No siempre los coleccionistas acceden a algunos de sus objetos más preciados saliendo de casa al acecho de hipotéticas joyas. Algunas veces se te aparece la Virgen con las manos ocupadas de algún que otro artículo, conocedora de tu interés por él, sin tenerte que mover de tu fortín personal.
COLECCIÓN CONCHITA ZENDRERA Y SU HIJA MARTA
Un buen día el propietario de Cómics Sabadell me dio el contacto de Marta Ferrés Zandrera, hija de Conchita Zendrera (traductora en editorial Juventud de las aventuras de Tintín al castellano), explicándome el interés de la misma en desprenderse del ingente material tintinesco que su madre había ido guardando en su vivienda.
Marta tenía a su madre, Conchita, con 97 años ingresada en la residencia geriátrica de La Mallola (Esplugues del Llobregat), y la necesidad de prescindir del piso que tenían en la calle Muntaner era inminente, lo cual llevaba consigo mismo el hecho de vaciarlo por completo, después de toda una vida acumulando recuerdos, vivencias, objetos y enseres.
Puesto al habla telefónicamente con Marta, acordamos vernos y conocernos, pactando día y hora en dicho piso para poder llevar a cabo un inventario de todo lo relacionado con Tintín, el cual Marta ya había colocado a buen recaudo en una de las habitaciones. Habiendo visto el nivel de producto guardado sobre la obra gráfica de Tintín, decidimos que yo contactaría con la empresa de subastas SUPUBA, al frente de la cual estaba Gerard Vidal como gerente y propietario de la misma, para hacer una valoración sobre el interés que podría suponer llevar a cabo dicha venta. A todo ese lote también se unieron un buen número de obras de dibujantes catalanes (Arturo Moreno, Blanco, Coll, etc.) aportados por clientes de Cómics Sabadell y algunos de procedencia variada del mundo del coleccionismo.
Finalmente se llevó a cabo en las instalaciones de Cantonet dicha subasta, la cual fue todo un éxito rotundo de participación y ventas, como ya explicaré en otro artículo relacionado con dichos tipos de licitaciones. Al mismo tiempo Marta me preguntó si conocía algún anticuario que le pudiera vaciar la casa del resto de enseres (cuadros, muebles, objetos de plata, etc.), y resultó ser que la familia del propietario de SUPUBA eran anticuarios, por lo que los puse en contacto y, según me consta, el acuerdo entre ambas partes fue muy fructífero.
No pasaron un par de meses, cuando Marta contactó conmigo de nuevo para que me trasladara a Casa Zendrera de Cadaqués, en la cual también había material tintinesco a recoger y vaciar. Así fue que un buen día mi hijo Jaume y yo nos desplazamos hasta Cadaqués, y una vez que Marta nos enseñó el caserón enfrente de la bahía de dicha población, nos llevó a un par de habitaciones en las cuales había una buena cantidad de libros especializados acerca de la obra de Hergé, pero sin que hubiera nada especial. Ya le comenté a Marta que los libros albergados en dicha casa veraniega, como mucho, su valoración podía abarcar el gasto ocasionado en el viaje de ida y vuelta a Cadaqués para ser recogidos, explicación que Marta entendió y aceptó. De todas formas, explico esto porque la experiencia de haber estado en Casa Zendrera de Cadaqués ya de por sí alberga su encanto, dado el poso histórico y literario que se respiraba en su interior.
Pasaron bien buenos un par o tres de años de lo descrito (años de pandemia), y transcurridos los mismos Mª Carmen y yo decidimos dar un giro a nuestras vidas y nos trasladamos a vivir a la población costera de Calonge (Girona), con el trasiego que suponía el preparar las mudanzas pertinentes.
Un mes antes de dicho traslado fuimos informados del fallecimiento de Marta, a causa de una dolencia fulminante, por lo cual sus hermanos, en concreto Chitina, decidieron contactar de nuevo con el anticuario del que yo les había proporcionado su teléfono y así poder llevar a cabo el vaciado de la casa de Marta, situada en la población de Castelló de Empuries.
Tal y como luego constatamos, en aquella casa Marta también tenía guardados algunos libros y postales muy singulares de la obra gráfica de Hergé, y una vez vaciado el inmueble, a falta de unos tres días para que nosotros tomáramos posesión de la nuestra en Calonge, Josep Vidal, anticuario responsable del vaciado de la casa de Marta y padre de Gerard Vidal, gerente de SUPUBA, me llamó para preguntarme acerca de toda una serie de productos tintinescos que se había encontrado en casa de Marta.
Me envió fotos de los mismos, y finalmente, habiendo departido sobre su categoría y su posible interés, arriesgándonos a dar un perfil económico del mismo, que en principio ya satisfacía a Josep, quedamos un sábado por la mañana en nuestra casa de Calonge para valorar presencialmente el contenido del lote y su estado.
