un tirado cualquiera. Los perdedores que lo inspiran, los que lo reclaman para unirse a su selecto club, son cultos y hablan despacio, como cansados de repetir siempre lo mismo. Visten gabardina y llevan bigote. Son ocurrentes sin ser graciosos y descreídos sin llegar a ser cínicos. Son tipos con un pasado brillante que lo perdieron todo por amor, por mantener intacta su independencia o por una mala mano. En las calles por las que pasean los perdedores de Garci siempre llueve. Humphrey Bogart interpretando a Sam Spade en El halcón Maltés, para que nos entendamos.

Pero el tipo, que tiene todas las cualidades antes descritas salvo el bigote, ha ganado un Oscar (con otras tres nominaciones de guarnición) un Goya, un Cavia y un Ruano (y lo dejo ahí para no excederme de los tres folios que me han pedido), tiene una familia envidiable, vive rodeado de amigos y le piden más fotos por la calle que a Nadal. Ser del Aleti es el único mérito al que se podría agarrar para presentar su maltrecha candidatura a perdedor. De modo que, como la vida no se lo pone fácil para ser uno de ellos, se los inventa. Y así tenemos a Germán Areta en El Crack, un detective privado de barrio bajo que mandó al cuerno su brillante carrera en la policía por mantenerse firme frente a sus mandos corruptos. O a Blas de Otamendi en Historia de un beso, un trasunto de Baroja que renunció al amor de su vida por haber nacido 30 años antes de tiempo. Pero el más perfecto, el más completo de cuantos disfraces de fracasado se haya probado jamás, es el de José Manuel Alcántara en Asignatura aprobada. 

"La vida en la costa es tranquila. Las mañanas son nubladas y rutinarias y suenan a Adagio de Albinoni o a Cantata de Bach, que son variaciones del Canon de Pachelbel de Volver a empezar"

Si en las películas mencionadas Garci hace de ventrílocuo y cualquiera que haya visto Qué grande es el cine un par de veces sabe que es él quien habla a través de sus personajes, en Asignatura aprobada se da un auténtico festín. Empezando por el protagonista, cuyo nombre es una clarísima contracción entre el suyo propio y el de su hermano, el columnista, cronista y poeta Manuel Alcántara. En un plano fijo de tres minutos y medio, José Manuel Alcántara (un inmenso Jesús Puente) explica al espectador que ha sido autor teatral de renombre pero (siempre hay una adversativa) con un sonoro fracaso en su último estreno, que tiene un hijo al que no ve mucho con una mujer a la que abandonó pero de la que se encarga, que ha tenido éxito con las mujeres pero que acaba de ser abandonado por el amor de su vida (siempre hay un “amor de la vida” para cada momento) y que ha decidido refugiarse en una ciudad costera para lamerse las heridas (la playa a su espalda se reconoce inmediatamente pero podría haber elegido para la toma un muro de ladrillo y aun así se sabría que se trata de Gijón).

A Alcántara Garci le ha diseñado un apartamento pequeño con televisión de tubo, transistor, reproducciones a varias escalas del Empire State, posters de Silverado, fotos de Picasso y cientos de libros desiguales y desordenados, es decir, que han sido leídos. Esto me recuerda a la decepción de Pedro J. Ramírez a la vuelta de una cena en casa de un político que, con el tiempo, llegaría a presidente del gobierno: “Apenas tenía 30 bestsellers en la librería del salón y lo peor es que se notaba que no los había abierto”.

Durante el tiempo de retiro en Gijón, que no se sabe si es temporal o permanente, a Alcántara sólo se le conoce una ocupación remunerada. Colabora con un programa matinal de Antena 3 Radio improvisando un cuento corto, al estilo de lo que hacía Garci con Jesús Hermida en esa misma cadena. ¿Adivinan quién conduce el programa en la película? Sí, amigos: Ana Rosa Quintana (para no iniciados en el “garcismo”, colaboradora en el programa real junto al propio Garci y Santiago Amón y pareja del director en los 90). Y, como Sinuhé El Egipcio, otro de los satélites del “planeta Garci”, Alcántara “ya no escribe para los dioses ni para los hombres, entre otras cosas porque no cree en ellos”.

"Si una mujer se despierta en tu cama la mañana de Año Nuevo y ve contigo la Marcha Radetzky, es que es uno de los tres amores verdaderos de tu vida"

La vida en la costa es tranquila. Las mañanas son nubladas y rutinarias y suenan a Adagio de Albinoni o a Cantata de Bach, que son variaciones del Canon de Pachelbel de Volver a empezar pero que a uno le parecen intercambiables. En cambio las noches son lluviosas y suenan a saxo y charcos, o a nostalgia de sexo y tabaco, que viene a ser lo mismo. También suenan a fútbol en el Molinón y a tertulia con amigos, pero son las menos.

El hijo de Alcántara se llama Eduardo, Eddie, quien, a fuer de sietemesino, recibió el apodo de “el rápido”. Es decir, “Fast Eddie”. Es decir, Eddie Felson. Es decir, El Buscavidas. Es rockero, insolente por talentoso y disfruta tocando los cojones a su padre, que es lo que hacen todos los hijos a poca brillantez que hayan heredado. Quiere a su padre y disfruta conversando con él pero aprovecha cada oportunidad que se le presenta para avivar las ascuas de la culpa por haberlos abandonado a su madre y a él. Y Alcántara acusa los ganchos en el estómago pero sigue en pie.

Después están presentes las mujeres de Garci. A la mencionada y radiofónica Ana Rosa, se une Lola (Teresa Gimpera), la amiga cínica que entiende a Alcántara, lo respeta y lo admira, no necesariamente por ese orden, que siempre está disponible para una conversación o para dejarle el Porsche y que encadena romances con veinteañeros para olvidar, aunque sea durante el tiempo que duran, la insoportable imagen que le devuelven los espejos. Esa que la deja embadurnada de una sensación pringosa de vejez que huele abrigo mojado. Y, por último, está el regreso de un viejo amor, Elena (Victoria Vera), una actriz de teatro del montón que quiso a Alcántara pero que se sintió empujada a los brazos irrelevantes de otros hombres sin nombre ni importancia. Elena es sensual y romántica como sólo lo puede ser Victoria Vera. Para demostrar lo primero Garci no necesita más que un leve roce de manos sobre la mesa de un restaurante, como Scorsese en La edad de la inocencia. Lo segundo es todavía más fácil. Sólo requiere aplicar uno de las verdades inmutables del director: si una mujer se despierta en tu cama la mañana de Año Nuevo y ve contigo la Marcha Radetzky, es que es uno de los tres amores verdaderos de tu vida. Y al ritmo de las palmas del público vienés, nunca, nunca, se debe mentir.

Por si a estas alturas del prólogo fueran insuficientes las pruebas de la impostura del guionista y director, un último detalle termina de cerrar definitivamente el círculo: Alcántara admira a un Real Madrid “que jamás decepciona” pero es del Aleti. Si este autor teatral derrotado, perdedor, no es Garci disfrazado, que venga Dios y lo vea.

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Autor: Óscar Méndez. Título: Asignatura aprobada: A love story. Editorial: Notorious. 

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