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Colección Cantonet: Las joyas de la corona (II)

Colección Cantonet: Las joyas de la corona (II)

El acecho, encuentro y adquisición de algunas piezas relevantes fue motivo de distracción y diversión en Cantonet, a partir de haber conseguido más o menos el poder atesorar un artículo tan solo lo suficientemente representativo de las distintas licencias que se habían otorgado en vida de Hergé, bajo el sello de Ediciones Lombard y otras marcas acreditadas.

La búsqueda de dichas piezas la centrábamos en distintos escenarios en los que nos sentíamos cómodos. Mercadillos bruselenses, galerías de arte, almacenes de marchantes especializados en la BD… y uno de los lugares en que más disfrutábamos y que más frecuentábamos eran las subastas que se realizaban en distintos puntos de Bélgica y Francia. París, Bruselas y su cinturón metropolitano, Wavre, Charleroi, Namur, etc. Ciudades que albergaban ventas al mejor postor bajo la acreditación de firmas tan distinguidas como Artcurial, Rops, Piaza, Séptimus, Sotheby’s, etc.

GRABADOS TIPOGRÁFICOS 1929

Las ventas a subasta se merecen un capítulo aparte, y este lo dedicaré a mencionar una de ellas, celebrada en el invernadero del castillo de Cheberny (Moulinsart) bajo el auspicio de la entidad dirigida por Fanny Remi y su marido, Nick Rodwell, llevada a cabo por la firma Piaza y, como experto independiente acreditando los lotes a subastar, el ya mencionado en el anterior artículo Thibaut Van Houte, experto reconocido y autorizado en la obra gráfica de Hergé.

Al margen de la subasta en sí, el entorno en el que se desenvolvía y la afluencia de público que se absorbía en tan preciada finca eran sinónimo de ocio y felicidad.

"Centrados en la subasta, la variedad de producto que se ofrecía era lo suficientemente apetitosa como para no salir de la misma con las manos vacías"

A dicho entorno nos desplazamos desde Barcelona seis tintineros, mediante un coche monovolumen de siete plazas alquilado con anterioridad en el punto de partida. Ninguno de nosotros viajó con la idea premeditada de adquirir ninguna pieza en concreto. Sencillamente el poder disfrutar de dicha experiencia en un espacio paisajístico tan bucólico como el descrito ya era motivo suficiente de gozo y disfrute de todos nosotros.

Centrados en la subasta, la variedad de producto que se ofrecía era lo suficientemente apetitosa como para no salir de la misma con las manos vacías. Así pues, la mayoría de nosotros, en función de la disponibilidad particular de cada uno de nuestros bolsillos, finalizó la jornada con algún tesoro en sus manos.

Las figuras metálicas bajo la marca Pixi, resinas Marie Leblon, dibujos acreditados, juguetes años 1940, esculturas Pascal Rodier e infinidad de otros artículos iban desfilando por el escenario en el que bajo el implacable golpe de martillo, se iban adjudicando a los mejores postores de cada uno de ellos.

Hojeando el catálogo de dicha subasta, por motivos profesionales mis ojos sucumbieron ante un producto de aquellos que te emociona el simple hecho de descubrirlo. La pieza merecedora de dicho impacto eran los tres grabados tipográficos horizontales que sirvieron para imprimir una de las páginas de una de las revistas semanales que se publicaban en Bruselas con el nombre de Petit Vingtième. Dichos grabados pertenecían a una de dichas revistas, datada en 1929, en la que se editaba la aventura de Tintín en el País de los Soviets.

"No pasó mucho tiempo hasta que localizamos la revista codiciada. Fue en uno de los stands que se montan durante el sábado por la mañana, donde se celebra la asamblea de ADH"

Cuando les llegó el turno de ser subastados, aplicando una calma tensa y apurando el último momento para licitar y así fatigar a los posibles interesados en adquirirlos, finalmente fuimos la apuesta más alta entre todos los licitadores y se nos adjudicó el lote. Nuestra satisfacción era inmensa, ya que con dicha compra, al mismo tiempo, se nos abría la ilusión de adquirir la revista en la que dichos grabados adquirían preponderancia, al ser los responsables de su impresión.

No pasó mucho tiempo hasta que localizamos la revista codiciada. Fue en uno de los stands que se montan durante el sábado por la mañana, donde se celebra la asamblea de ADH (Les Amis de Hergé). Fue en el punto de venta de Olivier Van Houte, hermano de Thibaut, donde, escudriñando una gran cantidad de revistas de la época (1929), se me apareció.

Ya solo nos quedaba poner en escena la revista y los grabados tipográficos, mediante un enmarcado lo suficientemente consistente para que pudiera soportar el peso metálico de dichas planchas, y así lo hicimos.

Nosotros ya éramos conocedores de dichas piezas, ya que el gran coleccionista tintinero Jordi Tardà había conseguido algunas de ellas de forma dispar, sin que llegasen a pertenecer a toda una página entera, como era nuestro caso.

"El resultado de lo expuesto era constatar que Cantonet tenía en su fondo de colección una pieza enmarcada digna de ser expuesta en el Grand Palais"

La importancia de dichas planchas quedó manifestada posteriormente. Pasados unos años, fuimos invitados a la inauguración de la exposición que se llevó a cabo en el Grand Palais de París. La mejor exposición posible que se ha hecho jamás bajo la dirección de Moulinsart, con una gran cantidad de producto gráfico expuesto y nunca visto.