Sentados en una mesa Josep, su señora, Gerard, Mª Carmen y yo, desplegaron ante nuestros ojos todo un elenco de material que se había encontrado en casa de Marta, y empezamos a visionar y a posicionarnos sobre lo que teníamos entre manos.
Había unos cuantos libros en castellano, primeras ediciones en muy buen estado, unas cuantas postales navideñas firmadas por Hergé pero sin autentificación que lo valorase y tres libros dedicados en puño y letra por Hergé, dos de los cuales tenían tiraje limitado y estaban numerados.
Ninguno de los que estábamos sentados en la mesa teníamos suficientes conocimientos como para saber y ni tan siquiera evaluar lo que presenciaban nuestros ojos.
Reconozco que en el apartado de libros y sus conocimientos Mª Carmen controlaba más, y sobre todo en la temática de traducciones. Uno de ellos sí que podía ser más apreciado, ya que conllevaba un dibujo de la cara de Tintín y Milú surgido de la mano del maestro, expuesto en la parte superior izquierda del libro, el cual era una primera edición en francés de Las joyas de la Castafiore, pero tenía en su contra el estado de deterioro en el que se encontraba. Libro muy leído y fatigado.
Los otros dos no. Su estado era impecable. Uno de ellos era la aventura de Vuelo 714 para Sídney en francés, firmado y dedicado, junto a la leyenda que lo describía como serie de luxe limitada y numerada del 1 al 250. El otro era de Tintín et les Picaros, firmado y dedicado, siendo limitado y numerado del 1 al 100.
De esos dos últimos libros no teníamos ni idea de lo que eran ni de qué se trataba, por lo que, cubriéndonos en salud, le manifesté a Josep que, como mucho, podía subir un poco las expectativas crematísticas que ya en su momento telefónicamente habíamos razonado y poco más o menos acordado.
Le dije a Josep:
—Tal como acordamos telefónicamente, en más o en menos el precio de dicho lote, tengo preparado en el bolsillo la cifra de X en metálico, la cual estoy dispuesto a pagar por todo el material expuesto encima de la mesa. No más.
Me contestó alargándome la mano:
—Esa cifra más una mariscada para todos los presentes.
Le cogí la mano y le dije “trato hecho”, pidiendo a Mª Carmen que sacara de la nevera la botella de cava Juvé Camps Brut Nature guardada al fresco para la ocasión, con la que, copa en mano, brindamos los presentes por el acuerdo acontecido.
He de decir que después de tres años largos y no habiendo rehuido por mi parte la celebración de la mariscada, todavía no hemos consensuado fecha para tal festín y que por lo tanto todavía está pendiente de realizarse.
Delante la abrumadora etapa que emprendimos en la remodelación de la casa que adquirimos en Calonge, durando más de un año dichos trabajos industriales, en los que en más de una ocasión nos encontramos con una docena larga de profesionales efectuando su actividad laboral, todo el lote descrito anteriormente quedo en suspenso, durmiendo en el interior de un armario, como tantas cosas.
Pasada dicha etapa de remodelación y de caos industrial, un buen día cogí el lote adquirido a Josep y me puse a investigar sobre la importancia de la compra, la cual que nadie se piense que se rubricó a cambio de cuatro euros. No, el dispendio no supuso ningún desprecio al producto comprado.
Por ese motivo existía mi interés en saber qué había comprado.
Como ya hemos descrito anteriormente, las postales eran un buen producto, con unos precios nada desdeñables. Las primeras ediciones de editorial Juventud en castellano lo mismo, el libro con el dibujito de Tintín y Milú era una buena pieza de colección, y llegados a los dos libros numerados saltó la sorpresa ante mis pesquisas.
Se trataba de dos aventuras, la de Vuelo 714 y la de Pícaros, limitadas a unas cantidades exiguas y que solo eran ofrecidos a las personas expresamente invitadas al cóctel de presentación en sociedad del libro correspondiente. Libros regalados a los presentes a dicho acto entre los cuales se podía encontrar miembros de la casa real de Bélgica, miembros y ministros del gobierno belga, representantes y responsables de la Editorial Casterman, amigos, familiares, etc. Libros cuya búsqueda en el mercado del coleccionismo de alto nivel, sus cifras pueden ascender a sumas considerables de dinero, y como acicate a dicha excepcionalidad, la exclusividad que supone el tenerlos en perfecto estado de conservación, algo muy complicado de encontrar, dados sus más de cincuenta años de edad.
Estos dos libros componen las esmeraldas de la corona, entendiendo que ya sobrepasan el nivel de coleccionismo y pasan a ingresar, junto a los otros dibujos explicados en los artículos anteriores, piezas museísticas de gran nivel.
