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Vínculos

Portada: Fragmento de la pintura ‘French nurses tend wounded soldiers’. Henri Gervex, 1915.

Mayo de 1983. En un vehículo rumbo a la Universidad de Columbia se encuentra Isaac Asimov, escritor y bioquímico. Para esas fechas había publicado cientos de textos, novelas, ensayos e incluso sus memorias. Se dirigía a la universidad que le vio graduarse en 1939, pero ese día no iba solo en el transporte; lo compartía con la enfermera Hildegard E. Peplau, la cual recibiría su doctorado honoris causa en ciencias en el mismo centro universitario.

Y lo que más desearía saber es qué conversación pudo allí aflorar, pues desconocemos hasta qué punto Asimov se vio influenciado por el trabajo de Peplau ya que, dentro de su amplia producción, el escritor dedicó una narración a esta profesión sanitaria, convirtiéndose en una de sus piezas literarias favoritas. Una que llegaría hacerle llorar de la emoción por haberla escrito. Su título: El niño feo.

Este relato fue publicado, por vez primera, en septiembre de 1958 en la revista Galaxy Science Fiction. El niño feo profundiza en la historia de un niño neandertal que es arrastrado al futuro por medio de un sistema de captación espaciotemporal, desarrollado por la empresa Stasis Inc. El único factor determinante de todo ello es que el niño no puede ser movido del módulo estático en el que se halla, debido al riesgo de desencadenar posibles paradojas temporales. Para cuidar del joven neandertal —llamado Timmie— la organización contrata a una enfermera especializada en pediatría, Edith Fellowes.

"La forma en la que se componen y avanzan los compases de ese cuento es similar a la evolución en etapas del modelo que propuso Peplau"

Años antes de la publicación de El niño feo, en la misma década de los cincuenta, podemos profundizar en la figura de Hildegard Peplau, cuya principal colaboración fue realizada en el ámbito de la salud mental. En 1952 publicó su libro Relaciones interpersonales en enfermería, donde expuso un nuevo paradigma revolucionario para la disciplina enfermera, focalizándose en la relación social y la experiencia compartida. Fue la primera teoría (reconocida como tal) sobre el ejercicio de la enfermería.

Lo más maravilloso de todo es que, si uno se fija en El niño feo, de Asimov, podrá comprobar cómo el modelo de Peplau se funde entre sus engranajes narrativos. El fundamento de la historia es el crecimiento personal que comparten tanto Timmie como Edith, a partir de una relación mutua que va evolucionando a lo largo de la narración. La forma en la que se componen y avanzan los compases de ese cuento es similar a la evolución en etapas del modelo que propuso Peplau. A continuación se plantea una comparativa entre ello.

1) Orientación, o instante en que una persona presenta una necesidad, la cual es identificada: “[…] la señorita Fellowes examinó al pequeño con ojo clínico… y dudó durante unos instantes de sobresalto. Lo examinó más allá del barro y los gritos, más allá del agitar de extremidades y el inútil retorcimiento. Vio al niño propiamente dicho”.

2) Identificación, momento en el que el individuo empieza a responder selectivamente a las personas que le aportan ayuda y atención, generando vínculos afectivos: “Porque yo sé que te llamas señorita Fellowes, pero…, pero a veces te llamo «mamá» sin decirlo. ¿Te parece bien?”.

3) Aprovechamiento, o periodo en el que la persona se beneficia de los recursos y servicios específicos que le brinda el personal para favorecer su bienestar y establecer nuevos objetivos según su estado: “El chico no habla con nadie excepto conmigo. De momento, por lo menos. Tiene un miedo terrible a cualquier otra persona, y no es de extrañar. Pero sabe pedir comida, indica prácticamente cualquier necesidad, y entiende casi todo lo que le digo”.

4) Resolución, o fenómeno psicológico en el que la persona abandona paulatinamente los lazos desarrollados y se prepara para retornar a su hogar o “vida previa”: […] La señorita Fellowes se levantó y, sin soltar al niño, se subió a la silla. Hizo caso omiso del repentino inicio de un grito en el exterior y, con la mano libre, tiró con todas sus fuerzas de la cuerda que colgaba entre dos resquicios. Perforó Estasis y la habitación quedó vacía”.

"El niño feo es un bello ejemplo de cómo la literatura transmite enseñanzas y valores sobre el cuidado pero, sobre todo, de la importancia de la ayuda mutua"

Hasta aquí uno se pregunta: todo lo anterior, ¿para qué? Bueno, creo que para aquello que nos atañe a todos: nuestro bienestar. Mostrar calidad en nuestra vida diaria, disfrutar de emociones y de experiencias. Forjar hábitos que moldeen nuestra identidad dentro de ese continuo salud/enfermedad. No estamos hablando de técnicas ni de abordajes clínicos, sólo de algo tan sencillo como el vínculo entre un ser humano y otro. La relación entre una persona y otra que muestra temor, quizás malestar; también puede reflejar inseguridad o suspicacia, quién sabe. Por ello, citando a Margaret Mead, «damos lo mejor de nosotros mismos cuando servimos a los demás».

El niño feo es un bello ejemplo de cómo la literatura transmite enseñanzas y valores sobre el cuidado —ese es su éxito— pero, sobre todo, de la importancia de la ayuda mutua. Ser humanos, en definitiva. Cuando lo relean (o lean por primera vez) deseo que se acuerden de lo aquí descrito. Una mirada, una sonrisa, un leve gesto, un abrazo o un apoyo pueden enriquecer nuestra vida. Probadlo.

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