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Las cicatrices del héroe

Las cicatrices del héroe

Con velada resignación afirma Ricardo Vilbor, el guionista de Antonio García-Monteabaro, Inmortal, el cómic dentro de la colección de Historia de España en Viñetas para Cascaborra ediciones, que si el protagonista hubiera nacido en los Estados Unidos hoy habría todo tipo de series, películas y documentales en torno a este personaje patrio, que sin embargo murió arruinado y fue enterrado en una fosa común para indigentes.

Porque al final murió, sí, como era de esperar. Y no resucitó como el Mesías. Porque inmortal efectivamente no era. Pero se lo puso difícil a Hades, fastidiando mucho a los franceses. Aunque parezca mentira.

Antonio García-Monteabaro, Inmortal cuenta la gran gesta del arcabuceado, en un intento de descubrirnos la increíble genética del superhombre de Castropol que, durante la Guerra de la Independencia española, fue herido más de treinta veces —catorce de esas heridas fueron mortales—, fusilado y rematado en el suelo con un disparo a bocajarro. Abandonado como un perro y recogido por un pastor que pasaba por allí, una vez recuperado, se tomó la venganza contra el francés que le había fusilado. Je t’avais tuée! (¡Yo te maté!) Fue lo último que dijo el de la France. De ahí que le apodasen el inmortal.

El cómic comienza con el prólogo de Jaime Cervera Cuerda, cuyos artículos acerca de García-Monteabaro inspiraron al guionista Ricardo Vilbor y al dibujante Eduardo Batán “para que hagan su propia contribución a la labor de difundir su vida”.

"Al parecer, un cura de apellido Merino se encargó de destruir gran parte de los documentos que existían del Inmortal, entre ellos su impecable hoja de servicios"

Tras las palabras introductorias de Cervera, entramos de lleno en la historia, en Madrid, el 25 de enero de 1813, a menos de un mes de recibir los honores en el oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, con poderosos primeros planos en los que no hay narrador. Los autores presuponen que los lectores somos lo suficientemente capaces de entender a la perfección lo que se nos cuenta. Así nos adentramos en la maravillosa y casi imposible vida del militar. Porque esta es la esencia del cómic. Inmortal sigue los códigos del género haciendo que la lectura sea fluida y rápida. Eduardo Batán, arquitecto de profesión, explica que “menos es más”. De ahí que las viñetas sean grandes y los bocadillos los necesarios. No hay relleno ni nadie que nos interrumpa explicándonos lo que vemos porque “el relato lo conducen las ilustraciones”. Unos dibujos hechos a lápiz que conjugan el juego del presente, el pasado y el futuro, sin necesidad de hacer cambios bruscos en la coloración, quizá un discreto sepia para centrar al lector en los recuerdos de Monteabaro. Pero poco más. Porque para armar esta historia se ha tenido que tirar de la ficción con base histórica. Al parecer, un cura de apellido Merino se encargó de destruir gran parte de los documentos que existían del Inmortal, entre ellos su impecable hoja de servicios. Tal vez por ello los autores no se han limitado a contarnos solo aquello de las múltiples heridas en el transcurso de la guerra: balazos a cascoporro, cuchilladas sin piedad, cortes en los muslos, estocadas criminales y un fogonazo de pólvora en Fregenal de la Sierra, en donde Antonio peleó contra 17 soldados franceses e hizo prisionero a su comandante. Además recuperó una bandera española que había sido capturada previamente por los enemigos, hecha unos zorros, eso sí, y que ilustra de oro y grana la portada del cómic. Han ido más allá, y como explica Ricardo Vilbor, no se trata solo de enumerar estos hechos heroicos, sino de hacer “una construcción del personaje tridimensional: hizo esto, pero por qué pudo hacer esto, por qué pudo no hacerlo”.

 

"El Inmortal nos descubre las cicatrices del héroe, marcadas a fuego desde niño, la violación a su hermana y el asesinato de su padre a manos de los invasores galos"

El Inmortal nos descubre las cicatrices del héroe, marcadas a fuego desde niño, la violación a su hermana y el asesinato de su padre a manos de los invasores galos. Puede que sean estos demonios los que provocaron que el asturiano ya no temiera a la muerte, sino que la persiguiera con un afán irracional e hiciera de su búsqueda su particular santo grial. Como el personaje que interpreta Russell Crowe en Gladiator: “Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de las tropas del norte, general de las legiones Félix, leal servidor del verdadero emperador, Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y alcanzaré mi venganza, en esta vida o en la otra“. Y Monteabaro, como Máximo, alcanzó su objetivo y se vengó. Y como sus enemigos, mató. Pero alcanzó la gloria demasiado pronto. Retirado y homenajeado a la edad de 22 años, décadas más tarde fallecía en un hospital de A Coruña. Dicen que su muerte nada tuvo que ver con sus antiguas y orgullosas heridas de guerra. Lo que mató al Inmortal fue el olvido de aquellos que no hacía tanto lo habían laureado con los máximos galardones y habían coreado junto al actor Frediani un soneto (que se conserva) dedicado al héroe.

El cómic de Cascaborra finaliza con un glosario de personajes, tanto los documentados como los ficticios. “Que las cosas sean creíbles es más importante que sean reales” apunta Eduardo Batán. La paradoja de Antonio García-Monteabaro, alias el Inmortal, es que su historia de resistencia a la muerte es tan increíble como real. Merecida tiene su leyenda y su recuerdo eterno.

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Autor: Ricardo Vilbor y Eduardo Batán. Título: Antonio García-Monteabaro, Inmortal. Editorial: Cascaborra. Venta: Todostuslibros.

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Eduardo Expósito Rodríguez
Eduardo Expósito Rodríguez
3 meses hace

“Un cura llamado Merino” Es decir que no conoce al cura Merino. ¿es posible conocer siglo XIX español y no haber oido hablar del cura Merino? Me sobra también la cita del bodrio de Gladiador que realizó Ridley Scott. Con todo agradezco el artículo sobre un heróe cuya existencia desconocía. Resulta interesante y fácil de leer