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A ti no te sigue nadie

Te siguen, de Belén Gopegui

Pregunta del millón de dólares que nunca ganará la autora: ¿Te siguen, el último libro de Belén Gopegui es literatura?… Siendo condescendiente, aunque no sea esa la misión de una observadora literaria, podría responder que sí. Que es literatura de pancarta y megáfono con tanto derecho (o no, dejémonos de hipocresías) a ser escrita como cualquier otra. Pero hay libros que no se escriben: se declaman, se vocean, se consignean como a través de un megáfono en la manifa del domingo. Y el de la pretendida novelista Belén Gopegui, multirreincidente desde hace décadas, es uno de esos. Más que novela, Te siguen parece el panfleto de una asamblea universitaria mal redactado por alguien que leyó a Orwell de oídas, o vio la película y decidió que era buena idea meterla en la batidora con teorías de capitalismo vigilante, nombres propios de izquierda acomodada y toneladas de palabrería más hueca que la ideología de una calabaza. El resultado (como era de prever desde la segunda página) es un ladrillo ideológico que ni con una motosierra narrativa se puede partir.

En esta desdichada novela nadie vive, ni sufre, ni respira. Casilda, Jonás, León, Minerva y compañía parecen inventados por un comité de redacción de manifiestos cursis puesto de marihuana de mala calidad hasta las cejas: todos hablan como si estuvieran en una mesa redonda existencialista, tomándose a sí mismos muy en serio mientras citan a Zuboff entre cafés ecológicos y miradas culpables. No hay un solo diálogo en una página que no suene impostado, una sola emoción que no esté pasada por el filtro de la corrección política, ni un solo sentimiento real, ni una sola situación narrativa. Hay pedantería y autocomplacencia infinitas.

"No hay un solo diálogo en una página que no suene impostado, una sola emoción que no esté pasada por el filtro de la corrección política, ni un solo sentimiento real, ni una sola situación narrativa"

Y ojo, cuidado, atención, que hay gente, lectores ingenuos y de buena voluntad (en el mundo, incluso el de los libros leídos o por leer, hay gente para todo) que pueden confundir hablar de política con escribir buena literatura: hay que ver qué autora tan comprometida con las nobles causas y tal. Pero ni de lejos es lo mismo. Aquí, en esta novela (uso el término “novela” con verdadero rubor) todo se reduce a una sucesión de monólogos disfrazados de diarios íntimos, como si Gopegui hubiera decidido que la novela de verdad es una molestia, un ejercicio de chichinabo propio de escritores no comprometidos con la humanidad, como María Dueñas, Julia Navarro o Eduardo Mendoza, mientras que lo suyo, lo noble, lo necesario, lo de verdad, es el boletín ideológico.

No iré mucho más allá, porque ya la crítica nacional (la internacional ni se enteró de la existencia de esta novela, afortunadamente) ha dedicado lindezas adecuadas a Nos siguen: “Todas las voces suenan igual, como si hablaran desde una única mente” (El Cultural). “La idea ya fue explorada mejor en novelas previas (El Periódico)… Y es que se trata exactamente de eso. La única mente desde la que hablan los personajes, la de Belén Gopegui, es una mente terriblemente aburrida, pero es que además la idea, su origen y desarrollo, ni es nueva ni mejora nada de lo ya escrito sino que lo rebaja y degrada. Es sólo una triste distopía de segunda, incluso de tercera mano. Y para rematar la desolación lectora, el supuesto argumento de personas heroicas que (nunca lo adivinarían ustedes, ni yo) se rebelan contra un sistema de vigilancia totalitario, tiene tanto nervio como un papel de arroz mojado o el otrora muy activo órgano principal (que a estas alturas una imagina más bien fláccido) de Donald Trump. La tensión narrativa brilla por su ausencia. Hay más dinamismo en un tutorial de Excel que en estas páginas donde no es sólo que, como señalaba El Cultural en su ejecución al amanecer de la señora Gopegui, “no consigue cuajar una historia con verdad humana plena y conmovedora”. Es que toda la novela es una burda colección de intenciones sin alma, un desfile de consignas ideológicas disfrazadas de conflicto humano, una intriga que no intriga, una rebelión que no se rebela, una novela que no novela nada en absoluto.

"Su prosa es densa, reiterativa, y tiene la sutil delicadeza, la elegancia y el garbo de un boletín de Comisiones Obreras"

Hay buenos autores que escriben ideologías con el bisturí (Javier Cercas, por ejemplo), pero Gopegui escribe con una pala de enterrador. Su prosa es densa, reiterativa, y tiene la sutil delicadeza, la elegancia y el garbo de un boletín de Comisiones Obreras. En vez de contar, explica. En vez de emocionar, sermonea. En vez hace pensar, riñe. Leer Te siguen es como escuchar a alguien absolutamente convencido de tener razón durante trescientas páginas. Echarse una siesta con subrayados. Porque la ambientación orwelliana (que acumula unos cuantos años e infinidad de imitadores) está tan vista que ya no asusta ni a los algoritmos. Todo suena en esta novela a refrito con aceite de verbena popular en la que los organizadores se comieran las gambas a escondidas: la vigilancia, la tecnología opresiva, los debates sobre libertad… Te siguen es una distopía sin filo, sin novedad, sin chispa, sin alma. Es como si Gopegui hubiera escrito mirando el retrovisor, sin preguntarse si el lector aún tiene paciencia para el enésimo discurso sobre el Gran Hermano con nombres nuevos. He leído de mis alumnos redacciones más atrevidas y originales que ésta.

Repito que Te siguen es un timo de la estampita y no una novela. Es un panfleto que se avergüenza de mostrarse como tal, camuflado con el ropaje pretencioso de una presunta alta literatura comprometida, escrito no para lectores de a pie como esta servidora, sino para ser elogiado en las redes sociales por los muy cafeteros (la familia, amigos cercanos y compañeros de pancarta varios). La autora pretende concienciar, pero no se convence ni a ella misma. Quiere conmover, pero aburre hasta al editor y al librero. Aspira a ser profunda, pero apenas rasca la superficie de su propia irrelevancia. Es, resumiendo, mortal de necesidad: de las que matan a una autora para toda la vida (aunque Gopegui como novelista lleva muerta desde hace mucho, si es que alguna vez estuvo viva). Hay quien cree, y es evidente que ella lo cree, que escribir con ideología basta para hacer arte. Pero la literatura, la verdadera novela, la escriban Gopegui o su porquero, no es una consigna ni un panfleto: es una verdad. En Te siguen, no hay rastro de verdad ni de novela.

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