Pues bien, paseando por dicha exposición nos encontramos de golpe con un par de cuadros en los que se enmarcaban unos grabados exactamente iguales a los nuestros, acompañados por unas reproducciones impresas de los mismos. El resultado de lo expuesto era constatar que Cantonet tenía en su fondo de colección una pieza enmarcada digna de ser expuesta en el Grand Palais.

JUEGO DE AJEDREZ MARCA PIXI

En dicha subasta también se llevó a cabo la venta de una de las piezas que también habíamos adquirido en años anteriores y que deslumbraba en la colección de Cantonet. Había dos juegos en venta, y hago mención de ello porque lo sucedido en el transcurso de dichas licitaciones es digno de ser explicado y apreciado.

Esa pieza no era otra que el juego de ajedrez de la casa Pixi. Juego de figuras metálicas pintadas a mano, en las cuales las fichas blancas estaban ocupadas por personajes de las aventuras con talante bondadoso y amparadas por los peones correspondientes, representados por Milús vestidos de ángel. Las fichas negras eran representadas por personajes como poco siniestros, acompañados por peones representados en Milús costumizados de demonios. Juego engalanado por sus cajas respectivas y su certificado numerado acreditativo, en el cual te explicaba quiénes ostentaban el rango de alfil, caballo, torre, reina y rey, tanto por parte de las blancas como de las negras.

"Los dos ganadores de sendos juegos se pusieron en pie, se acercaron el uno al otro y se estrecharon las manos mientras la sala, de forma totalmente instintiva, les obsequió con un sonoro aplauso"

El primer juego que fue puesto a subasta se encumbró inicialmente a la cifra de 3.500 euros. Llegados a esa cantidad siguieron licitando tres interesados hasta llegar al valor de 4.000 euros, en la cual se descolgó uno de los interesados, quedando dos contendientes en la disputa. Finalmente se finalizó la licitación con la nada desdeñable cifra de 4.500 euros.

Acto seguido empezó la subasta del segundo juego y, llegados a la cifra de 3.800 euros, daba la sensación de que el ganador de la misma iba a ser el perdedor de la primera venta de dicho juego, el cual ya había llegado a la cifra de 4.400 euros, perdiendo el interés de sobrepujar la licitación del comprador que la ganó por 4.500 euros.

Dadas las circunstancias, y estando presente el ganador del primer juego, éste mismo no dejó que se cerrara la venta por 3.800 € y restituyó las pujas, aumentando dicha cifra hasta 4.200 €, asumiendo el riesgo de tenerse que quedar con este segundo juego; todo ello por no aceptar que el segundo juego finalizara en un precio muy por debajo de lo que había tenido que pagar él por el primero.

A todo esto, el otro licitador, entendiendo y aceptando la situación, le recogió el guante y subió la puja a los 4.400 € que ya había llegado a licitar en el primer juego. Llegado a este punto y a esa cifra el martillo cayó, cerrando su venta.

Los dos ganadores de sendos juegos se pusieron en pie, se acercaron el uno al otro y se estrecharon las manos mientras la sala, de forma totalmente instintiva, les obsequió con un sonoro aplauso como reconocimiento al respeto que dichos contendientes se habían demostrado. Todo un alarde de dignidad que los honró en ese momento, el cual mantuvo a todos los presentes en la sala hasta su finalización, con una carga de suspense y expectación tremenda.

ESCULTURA “DIGNA DE REY”

Acabaré este artículo haciendo mención de una escultura que, dada su anécdota histórica, fue bautizada como “joya digna de rey”.

Estamos hablando de una pieza esculpida por Pascal Rodier y titulada “C’est vraiment dommage”, comercializada por la marca FARIBOLES en el 2007 bajo licencia Moulinsart y fabricada a 400 ejemplares.

La anécdota está sujeta a un percance que padeció el que fuera rey de Bélgica, Albert II, padre del rey actual. Dicho monarca tuvo que ser intervenido quirúrgicamente de una rotura ósea, y tras dicha operación permaneció ingresado en observación durante unos días en una clínica bruselense.

Durante dicha convalecencia tuvieron lugar infinidad de visitas, entre las cuales accedió al recinto sanitario el Ministro de Información del gobierno en ciernes. Este político tuvo a bien llevar consigo, como presente para el monarca, una caja que contenía la escultura mencionada.

"La anécdota corrió como la pólvora por todo el centro sanitario y transcendió al exterior convirtiéndose en pública, lo cual dio la opción, en el ámbito tintinesco, de bautizar a dicha escultura con el título de ser digna de rey"

Se explica que en la estancia sanitaria del monarca se ejecutó la ceremonia de la apertura de dicha caja con una expectación inusual entre los presentes. Una vez abierta y separadas las distintas capas de espuma que protegían su contenido, apareció la pieza mencionada, ante la cual las carcajadas del receptor y los aplausos de los presentes se oían por todos los rincones de la planta sanitaria donde se hospedaba el rey y su séquito.

La anécdota corrió como la pólvora por todo el centro sanitario y transcendió al exterior convirtiéndose en pública, lo cual dio la opción, en el ámbito tintinesco, de bautizar a dicha escultura con el título de ser “digna de rey”.

Esta anécdota reafirma que dichas aventuras son para niños de “7 a 77 años” y, por lo descrito, dignas de “reyes y plebeyos”, lo cual me provoca un suspiro y posterior sosiego, al pensar que por suerte… siempre nos quedará Tintín.

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Juanma
Juanma
1 mes hace

Genial de nuevo.

Enric
Enric
1 mes hace
Responder a  Juanma

Me alegro Juanma. No cejaré mi empeño en agradar a quien me quiera leer.