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Casi un tigre

El muro de la realidad tiene grietas, y es a través de esas grietas que emergen los doce cuentos de este libro. Como si algo debiera averiarse para que el mundo siguiera su curso. Camuflados bajo la apariencia de una perfecta cotidianeidad, estos textos esconden un pequeño y discretísimo artefacto dispuesto ahí para resquebrajar aquello que asumimos como estable y seguro.

En este making of Marco Llull explica cómo escribió El arte del casi (Sloper).

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La escritura de un libro tiene algo de experimento. Ambos ejercicios comparten el ensayo y el error, la paciencia, y también esa confianza un poco temeraria en lo que no es más que una intuición. En el caso de ser un libro de cuentos, estos se convierten, entonces, en conejillos de indias o ratones que serán sacrificados por una buena causa: una certeza a medias; un fracaso rotundo, pero bello. Casi una revelación.

En las vidas de los personajes de El arte del casi suele producirse un desajuste que pone en marcha la narración. Vislumbres o averías que tienen lugar aquí mismo, en los pasillos de un supermercado o al borde de una piscina, tras el cristal de una lavadora. En ese contexto alterado se genera una nueva mirada desde la que intuyo que aparecerá algo. No sé muy bien qué. Lo que me interesa no es tanto lo que sucede, sino lo que se activa en el razonamiento de los personajes: trato de empatizar con ellos cuando están a punto de tomar partido. O de quedarse quietos.

"Supongo que las correcciones y reescrituras hacen que me acabe familiarizando con un nombre que en principio era provisional"

En alguna ocasión tengo en mente algunos detalles que me sirven como pilares. No obstante, suelo saber muy poco sobre lo que estoy escribiendo y confío en que surgirán reflexiones, hallazgos que merezcan la pena. Creo que esa escritura sin rumbo enriquece el texto de dos formas: por un lado, soy más permeable a ideas que descartaría con una lógica ya determinada o premeditada. Por otro, me obliga a reescribir constantemente, lo que añade capas de trabajo con las que el cuento se va encontrando a sí mismo. Por supuesto, luego habrá que deshacerse de mucho, reajustarlo todo. Derribar los pilares.

Porque en la escritura de mis textos suelo tener claras y diferenciadas las fases. Todas ellas, desde las primeras —más desprejuiciadas y delirantes—, hasta las últimas —racionales, con visión de conjunto—, aportan al proceso creativo. Cada una a su modo.

El título de los cuentos lo decido al final. Sé que en algún momento aparecerá el adecuado. Mientras espero, me conformo con referencias muy básicas para distinguirlos: viaje con madre, avión, Berlín. El nombre de los personajes, en cambio, sí suele mantenerse. Supongo que las correcciones y reescrituras hacen que me acabe familiarizando con un nombre que en principio era provisional. Se ha creado un vínculo y los personajes ya no pueden llamarse de otro modo.

"En cierta medida, ordeno el libro como si se tratara de un disco. Es más, en algún momento se me ocurrió dividir los doce cuentos en dos secciones, como las dos caras de un LP"

En cuanto al conjunto, desde que empecé a escribir estos cuentos supe que El arte del casi no tendría un hilo conductor. Sin embargo, aunque son pequeños universos cerrados, me gusta que tengan una estética similar. Por esa razón he ido descartando textos que no convivían pacíficamente con el resto, cercanos a la autoficción o formalmente más estridentes. Fueron dieciséis, luego catorce, finalmente doce. A última hora se cayó uno y entró otro. Una vez escogidos, se fueron ordenando de una forma bastante orgánica.

Tuve bastante claro cuál debía ser el texto de inicio. Un cuento corto, hermético, como una fotografía en movimiento. El último también estuvo siempre decidido: en él se ofrecen reflexiones sobre la propia escritura a través de una voz que recuerda y duda sobre su relación con las palabras. También sabía que otro de ellos, un cuento circular, se colocaría en el centro. Los demás han ido encontrando su lugar. Me gusta que haya algo de contraste, busco estabilidad midiendo los desequilibrios de cada pieza. En cierta medida, ordeno el libro como si se tratara de un disco. Es más, en algún momento se me ocurrió dividir los doce cuentos en dos secciones, como las dos caras de un LP.

"Por otro lado, el título alude también a la parte más puramente lingüística del asunto, en este caso a la relación entre las palabras y aquello que nombran"

El libro ha tenido otros títulos. Ceder al deterioro, por ejemplo, o Todo lo que no sucede, en la línea del que finalmente escogí. La frase El arte del casi aparece en uno de los cuentos y creo que define bien cómo los personajes del libro viven al borde de un acontecimiento, en un espacio entre la normalidad y el estallido, donde especulan sobre sus vidas y sus actos mientras el resto los miramos como el que busca alivio en un espejo.

Por otro lado, el título alude también a la parte más puramente lingüística del asunto, en este caso a la relación entre las palabras y aquello que nombran. Parece inevitable reflexionar sobre el lenguaje con el que se arman los cuentos. Borges, cómo no, lo expresa de maravilla en su poema El otro tigre, en el que señala la diferencia entre el tigre verbal, hecho de palabras y símbolos, y el animal de sangre caliente que diezma la tribu de los búfalos. En esa distancia opera la escritura, que no es otra cosa que un experimento del que nacerá, con un poco de suerte, casi un tigre. Casi un cuento.

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Autor: Marco Llull. Título: El arte del casi. Editorial: Sloper. Venta: Todos tus libros.

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