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Cantonet: Contigo empezó todo

Cantonet: Contigo empezó todo

Tal como comentaba en el artículo anterior, mis incipientes andaduras tintinescas en la etapa veinteañera fueron ciertamente frustrantes. Descubrir un mundo bonito y en color detrás de las cristaleras de unos escaparates invadidos de magia hergeniana y no tener la opción monetaria de reducir el ansia por adquirir ni tan solo una chapa o una figurita de PVC me provocaba una decepción considerable.

No me venía de nuevo. De niño ya sufrí las estrecheces crematísticas de una familia en la que tan sólo entraba un sueldo básico para alimentar cuatro bocas. Los bocadillos diarios devorados en el recreo del colegio mi madre me los preparaba de “pan con tomate con… pan con tomate”, sin nada que poner en su interior.

Volviendo a la faceta tintiniana, durante bien buenos ocho años tuve que alejarme de dicha afición y centrarme en la lucha por la subsistencia de mi familia; y sin embargo, a pesar de esos ocho años de estrecheces, lo peor estaba por llegar. Por aquel entonces ya había nacido nuestro segundo hijo, Jaume, y de pronto fui engullido por el descalabro financiero del negocio compartido con mi hermano, el cual nos llevó a caer en una situación económica insostenible. Nos desprendimos de ella, con enorme tristeza, tomando la dolorosa decisión de romper la sociedad, prescindir de mi socio-hermano vendiéndole mis acciones (1 pta.), y acabar poniendo mi destino y mis escasos bienes en manos de mi mujer, creándome una insolvencia que duraría seis años de lucha en la sombra.

"Jornadas de doce horas hicieron que nuestra situación económica se fuera consolidando, aunque no nos quedaba tiempo para poder disfrutar nada de lo que generábamos"

Se hipotecó el piso, que en aquel momento ya estaba a nombre de mi mujer, y emprendimos un nuevo camino mediante la creación de un nuevo negocio, llamado Gráficas Paume. Ni días festivos, ni vacaciones, ni ningún tipo de relajación que permitirnos. Era un empezar de cero que suponía el soportar el peso de la losa permanente sobre las espaldas para mantener a flote nuestra familia, y mentalmente fue muy importante para mí el no decepcionar a ninguna de las personas que apostaron y confiaron en nosotros.

Nos pusimos el mono de trabajo y las anteojeras de caballo para no distraernos del camino que habíamos emprendido. Ni miradas hacia atrás ni a los lados; siempre de frente.

A medida que pasaba el tiempo, nuestra situación fue mejorando, no sin angustias y un tremendo mal sabor de boca por lo acontecido con anterioridad. Un buen día, Mª Carmen, en calidad de representante y dueña de la empresa, se presentó con un nuevo cliente bajo el brazo que nos cambió la vida. NH Hoteles: 24 hoteles con 48 documentos personalizados a realizar constantemente y casi con una perodicidad diaria.

Jornadas de doce horas hicieron que nuestra situación económica se fuera consolidando, aunque no nos quedaba tiempo para poder disfrutar nada de lo que generábamos. El esfuerzo no era servir a NH Hoteles. No, el esfuerzo era no dejar de servir a los demás clientes. Nunca podré agradecer lo suficiente al director de Márketing de NH Hoteles, Màrius Gómez, la apuesta que hizo por nosotros. Fue él mismo el que nos informó de la exposición sobre Tintín que se hacía en Les Drassanes de Barcelona, titulada “Rayos y truenos”. En aquel entonces, Tintín estaba totalmente apartado de nuestras vidas, las cuales seguían obsesionadas en una intensa productividad empresarial que ociosamente no disfrutábamos.

Fue el mismo Màrius el que me picó el amor propio y me dijo:

—¿Tanto que os gusta Tintín y no habeis ido a ver dicha exposición? Sois unos tintinaires “de pa sucat amb oli”.

Como comprenderá el lector, dicha afrenta no la podíamos dejar pasar por alto, y un buen domingo por la mañana le recogí el guante y emprendimos camino hacia Les Drassanes para poder deleitarnos con los escenarios montados por Moulinsart, y que ya por aquel entonces estaba comisariada por el gran tintinólogo Joan Manuel Soldevilla.

Cuando conocí a Joan Manuel mediante una foto con Nick Rodwell y Fanny Remi (esposa de Hergé), quedé ciertamente desconcertado.

