Más o menos todo el mundo en España habrá escuchado alguna vez la canción “Un ramito de violetas”, la original de Cecilia o la versión aflamencada aún más conocida de Manzanita. Incluso habrá quien la haya perpetrado en un karaoke o un piano bar. La compuso Evangelina Sobredo Galanes, cuyo nombre artístico era Cecilia, y ocupaba el octavo lugar del disco homónimo publicado en 1974. Cecilia fallecería dos años después, a los 27 años, cuando el coche en el que viajaba chocó con un carro tirado por bueyes en un pueblo de Zamora.
“Babooshka” es una sofisticada canción pop con toques de rock experimental, en la que Kate Bush despliega toda su teatralidad vocal, incluidos sus inconfundibles falsetes y vibratos de soprano. “Un ramito de violetas” es una sencilla balada romántica con influencias de la llamada canción de autor, y la interpretación de Cecilia resulta contenida e íntima, casi un susurro, sin ningún dramatismo ni alarde vocal.
Aunque pertenecen a géneros distintos y están interpretadas por artistas de estilos muy diferentes, estas dos canciones comparten semejanzas que, en cierta forma, las hermanan. Ambas nos cuentan una historia con sus personajes, su trama y su desenlace. Ambas tratan sobre un amor no sólo secreto, sino también cuidadosamente oculto. Y ambas recurren a un mismo recurso narrativo que, aprovechándome del término introducido por Wayne C. Booth en su libro La retórica de la ficción, no he tenido empacho en denominar el “remitente no fiable”.
En la canción de Cecilia, una señora casada recibe anónimas cartas de amor llenas de poesía y, cada nueve de noviembre, como siempre sin tarjeta, un ramito de violetas. En la canción de Kate Bush, un señor casado recibe con deleite cartas perfumadas de una misteriosa admiradora, todas ellas sugerentemente rubricadas con el seudónimo: All yours, Babooshka.
¿Quiénes están detrás de las identidades ocultas de esos enigmáticos remitentes? ¿Quiénes son los misteriosos admiradores que alimentan las ilusiones románticas de sus destinatarios? Kate Bush no se anda por las ramas y desvela el misterio en la primera estrofa de su canción: Quería poner a prueba a su marido. / Sabía exactamente qué hacer. / Un seudónimo para engañarlo… En cambio, Cecilia opta por el suspense y espera hasta la última estrofa para, en un inesperado giro final de la trama, revelárnoslo: Y cada tarde, al volver su esposo / cansado del trabajo, la mira de reojo. / No dice nada porque lo sabe todo. / Sabe que es feliz, así de cualquier modo, / porque él es quién le escribe versos. / Él, su amante, su amor secreto, / y ella, que no sabe nada, / mira a su marido y luego calla.
Sí, son sus respectivos cónyuges los que han ideado el engaño (qué canallas), pero sus motivaciones son distintas y en eso difieren. El marido de “Un ramito de violetas”, que en la misma canción es descrito como “el mismo demonio”, crea en su mujer una fantasía romántica e inventa para ella un amante tierno y atento (aunque también lejano e intangible) que ella idealiza, tratando quizá con ello paliar su propia falta de afecto y ternura. Narrativamente la canción se sostiene con la revelación final que no sólo sorprende, sino que obliga a una relectura de la letra y una reinterpretación del personaje del marido, que resulta ser más tierno y romántico de lo que nos parecía.
Pero las cosas no son tan sencillas con la esposa de “Babooshka”, pues sus intenciones son más retorcidas. Ella quiere probar a su marido, inventa un seudónimo para engañarlo, pero, ya lo advierte la canción, “no podía haber hecho nada peor”. Y tiene toda la razón. Después de las cartas perfumadas quiere ir aún más lejos para saber hasta dónde llegará su marido y acuerda una cita con él. A la cita acude ella de “incógnito” y cuando él la ve tiene “la sensación de que se habían conocido antes. / Era inquietante cómo ella / le recordaba a su pequeña dama / su capacidad para darle todo lo que él necesitaba…”. El marido no reconoce o no quiere reconocer a su mujer y grita: “Soy todo tuyo / ¡Babooshka, Babooshka, Babooshka-ya-ya!”.
Si su intención era descubrir una infidelidad, el plan no le sale nada bien. Es ella quien termina atrapada en su propia mascarada. Y aunque la letra no lo dice, los cristales que se rompen al final de la canción sugieren que algo entre ellos ha estallado en mil pedazos. El desenlace es más ambiguo y abierto que el del ramito de violetas, dejando al público con las mismas dudas e incertidumbres que habitualmente nos genera la vida real.
Los desenlaces resultan diferentes en cada canción, pero la cuestión que subyace es la misma: ¿qué pasa cuando se termina el amor? ¿Qué sucede cuando, a pesar de todos los pesares, pasan los años y los afectos se desgastan? ¿Qué deja el amor cuando el amor se termina?
Cuando Cecilia escribió “Un ramito de violetas” tenía apenas 25 años, y cuando Kate Bush compuso “Babooshka”, contaba con solo 21. Resulta sorprendente que, siendo ellas tan jóvenes, se atrevieran a explorar las complejidades del amor conyugal tardío y el desgaste afectivo, demostrando una madurez artística muy precoz.
Aunque Cecilia publicó su canción seis años antes que Kate Bush, creo que se puede descartar la posibilidad de que esta última se inspirara directamente en la primera. Al parecer, “Un ramito de violetas” se basó en un cuento que Cecilia escribió en su adolescencia, mientras que “Babooshka” se inspiró en una popular canción inglesa. Pero sí resulta interesante constatar que, desde circunstancias tan distintas, dos artistas abordaran un asunto tan alejado de sus propias experiencias personales con un planteamiento similar y utilizando los mismos recursos narrativos.
Ambas piezas son composiciones maravillosas que han envejecido muy bien. Merece la pena volver a escucharlas y, si se animan, seguir explorando el resto de sus discografías. Cecilia y Kate Bush son, cada una a su estilo, dos artistas geniales.
Dios las bendiga.


La canción de Bush es como una reinvención de “El Curioso Impertinente” de Cervantes. Si está inspirada, según apuntas, en una vieja canción inglesa, habría que revisar de qué época y si se trata de un tópico popular.