Si uno piensa que ya lo ha leído todo sobre Miguel de Cervantes —el soldado de Lepanto, el cautivo en Argel, el prosista y teatrero a ratos, el poeta siempre— aparece Adrián J. Sáez para recordarnos que nos queda mapa por rastrear. No es la primera vez que hablamos en este espacio del filólogo de origen navarro, profesor titular de literatura española en la Università Ca’ Foscari de Venezia, cuyos amenos, pero no por ello menos eruditos trabajos, lo convierten en uno de los estudiosos más notables de nuestro panorama académico. Doble doctor en Literatura Hispánica y Teoría de la Literatura por la Universidad de Navarra y en Ciencias Humanas y Sociales por la Université de Neuchâtel, sus trabajos abarcan desde la poesía de Luis Alberto de Cuenca —de la que es uno de sus mayores expertos— a sus estudios y ediciones de autores de nuestros Siglos de Oro, que son ya una referencia insoslayable en el panorama filológico.
Sáez apunta certeramente al giro narrativo que supuso en nuestros Siglos de Oro la búsqueda de un heroísmo, en sus palabras, «a ras de suelo», es decir, donde los soldados que narran sus periplos poco tienen de la grandeza épica de los viejos héroes clásicos o bizantinos, sino más bien buena dosis del barro en la trinchera, fundamental para la recuperación de la particular historia militar-literaria que ronda a Cervantes. Siguiendo este viaje de ida y vuelta entre vida y obra, la biografía cervantina sirve como motor narrativo, pero la vida militar del autor es uno de los mimbres sobre los que se articulan los apuntes marciales, destacando, sobre todo, las lecturas pertenecientes al subgénero soldadesco, y que tiene, como bien apunta el autor, un hermanamiento notable con la literatura picaresca.
Así, el estudioso repasa en el librito los apuntes soldadescos desde la perspectiva genérica en piezas como el Quijote —con la intercalada historia del cautivo (I, 39-41) como puntal base—, El licenciado Vidriera o El casamiento engañoso —ambas novelas ejemplares—, amén de sus piezas teatrales de aroma bioliterario: comedias como El trato de Argel, Los baños de Argel y El gallardo español, o entremeses como La guarda cuidadosa, El juez de los divorcios y El retablo de las maravillas, así como otras apariciones más veladas en sus poesías, en La Galatea, el Persiles o delicias como esta muestra del Viaje del Parnaso (I, vv. 139-147):
Arrojose mi vista a la campaña
rasa del mar, que trujo a mi memoria
del heroico don Juan la heroica hazaña;
donde con alta de soldados gloria,
y con propio valor y airado pecho
tuve, aunque humilde, parte en la vitoria.
Allí, con rabia y con mortal despecho,
el otomano orgullo vio su brío
hollado y reducido a pobre estrecho.
El profesor Sáez nos invita a pasear por la vida soldadesca cervantina llevando bajo el brazo los documentos veraces de su biografía, tomando las riendas de la fantasía para evitar caer en recreos imaginativos. Su amenísimo repaso nos recuerda el periplo de Cervantes en distintas lides, desde la más alta ocasión hasta el cautiverio y sus tentativas de escape, listado de méritos y cartas de recomendación, epístolas, prólogos y demás textos de corte autobiográfico, a sabiendas de que muchos de esos testimonios no nacen de lecturas eruditas al calor del hogar, sino del recuerdo del bisoño y aventajado Miguel: polvo, hambre y la paga que no llega.
Las letras de las armas es, más que un ensayo, un rescate: el de la vida militar que moldeó al escritor y dejó huellas en su obra, a veces explícitas y a veces soterradas, el del lector voraz y el humanista vigoroso. Y lo hace con algo que en los estudios cervantinos no abunda siempre: ritmo, claridad y su característico sentido (erudito) del humor. Lo delicioso del libro es que nunca se vuelve solemne. A Cervantes no le gustaría. Sáez escribe como quien sabe mucho pero no necesita demostrarlo, y eso —ya es hora de decirlo— es un alivio en un campo acostumbrado a la nota a pie de página kilométrica. Aquí hay erudición, sí, pero también ironía, intuición y una mirada muy cervantina: descreída, humanísima y atenta a lo que pasa en los márgenes.
Para quienes conocen el periplo vital y literario de Cervantes, el libro funciona como una puesta en contexto que ilumina rincones que dábamos por descontados. Para quienes llegan sin carta de navegación, es una invitación perfecta a descubrir que detrás del autor del Quijote hubo un soldado que vio demasiado mundo como para tomárselo en serio.
En tiempos en los que Cervantes vuelve a ser convocado para casi todo y desde todas partes, se agradece un ensayo que ni lo endiosa ni lo diseca, sino que lo devuelve a su hábitat natural: una frontera borrosa donde letras y armas se contaminan. Y de esa mezcla, como demuestra Sáez, salió uno de los escritores más profundamente conscientes de que la realidad y la ficción, tarde o temprano, acaban enzarzándose en lucha frontal cuerpo a cuerpo.
Una lectura, en suma, tan instructiva como entretenida. Y, sobre todo, muy cervantina.
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Autor: Adrián J. Sáez. Título: Las letras de las armas: Cervantes y las vidas soldadescas. Editorial: Universidad de Huelva.



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