"Todo un placer oír sus conferencias tintinescas, las cuales provocan una gran avidez por conocer y aprender mucho más sobre la obra y vida de Hergé"

No sé, me esperaba una especie de Tintín en plan Ronald Koeman o con un parecido a Jean-Pierre Talbot, actor que protagonizó el personaje de Tintín en las películas de El Toisón de Oro y El misterio de las naranjas azules. Me encontré con un chico con gafas prominentes, enclenque, con aspecto un poco frágil, débil, incapaz de matar una mosca; en fin, imagen totalmente opuesta a un héroe de cómic como lo era Tintín. Pero bueno, lo mejor de Joan Manuel estaba por ver y escuchar. Su locuacidad tintinesca, su capacidad de reflexión y sus conocimientos son incontestables, insuperables y admirables. Siempre he manifestado que, al ser profesor de instituto entre otras cosas, su pedagogía de la enseñanza hace que en sus intervenciones nadie se quede dormido, y su oratoria a nadie deja indiferente. Todo un placer oír sus conferencias tintinescas, las cuales provocan una gran avidez por conocer y aprender mucho más sobre la obra y vida de Hergé.

La visita a la exposición propició el poder compartir con el bueno de Màrius los distintos aspectos de la misma, que hacían disfrutar a propios y a extraños.

Ronald Koeman

Tengo que admitir que dicha exposición fue como una mecha que estaba a punto de ser encendida, y que provocaría un estallido considerable en nuestro andar de la mano de Tintín.

Un buen día, Mª Carmen preparó un fin de semana familiar en la población de Santa Pau (Garrotxa, Girona). Nos esperaba un camping con una casita de madera de ensueño, rodeada de vegetación y espacios verdes frondosos, donde la libertad para disfrutar con los niños era extasiosa, a tan solo noventa minutos de Barcelona y con la posibilidad de visitar pueblos lindantes bucólicos y de ensueño. En una de esas incursiones nos topamos con una población llamada Mieres (más o menos doscientos habitantes), e hicimos parada y fonda en el Hostal Puig sa Llança, donde tanto el señor Narcís como el Xico Fàbregas y su esposa, la María, nos atendieron de forma magistral.

"Era un cascarón. Solo existían la fachada y las distintas plantas. Era una casa vertical de tres plantas más altillo, toda interiormente por hacer. Solo había estancias y huecos"

Entrados en tertulia con dichas personas, preguntamos sobre la disponibilidad que había en la población para adquirir una casa. Nos informaron por encima de tres casas que estaban a la venta, y al oír los precios que se barajaban nos saltó el interés por verlas, efecto que propició el que nos dieran el contacto de la persona que ejercía de API en el pueblo. Durante la semana nos pusimos en contacto con este señor, y nos emplazamos para que nos las enseñara el domingo siguiente. Dicho señor era Xico Escloper, nombre que le provenía de su familia, en la cual habían sido de antaño fabricantes de esclops (zuecos) como calzado rural.

Pues bien: al fin de semana siguiente emprendimos camino hacia Mieres, y allí este señor nos mostró las tres casas que estaban a disposición de ser compradas por quien mostrara interés.

Nos quedamos enamorados de una de ellas. La casa era la de Cantonet.

Era un cascarón. Solo existían la fachada y las distintas plantas. Era una casa vertical de tres plantas más altillo, toda interiormente por hacer. Solo había estancias y huecos. Suelos, instalaciones de luz y agua, baño, cocina, chimenea, carpintería, etc. Todo, todo por hacer menos lo mencionado. Nos quedamos enamorados de su estructura y de un proyecto integral de interiorismo por ejecutar, sin conocer a nadie que, situado en esos parajes, fuera capaz de llevarlo a término.

Cantonet

Pero éramos jóvenes, audaces, curtidos en unas cuantas batallas, algunas perdidas, pero con una gran dosis de ilusión y arrojo para afrontar retos como el que se nos presentaba delante de nuestros ojos, y vislumbré un gran sueño a cumplir. Esa casa sería morada de mi pasión por Tintín, donde poder vengarme de mis precariedades en etapa de más joven.

Ya por aquel entonces, mediante algún que otro fin de semana transcurrido en casa de nuestro amigo Jordi en la población de La Sellera de Ter (La Selva, Girona), nos deleitamos con el descubrimiento del mundo rural y sus andróminas, constatando que la vida puede ser muy distinta y a la vez plena de felicidad en dicho medio campestre.

Antes de comprar la casa, quisimos que mi otro buen amigo Josep Navarro la viera y, como buen agente inmobiliario, nos diera su opinión. Al verla y valorar su entorno me dio este consejo, entre otros:

“Enrique, cuando quieras adquirir una propiedad (local, parking, terreno, casa, piso, etc.), lo más importante a valorar es si te satisface el lugar donde está situada la propiedad. En segundo lugar, asegurarte mediante una cierta exploración del entorno si sigue siendo de tu gusto. En tercer lugar verificar, mediante un sondeo de relación con la sociedad civil que la envuelve (vecinos, servicios, etc.), lo que ya habías constatado. Por último, la casa, en este caso, la cual, sea más grande o más chica, más alta o más baja, si te ha gustado de principio ya la irás adaptando, decorando y forjando a tu gusto, para que llegue a ser vuestra morada y la de vuestras aficiones tintinescas”.

