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Seguir jugando

Una joven mujer llega a una residencia artística decidida a que su vida no sea banal e intercambiable. La protagonista cree encontrar en el arte un modo legítimo de transgresión para tensionar las fronteras de la ética, del cuerpo y de las relaciones.

En este making of Estela Sanchis explica qué le llevó a escribir Hasta aquí todo va bien (Candaya).

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Había vuelto de una residencia artística con la convicción de que no sería artista. Empezaba a tener una edad, la cosa no estaba funcionando y no podría seguir mucho más tiempo fingiendo que aquello valdría la pena. La experiencia allí tuvo un final desastroso y sentía que algo se había roto del todo. Decidí tomar dos caminos igualmente precarios y así fue como a mi vuelta me matriculé en el doctorado y abrí junto a mi pareja una librería. Era finales de 2019, nada podía salir mal.

Salí del confinamiento con una investigación en marcha que se había viciado por lo ocurrido. El aislamiento, el miedo, las ausencias, todo se había pegado al texto y más tarde cada vez que lo recuperaba lo sentía enrarecido. Por otro lado, la vuelta al trabajo me exigía tiempo y presencia, así que fui desviando la atención hacia lo urgente. Los libros —leerlos, recomendarlos, inventariarlos, venderlos— ocuparon toda mi atención. Pero echaba de menos esa cosa que te anuda el estómago cuando empiezas a trabajar en una obra que te importa. Algo como un riesgo leve, tibio, como cruzar la calle con el semáforo en rojo. Echaba de menos tener el subterfugio para jugar.

"Tras la residencia se me agotaron las excusas. Pensé que una tesis me mantendría en contacto con el arte, pero la escritura académica me resultó agotadora"

Hasta entonces había llevado a cabo algunos proyectos artísticos que involucraban cierto grado de exposición y de cesión del control al otro. Esto me ayudaba a no tener que tomar decisiones, pero sobre todo a ser capaz de sorprenderme con el proceso y sus resultados. Y por supuesto, estaba el componente lúdico. Tenía una idea que era el disparador de una situación que implicaba relacionarme con alguna persona desconocida. Según su reacción, encaminaba el proyecto de una u otra forma. Registraba el proceso con fotografías y diarios. Asistía al desenlace como una espectadora más, y eso era liberador, divertido y excitante.

Tras la residencia se me agotaron las excusas. Pensé que una tesis me mantendría en contacto con el arte, pero la escritura académica me resultó agotadora. Pronto deserté del doctorado y empecé a escribir sin ataduras, tratando de poner en orden la que había sido mi última experiencia como artista, para entender si ese fallo, ese error que me había desviado de todo propósito creativo podía ser también terreno fértil, para domar el miedo a los fantasmas propios y ajenos. Y enseguida, al empezar a reflexionar sobre aquello que nos avergüenza, que queremos esconder, aquello que no tendría que decirse en voz alta, en ese momento algo volvió a moverse.

"Era la forma de dejar la puerta abierta al error, a la mutación productiva, porque sobre la realidad no hay control posible"

Sentarme a escribir esta novela supuso por primera vez hacerme responsable del acto creativo y de sus potenciales consecuencias. De alguna forma era un terreno más seguro, porque no tenía que poner el cuerpo. Sin embargo con la decisión de reconocerme en el personaje principal — una mujer de pulsiones oscuras y comportamientos cuestionables— otorgándole mi nombre, de mantener los nombres reales de las personas que aparecen en ella, los lugares, etc, conseguía mantener la tensión de lo impredecible y a la vez abrir accesos a la realidad dentro de la ficción, permitiendo las filtraciones. Era la forma de dejar la puerta abierta al error, a la mutación productiva, porque sobre la realidad no hay control posible. Escribí teniendo esto en mente. Quería construir algo que funcionase dentro y fuera del libro, que recogiese aquellas pasiones que había ido abandonando —mi brevísima carrera como artista, la investigación académica— y que pudiese a la vez volverse en mi contra para, de alguna forma, poder seguir jugando.

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Autora: Estela Sanchis. Título: Hasta aquí todo va bien. Editorial: Candaya. Venta: Todostuslibros.

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