Diría que fue brutal, pero ese adjetivo se usa para tantas cosas —para el descuartizamiento de una persona viva, para el mejor gol de la semana— que ya no significa casi nada. Bastan los hechos: los nazis salieron de cacería humana por los campos de Bolonia, atraparon a quince campesinos al azar, les hicieron cavar sus tumbas y los fusilaron. Al acabar la guerra, los vecinos descubrieron que una de las fosas era más ancha: la de Antonio Zanini y su hijo adolescente Mario, que aparecieron abrazados.
Donatella compró la casona que los nazis ocuparon como cuartel y que fue bombardeada por los aliados, la reconstruyó y creó un jardín botánico. “Ayer encontré una orquídea muy rara en el monte, quizá una especie nueva”, dice. “Me encantaría que le dieran mi nombre”. A uno de los quince fusilados no lo identificaron nunca. Donatella pasea, nombra sus plantas una a una —lavanda, pimpinela, romero—, saluda a un sapo en el estanque y lo llama Rufo, pero al obús oxidado que usa como pisapapeles no le ha puesto nombre. Claro, eso no se hace, salvo que sea una bomba muy meritoria, como aquella que mató a 160.000 en Hiroshima y a la que apodaron “Little boy”, tan simpáticos.
Estamos en plena Línea Gótica, entre las fortificaciones que los nazis construyeron tarde y mal en los Apeninos. A Hitler no le gustaba que tuviera ese nombre tan resonante, porque una derrota parecería aún peor y ya no tendrían otra denominación más poderosa para la siguiente defensa. Ordenó que la rebautizaran como Línea Verde. Pienso en el adjetivo “terrorista” y en su banalización, en su uso abusivo para hinchar acusaciones, en el menosprecio que eso supone para quienes de verdad padecieron el terror organizado, y recuerdo la preocupación de Hitler por el desgaste de las palabras. Es una enseñanza brutal.
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¿ Y ahí el Monte Cansino?
Septiembre de 1944 hasta abril de 1945, con los alemanes en desbandada en todas partes… O era muy fuerte la Línea Gótica o los que querían rebasarla se pasaron 7 meses comiendo ravioli.