Dicho sea de paso que uno de ellos, el de Tintín y los Pícaros, tuvo el privilegio y honor de ser uno de los productos escogidos en el programa de La Sexta titulado Tesoro o cacharro, presentado por Iñaki López. Ese libro fue catalogado y escogido en dicho programa como uno de los más valiosos en la escala de precios que se ofrecía a los concursantes.
COLECCIÓN JOAQUIM VENTALLÓ.
De la vida y obra de Joaquim Ventalló no hablaré personalmente, ya que para ello existen hoy en día sus hijos y el biógrafo aceptado por su familia. Sólo diré que en el apartado tintinesco fue por encargo de Editorial Juventut el traductor de las aventuras de Tintín al catalán, traducciones que hizo partiendo desde su idioma originario, el francés.
Un buen día su hija Eulàlia me llamó y me explicó que se mudaba de piso, lo que conllevaba una mudanza integral. Dada su avanzada edad y lo fatigoso que es preparar paquetes de cierto peso, aunque los traslade una empresa especializada en mudanzas, quería desprenderse de los libros en francés que su padre utilizó para llevar a cabo las traducciones al catalán.
Quedamos en día y hora en su casa de Barcelona y me encontré en una habitación la estantería donde se mantenían depositados dichos libros para que yo los pudiera hojear. Tengo que decir que los pobres libros habían sufrido un trajín enorme y que su estado no era precisamente el más solicitado por los coleccionistas. Así y todo tenían un valor histórico indudable y albergaban una peculiaridad ciertamente atractiva que los hacía únicos y exclusivos. Todos llevaban enganchadas en sus guardas el exlibris de su propietario, exlibris de Joaquim Ventalló.
Tal como le comenté a Eulàlia, su valor como producto coleccionable, dado su estado, era escaso, pero considerando su correlación histórico-emotiva, estaba dispuesto a proponerle una cifra económica, a la cual accedió gustosamente.
En aquel momento miré hacia arriba de la estantería y vi toda la colección de primeras ediciones en catalán que Joaquim había ido coleccionando durante todos los años a medida que se iban editando. Todos estaban perfectos, como nuevos; y le pregunté a Eulàlia si estaría dispuesta a escuchar una propuesta de compra por ellos. Se quedó un poco dudando y en aquel preciso momento sonó el timbre de la casa. Eulàlia se dispensó un instante, acudió a abrir la puerta y veo que entra un señor que pasa directamente al comedor y que Eulàlia le enseña toda una serie de muebles y joyas de poco alcance. Eulàlia vuelve a reencontrarse conmigo y me comenta que es un anticuario que ha venido a comprarle toda una serie de enseres y mobiliario. Al oír lo del anticuario vi bien claro que si yo no conseguía cerrar con Eulàlia un trato acerca de los libros mencionados, dicha persona se llevaría el gato al agua. No dejaría pasar la oportunidad.
Volviendo a la conversación que mantenía con la hija de Ventalló, pasé al ataque sin remilgos, demostrándole la inconveniencia de cargar con toda aquella cantidad de libros, y con la excusa no menos cierta de hacer felices a muchos tintinólogos, le hice una oferta acorde a los precios de mercado.
La cifra no era nada desdeñable, y mediante el intento de evadir su mente de sentimentalismos y tomando decisión práctica, me aceptó la propuesta y se los compré. No me supo mal mi insistencia en que me los vendiera ya que, al margen de pagarlos bien, había oído voces en las que se explicaban los chismorreos de algún que otro miembro y socio de 1001 que había comentado de forma lujuriosa la posibilidad de ir a casa de Eulàlia con el interés de “vaya usted a saber”.
Pienso que Eulàlia hizo bien en llamarme, ya que la propuesta de compra que le hice fue adecuada a precio y de trato muy honesto. Tenía bien claro que el anticuario presente en su casa o cualquier otro desalmado parapetado en un amiguismo impostado no habrían dejado pasar la oportunidad de hacerse con esos libros, y todo con el lloriqueo que nos tienen acostumbrados más de uno a tener dificultades a la hora de sacar la pasta para comprar cualquier cosa deseada.
Tal como le dije a Eulàlia, las primeras ediciones de su padre se utilizarían para hacer felices a más de un tintinólogo, y así me consta que fue. Por el contrario, las ediciones en francés con el exlibris de Joaquim, la mayor parte han pasado a ingresar nuestra colección, como una joya más de dicha corona.
Al final, entre cargas legales y codazos (lances deportivos, o no tanto) te vas posicionando en un mundo donde el prestigio y reconocimiento siempre está en juego. Finalmente constatas y te planteas que por suerte… siempre nos quedará Tintín.






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