De tal forma que, entre las experiencias rurales en casa de Jordi y el consejo inestimable de Josep, nuestra ilusión por emprender este nuevo reto nos desbordó y compramos dicha casa, la casa de Cantonet, para la cual se acordó por unanimidad mantener el nombre y preservarlo todo, entendiendo que aunque fuéramos los nuevos propietarios, nosotros no éramos nadie para cambiar su memoria histórica reemplazando el nombre original. A partir de aquel momento, nos convertimos en “Enric i Carme de Cantonet”.

Los vecinos nos ayudaron en todo y por todo; incluso nos pusieron en contacto con el único contratista fiable autóctono de la época para poderle encargar la remodelación integral de la casa. Ese contratista se llamaba Pere Serrat Collmalhivern, con el que tuvimos una magnífica relación y con quien en todo momento nos entendimos.

"Dichas figuras fueron la excusa perfecta para hacerme feliz en días señalados de santos, aniversarios, navidades, etc. Muchas de ellas estaban anotadas y archivadas en dosieres etiquetados como sueños inalcanzables de juventud"

En el pueblo, un buen número de personas conocían las lecturas infantiles de Tintín, y los que no las conocían demostraban cierta curiosidad al descubrir una afición nueva para ellos. Mencionaré al panadero de la población, Manel Nart, gran experto en Josep Pla, el cual rememoraba las tardes de domingo que pasaban en su casa, una masía llamada “La Montada”, situada en la más estricta soledad y aislamiento, apartada del núcleo urbano de Mieres, en medio de una sierra montañosa, leyendo a sus hijos las aventuras de Tintín. Imagen bucólica de reflexión, serenidad y ensueño.

En la medida que la remodelación de Cantonet iba avanzando, se nos abrió otra ventana ilusionante con la decoración de la misma. Fue una etapa fascinante, en la que nuestras incursiones en tiendas de la Costa Brava a la caza de maravillosas esculturas tintinescas propiciaban en casa una sensación de identidad y desquite respecto a un pasado plagado de abatimiento, sufrido en nuestras visitas a los locales de productos Tintín mencionados en el anterior artículo.

Jean-Pierre Talbot

Dichas figuras fueron la excusa perfecta para hacerme feliz en días señalados de santos, aniversarios, navidades, etc. Muchas de ellas estaban anotadas y archivadas en dosieres etiquetados como sueños inalcanzables de juventud. Mª Carmen tomó buena nota de ello y de mi debilidad, conduciendo el carro de mis ensueños para conseguir verme satisfecho y complacido.

Cantonet se convirtió en nuestro fortín de descanso y relajación. Las innumerables esculturas y figuras que adquiríamos pasaron a ser mucho más que meros objetos decorativos, transformando las distintas estancias de la casa.

Poco a poco, con el paso del tiempo, se fue fraguando una colección considerable, la cual pasó a ser llamada como “la colección de Cantonet”; en su momento, una de las mejores colecciones de Catalunya en producto derivado de Tintín.

A partir de ese momento, Cantonet pasó a ser algo más que el nombre de una casa de pueblo. En base a ese nombre se fueron desarrollando y forjando diferentes actividades alrededor del mundo imaginario creado por Hergé. Actividades, eventos y curiosidades que en próximos artículos iré desglosando.

Y esto no ha hecho más que empezar. Mucho por explicar, mucho por describir, dejando muy claro que, habiendo dedicado parte de nuestra vida a este personaje, podemos seguir diciendo que por suerte… siempre nos quedará Tintín.

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José Navarro
José Navarro
4 meses hace

Cantonet, siempre has tenido una memoria previlegiada. lógicamente hay sucesos que nunca se pueden olvidar, como p.e., Se hipotecó el piso, que en aquel momento ya estaba a nombre de mi mujer…, lo que vendría a llamarse un crédito a la piedra, facilitado por una gran director de cajamadrid y mejor amigo, cuando no eramos personas i no C.C.C. o expediente nº… un abgrazo Cantonet

Enrique Reverté
4 meses hace
Responder a  José Navarro

Si señor !!!! Gran persona Xavier Sáez. Hay que decirlo. Gràcies Pep.

Juanma
Juanma
4 meses hace

Desde Sevilla enhorabuena Enric por la crónica.
Espero las siguientes con impaciencia tintinera.

Enrique Reverté
4 meses hace
Responder a  Juanma

En breve Juanma, en breve !!