Un carpintero de Arizkun se casó con una cocinera de Bozate, del barrio que queda al otro lado del río Baztán. Ocurrió en la década de 1940 y causó escándalo, porque los de Bozate eran agotes, descendientes de aquellos forasteros que se instalaron en el valle siete siglos atrás. Se decía que eran herejes; que sellaban pactos con el diablo; que tenían lepra; que si pisaban descalzos, la hierba no crecía. No les dejaban poseer tierras ni ganado ni sacar madera de los bosques comunales. Y solo podían casarse entre ellos. “El carpintero y la cocinera eran mis padres: Julián y Jesusa”, dice Xabier Santxotena, escultor, agote orgulloso y divulgador de la memoria de sus antepasados.
Al cura de Arizkun le pareció bien la boda, a ciertos vecinos se ve que no. Igual que en Hondarribia en 2018, cuando una mujer le arrancó el micrófono al párroco Victoriano Etxabe en plena homilía y el hombre acabó pidiendo el traslado a otro pueblo porque ya no podía más. El padre Etxabe se había atrevido a pedir que se intentara una reconciliación en el Alarde, el desfile armado que se celebra todos los años el 8 de septiembre para agradecerle a la Virgen de Guadalupe que les librara del asedio francés de 1638. La compañía Jaizkibel, en la que desfilan hombres y mujeres como soldados, recibía los insultos, abucheos y zarandeos de una multitud que levantaba plásticos negros a su paso para ocultarla de la vista, en defensa del Alarde tradicional en el que solo los hombres marchan como soldados. La discriminación de Arizkun, la de Hondarribia y las de otras partes se suelen apoyar en las mismas patas: “Siempre ha sido así”, “esto es lo que quiere el pueblo” y un puñado de argumentos pseudohistóricos para preservar falsas purezas. El Alarde, por ejemplo, era en sus orígenes un desfile de la milicia armada local en el que participaban los varones del pueblo entre 18 y 60 años: en el Alarde que ahora llaman tradicional, a nadie se le prohíbe desfilar armado por ser viejo o forastero. Solo por ser mujer.
En la iglesia de Arizkun vi una puerta tapiada. Me la explicó una monja clarisa: “Por esa puerta entraban a misa los de Bozate. Entraban aparte. Hasta que vino un párroco y dijo que eso no podía ser, porque todos somos iguales ante Dios, y mandó tapiarla. Pues se tuvo que marchar del pueblo, porque no sabes cómo se le pusieron… ¡buf!”. “Será una historia antigua, ¿no?”. “Sí, sí. Ya no hay nada de eso, gracias a Dios”. “¿Ya no hay discriminación?”. “No, ni agotes tampoco. Agotes ya no queda ninguno”. Bueno, es una estrategia: si gentes del pueblo quieren actualizar una tradición, se les acosa y se les tapa con plásticos para ver si así desaparecen de la vista. ¿Agotes? ¿Qué agotes?
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me gustó el artículo pero creo que debería incluir un poco más d información para las y los lectores que no somos españoles … qué es un agote?