Basada en hechos “rigurosamente reales”, esta novela cuenta la historia de una mujer que fue testigo —y denunciante— del modo en que la trama Gürtel robaba el dinero que entraba a espuertas gracias a la especulación inmobiliaria. Una novela, pues, sobre ladrones con corbata y escaño.
En este Making Of, Javier Bardón cuenta el origen de Ana contra Gürtel (Alrevés).
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A la historia de Ana Garrido llegué por casualidad, como aquel que sale un día a pasear y se da de bruces con alguien al que no ve desde hace tiempo. Yo me estaba documentado para escribir otra novela que guardaba ciertas concomitancias con su caso —era una historia de corrupción que sucedía también en la Comunidad de Madrid— y, de repente, me acordé de que la madre de una amiga me había comentado que tenía su contacto. La llamé y quedamos para tomar café.
La historia de Ana Garrido me parece idiosincrática de cómo funciona la corrupción en nuestro país; no solo la corrupción de los grandes titulares de periódico, sino la de baja intensidad, la del pan nuestro de cada día; esa pequeña corrupción que te facilita entradas para un concierto porque conoce a un fulanito de tal, que diseña un puesto de trabajo a la medida del amigo o te prioriza en las listas de espera de un hospital.
Considero importante acentuar ese aspecto de la corrupción, porque es ubicuo, sistémico, algo de lo que todos participamos en cierta medida. Esa es una de las posibles lecturas del texto: hasta qué punto esa corrupción de baja intensidad es algo endémico en nuestra sociedad.
También me interesaba la idea de singularizar la experiencia. Los libros sobre corrupción que había leído hasta ese momento —y entre ellos destaco La Ciudad de la Euforia— tenían un enfoque periodístico, se centraban más en las intrigas y enredos, en quién hizo qué, cuándo, dónde. Quería llevarme una trama tan compleja como la de la Gürtel a un formato más íntimo, a la vivencia emocional de una persona concreta.
Ana me contó que le habían ofrecido contar su historia en varias ocasiones. Alguna vez, incluso, se había reunido con gente de Planeta y de alguna otra editorial, pero nunca se había sentido capaz de dar el paso. Aún la sentía demasiado fresca, aún le removía. No sé bien por qué se abrió conmigo. Quiero pensar que fue porque le caí bien o por mi profesión de psicólogo, pero sé que las mayoría de las veces es simplemente una cuestión de aparecer en el momento justo.
Empezamos a trabajar. Como Ana vivía en Conil de la Frontera manteníamos conversaciones semanales por teléfono. Ella me iba detallando la historia y yo iba completando los huecos con artículos de prensa, sentencias judiciales, búsquedas en internet. No fue una narración que avanzara de una forma lineal, ordenada, sino, más bien, de forma deslavazada, a tirones, porque había partes que aún no podía o no quería afrontar. Partimos de los momentos más dulces, de las buenas experiencias, y nos fuimos adentrando poco a poco en las traumáticas. Para la parte final tuve que viajar a Conil. Por teléfono creo que no hubiera podido.
Esta forma de descubrir la historia, de a poquitos, me planteó dos problemas principales: uno de estructura y otro de personajes. Debido a mi mente cartesiana, si puedo elegir, prefiero conocer de antemano la trama en su conjunto, pues eso me permite un mejor diseño de los capítulos, pero en este caso no pude, y tuve que trabajar asumiendo las zonas oscuras, que no controlaba y ni siquiera intuía, y que más adelante —me temía— podrían afectar a lo ya escrito. El segundo problema, el de los personajes, era más un problema cuantitativo y retentiva, puesto que había muchos, y muchos de ellos aparecían de repente o de repente se desvanecían.
Con respecto a lo primero, me decidí por una estructura in media res, empezando la novela por la parte más amable, la que acontece en Costa Rica, para, desde ahí, introducir un flashback hacia la primera parte de la historia, que comienza con la entrada de Ana en el ayuntamiento y acaba con la entrega del dossier, y una segunda parte de cuando regresa a España y sufre el acoso laboral, mediático y judicial.
En cuanto a la proliferación de personajes, lo que intenté fue colocar a cada uno en su momento focal, que apareciera, que brillara en su papel, y luego desapareciera, de forma que lector comprendiera este juego y no tuviera que hacer un esfuerzo extra en tratar de retener los nombres para más adelante.
Creo que esta historia de Ana Garrido es un pedazo de nuestra Historia, con mayúscula. A la postre tumbó a todo un gobierno, el gobierno de Mariano Rajoy. No solo fue ella, claro está, pero sin su heroicidad hubiera sido un poco más difícil y las consecuencias me remito. Ana subsiste hoy, pero malvive. El mismo sistema al que había servido la acabó triturando, abandonando, olvidando… —¡salvo por este libro, claro está!—.
Esa es una reflexión que también me interesa. ¿Por qué acabó de eso modo? Probablemente no era el final que merecía, aunque, tal vez, viviendo en el país que vivimos, era el único posible final.
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Autor: Javier Bardón. Título: Ana contra Gürtel. Editorial: Alrevés. Venta: Todos tus libros.


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