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Las calamidades del vigía Caviedo

Las calamidades del vigía Caviedo

La palabra vigía nada tiene que ver con Ciro Caviedo, el protagonista de El vigía de las esquinas, de Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942). Ciro Caviedo no habita en una atalaya, ni en un torreón, sino en una gaceta con sufijo despectivo. Empiezo mal si sigo por este camino, pero acabo de comenzar este texto sin saber muy bien cuál es la intención, no solo del autor, sino del narrador y del mismo Ciro, de apellido Caviedo, con esta novela.

Los subrayados que he hecho en el libro han quedado reducidos a cinco octavillas que tienen un denominador común: todas apuntan hacia la forma en la que Luis Mateo Díez ha decidido escribir esta novela de más de cuatrocientas páginas. Y con forma, claro está, me refiero al torrente léxico, a la estructura y al andamiaje y, cómo no, a sus curvas.

"Luis Mateo Díez reconoce que su quehacer literario se ha vuelto muy expresionista, incluso surrealista, y es que, como demuestra en El vigía, llega a bailar con la más fea de la literatura del absurdo"

Calamidad es el nombre del bar donde Ciro Caviedo reposta: de hechos, de vino, de dimes y diretes, de rumores y de pesquisas y donde descubre entre tanto los bretes a los que se someten los demás personajes. Calamidades, no Calamidad, aunque la primera elección del sustantivo calamidad haya sido hecha adrede. Los afijos flexivos del nombre del bar Calamidades son tan importantes como las relaciones semánticas que se establecen entre las miles —iba a escribir—, entre las decenas de palabras que el lector de esta novela deberá buscar en el diccionario de la Real Academia Española, de la que es miembro y poseedor del sillón de la letra i el autor. Y deberá realizar esas búsquedas, entre otros fines, para elucubrar quién va a bastos, quién a espadas y quién hace repóker en El vigía de las esquinas.

Luis Mateo Díez reconoce que su quehacer literario se ha vuelto muy expresionista, incluso surrealista, y es que, como demuestra en El vigía, llega a bailar con la más fea de la literatura del absurdo. Afirma, como yo mismo había recogido en algunas de las notas para escribir esta reseña, que hereda de Valle Inclán ese punto deformado de la realidad que ha integrado —¡y de qué forma!— en este texto. Tan integrada ha quedado la deformación en el libro de Luis Mateo Díez que está plagado de un léxico y de unas expresiones y giros que despegan con suma facilidad al lector del hilo argumental de la novela, por lo que estos elementos promueven una, no sé si intencionada, desconexión del relato de quienes estén acostumbrados a ir con el deíllo por las líneas del texto de las páginas para no perderse.

"Mientras lean El vigía de las esquinas podrían vincularla, como me ha sucedido a mí, con algunas piezas literarias singulares, incluso con poemarios y cómics"

Quien decida leer El vigía de las esquinas debe conocer que no está de bóbilis ni la trama ni la historia, porque habrá de luchar contra la prosa zarza en que se convierte, por momentos, el torrente del discurso narrativo que protagoniza Ciro Caviedo. Este incluso se atreve a desaparecer para abandonarnos, sin ayuda ni salvatrama, en el oleaje de una sintaxis intratable y el terror ante el monstruo que se hace llamar Pifostio de prosa con el que trata de asustarnos mientras avanzamos por los brevísimos capitulillos que parecen entradas de un blog y con los que está construida esta atalaya del vigía, detective y gacetillero con libretilla.

Pero hay literatura. Y hay literatura porque mientras lean El vigía de las esquinas podrían vincularla, como me ha sucedido a mí, con algunas piezas literarias singulares, incluso con poemarios y cómics, como La catira, de Cela, La pipa de Kif, de Valle Inclán, cuyos versos se podrían entremezclar con algunos de los episodios más desternillantes de la agencia T.I.A. de Mortadelo y Filemón, de Francisco Ibañez y cómo no, con las andanzas de Ciro Caviedo; incluso si su imaginación está sobrealimentada, podrían relacionar este vigía con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, por su atmósfera y su técnica. Y nada resultaría extravagante.

En definitiva, El vigía de las esquinas es una novela que no trae de serie el hilo de Ariadna. Es un laberinto, incluso surrealista, donde Luis Mateo Díez nos abandona, sonriente y malvado, más por viejo que por pellejo, con una única brújula: la libreta de Ciro Caviedo. Porque no hay estructura, sino pringue léxica. Un protagonista, además, que no vigila desde ningún torreón, sino que acecha a nuestra imaginación, desde esa maleza léxica, para acabar enredándola con artimañas del verbo. Leer El vigía de las esquinas es entrever cierto expresionismo pictórico, como el de los cuadros de Gutiérrez Solana, desde una taberna rancia llamada Calamidades donde solo se beben rebujitos verbales de léxico carpetovetónico. En realidad es otra fiesta, pero no del chivo, sino del verbo hecho literatura.

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Autor: Luis Mateo Díez. Título: El vigía de las esquinas. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros.

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