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Dormir es más íntimo que follar

Dormir es más íntimo que follar

Les tengo fe a los narradores de las obras de ficción. Sin ser dioses, son como dioses y como Dios, dicen la verdad. En la ficción, claro. Pues bien, mi fe en ellos se ha reforzado después de saborear lo que dice el narrador de Poderes terrenales, de Anthony Burgess (El Aleph Editores, 2008) hacia la mitad de la novela: «Quiero que el lector entienda el problema que aquí se me plantea. Si esto fuera una obra de ficción, no habría obstáculo alguno para imponerle a usted una suspensión del juicio, pero no se trata de una obra de ficción y necesito su fe. Y, sin embargo, en un sentido, todo recuerdo es ficción, aunque la creatividad de la memoria no esté al servicio del arte, que está, por su parte, al servicio de una verdad más profunda que la simple verdad objetiva. La memoria miente pero nunca podremos saber seguro cuánto. Lo único que yo puedo hacer es transmitir lo que me dicta la memoria».

Aquí hay un programa de escritura creativa, sépanlo ustedes. Completo y sin adornos. Y nunca antes, me atrevería a decir, una cita me había proporcionado tanto contexto para hablar de la nueva novela en Seix-Barral de Isaac Rosa (Sevilla, 1974), Las buenas noches. Tras la cita, el narrador burgessiano nos presentaba un exorcismo de verdad, donde la víctima desprendía un olor a amoníaco, a carne pútrida y a desagüe atascado; por el contrario, en la novela de Isaac Rosa el exorcismo consistirá en descubrir un remedio para que el narrador protagonista encuentre el sueño, una cama donde dormir y pueda decir ¡buenas noches!

"Menos mal que la ficción, o esa necesaria y justificada suspensión del juicio al que nos referíamos al comienzo, ayuda a colocar a la mujer legítima del protagonista donde debe para que no salte todo por los aires"

En Las buenas noches quien se encarga de armar la novela lo hace a partir de su memoria y sobre dos pilares. Por un lado, la creatividad de la memoria anota los remedios contra el insomnio que encuentra por ahí. Parecen remedios embadurnados con la misma pátina que los reels del cuñado de Instagram: frases hechas, tópicos y pura sabiduría cuñada. En ese diario escribirá, por ejemplo, a qué hora se acuesta, a qué hora se levanta, cómo es el trasiego nocturno, cuánto tarda en dormirse, si ese día ha echado una siesta o pestañá, si ha bebido café, vino, té o ha ingerido ibuprofeno y a qué se ha dedicado antes de apagar la luz, si al ajedrez online o a qué. Este diario comienza un 21 de febrero y acaba un 23 de marzo. Es un intervalo temporal que se solapa con un segundo diario, que es el corpus narrativo de la novela, donde el protagonista cuenta lo que le sucedió y el remedio que encontró para dormir. La redacción es muy literaria, repleta de enumeraciones y geminaciones y en general, con un ritmo que fluye muy bien. Este último diario empieza un día a las 1:15 de la madrugada y acaba con una última entrada escrita a las 5:55 de la mañana.

La novela es el cuento de ese diario. Dos personas, un hombre y una mujer, quedan unidas durante un mes por el insomnio. Han descubierto que dormir juntos es el remedio para conciliar el sueño. Hay un primer balazo a la verosimilitud, pero Isaac Rosa lo supera. Así pues, un chico y una chica, ambos casados, se citan para dormir. Él, a lo largo de la novela, se conforma como un desgraciado, y se hace adicto a una situación surrealista. Mientras se consolida esa dependencia hacia la mujer casada de la que nunca sabrá su nombre (ni que fuesen animales), mientras se desespera cuando no consiga dormir con ella, su obsesión se desbocará cuando ella desaparezca y él trate de encontrarla. El protagonista se convierte en un adicto al sueño con una mujer casi desconocida, pero mientras, nos cuenta su vida laboral y la mierdas del mundo editorial al que pertenece: la estafa de los másters y los cursos de escritura creativa, los plazos de entrega de los distintos trabajos: correcciones, reseñas, informes editoriales; la morralla del management y la autoayuda…, y un ataque desternillante al mindfulness (¡porque, como todos sabemos, no funciona!).

Menos mal que la ficción, o esa necesaria y justificada suspensión del juicio al que nos referíamos al comienzo, ayuda a colocar a la mujer legítima del protagonista donde debe para que no salte todo por los aires. Hay un cierto desajuste entre las intenciones de él para con su mujer y las que le descubre a ella, pero no precipitan en la novela y es un conflicto que da pena que no termine de resolverse. La infidelidad se produce por partida doble en la imaginación del lector ya que el relato no nos descubre ninguna verdad objetiva, aunque de eso se trataba.

"Isaac Rosa necesitará tu fe para demostrarte que la memoria de quien narra su novela miente, aunque nunca sabremos seguro cuánto"

Si algo nos demuestra Las buenas noches es que dormir es más íntimo de follar. Es una verdad profunda de este texto y una buena conclusión para dos amantes que no pretendían mantener una relación amorosa, sino de somnolencia. Por eso nos recriminan por qué dormimos nosotros: «la pregunta no es: por qué no dormimos nosotros. La pregunta es: por qué dormís vosotros. Lo raro es dormir». Pura fisiología del sueño.

El insomnio es una excusa que toma Las buenas noches, como podía haber elegido el estreñimiento —que es pura fisiología también—, para describir las tres relaciones de pareja anómalas que se presentan en la novela y que terminan varadas y anestesiadas por la rutina y el malestar emocional. Al mismo tiempo, la obra nos revela la relación laboral que soporta el protagonista, caracterizada por la deshumanización y la alienación. Y no nos iremos sin sorprendernos al ver la fotografía —bastante realista según mi parecer— del desquicio y el estrés al que se ve sometido un padre, trabajador autónomo y hombre divorciado, para llegar a final de mes.

Isaac Rosa necesitará tu fe para demostrarte que la memoria de quien narra su novela miente, aunque nunca sabremos seguro cuánto. Por eso, su protagonista relata y deja por escrito aquello que recuerda mientras fue un hombre insomne que solo podía dormir cuando se reunía con otra mujer insomne en hoteles, algunos, de mala muerte. Un personaje raro, sin duda, que por desgraciado, estuvo a punto hasta de perder las zapatillas con las que salía a correr. Lo que sí perdió fue la vigilia de su dignidad.

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Autor: Isaac Rosa. Título: Las buenas noches. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.

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