Desde hace un tiempo, la proliferación de obras que abordan el confinamiento del 2020 ha aumentado de manera considerable. Sin embargo, no todas las propuestas apuntan a lo mismo. Algunas de ellas utilizan el análisis del fenómeno para dirigirse a cuestiones de un orden más estructural. Y es precisamente en esa hondura analítica donde hay que situar la magnífica obra de Santiago López Petit, Tiempos de espera: Marx, Artaud y la fuerza de dolor. Hay que apuntar, no obstante, que este diagnóstico de las catacumbas de la contemporaneidad es el resultado de un trabajo de pensamiento riguroso de muchos años. Su obra es una continuación y, simultáneamente, una reformulación de temas que han vertebrado su obra como pueden ser el querer vivir, la fuerza de dolor o la potencia de la nada.
Dicha hipótesis trata de atravesar las trampas que establece el poder, a base de condicionantes que definen en último término la oscuridad de la vida, para aceptar la finitud, contingencia, anomalía y, de esta forma, acceder a pequeños resquicios de libertad. Y es que, verdaderamente, en esta hipótesis de Marx/Artaud hay algo del anhelo de André Breton de unificar en un mismo proyecto la transformación de la realidad (Marx) con la mutación vital (corporal y psíquica, tal y como propugna el teatro de Artaud).
Esta hipótesis, asimismo, es necesaria para desarticular un tiempo en el que el poder ha penetrado en los rincones más recónditos del individuo y nos hace circular en un contexto de degradación de lo real y de duda perpetua. En este punto, el sujeto interioriza un deseo radical de confinamiento. Se convive, pero de forma separada, estableciendo alianzas más que complicidades; relaciones donde la desconfianza y el pragmatismo invalidan cualquier tentativa de vínculo. El confinamiento, de este modo, se establece como como generador de un irreversible proceso de atomización social sustentado, a su vez, por los intereses privados de cada voluntad y un poder aniquilador que cercena cualquier tentativa de solidaridad y fraternidad.
Se establece, de esta forma, un nuevo contrato social basado en el control y el miedo, forjando sujetos impotentes y desconfiados, cuyo mundo les ha sido arrebatado, instalándoles, con ello, en una virtualidad omnipresente. Con ello se edifica una sociedad que carece de centro, oblicua, y, por consiguiente, inatacable. Un espacio en el que el algoritmo de la Vida, es decir, ese cruce entre mercado y norma y en el que el sujeto permanece expectante a su perdición, se hace incuestionable. Un espacio así es un lugar donde la seguridad del poder nunca es suficiente y, por ello, ahoga constantemente con sus demandas de legitimación. Un poder oblicuo, demandante, instaurado en un lugar vacío, el cual, por cierto, garantiza su tiranía y, por consiguiente, una mayor sumisión. Saber quién es ese Otro que nos impide vivir, según López Petit, es un punto crucial de la hipótesis Marx/Artaud.
Y es que es precisamente desde ella donde podemos desactivar ese tiempo vacío que impregna la contemporaneidad, un tiempo, a su vez, vertebrado por la aceleración que no mueve nada. De lo que se trata es de desarticular esa conexión virtual que nos convierte en avatares observados por una mirada ausente; despertar de un presente carente de porvenir y con un pasado desdibujado (si no borrado). En esta tesitura, la hipótesis Marx/Artaud apunta hacia lo incalculable, el acontecimiento puro, la anomalía, un silencio que articula una nueva semántica que, a su vez, construye un nuevo lenguaje que no cesa de encarnarse. Romper ese nudo en el que apatía y sobreexcitación se anudan, para defender una esencia revolucionaria que va más allá de la esperanza y abraza lo desesperanzado.
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Autor: Santiago López Petit. Título: Tiempos de espera: Marx, Artaud y la fuerza de dolor. Editorial: Verso Libros. Venta: Todos tus libros


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