Miguel Ángel Medina es un escritor y traductor nacido en Granada en 1982. Más conocido como Med Vega, podríamos definirlo como un cronista del subsuelo más oscuro, sucio y tierno granaíno, un personaje destacado de la escena del underground de esta ciudad. Tradujo para la editorial Papelillo Pauline: Memorias de la madame, de Clay Street. Su anterior novela, No vas a aprender en tu puta vida, se publicó en 2018 y se encuentra actualmente descatalogada. Presentamos una muestra de su última novela, Cuando yo molaba, publicada por Papelillo en 2025, una obra con influencia de algunos de los narradores estadounidenses más crudos, cuentistas como Barry Hannah o novelistas como Chris Offutt, en la que el autor juega, de manera continuada, con los límites entre realidad y ficción, riéndose de esas estúpidas preguntas vinculadas con cuánto de cierto hay en un relato ficticio aunque esté narrado desde la primera persona y las vivencias del protagonista vayan de la mano, en ocasiones, con las del propio autor. A Med no le interesan las etiquetas, lo que le interesan son los golpes, narrativos y físicos y, sobre todo, averiguar cómo recuperarse después de ellos. Cuando yo molaba sigue los pasos (en falso) del protagonista de No vas a aprender en tu puta vida, que regresa a Graná para intentar encajar la vida adulta con su sueño de escribir. Entonces, ¿de qué va Cuando yo molaba? De lo mismo que la vida: de echarlo todo a perder y volver a intentarlo. Es la vuelta a casa con la idea de ser escritor y con la necesidad de amar, un viaje que pronto se le tuerce y lo lleva a probar suerte en Edimburgo, donde los trabajos son precarios, el clima es gris y las relaciones personales son tan intensas como efímeras. Un libro sobre crear y sobre vivir y sobre cómo ambas cosas a menudo se confunden. Sobre alimentarse de música y literatura, sobre aprender, por las malas, que «escribir es tragarse rechazos y seguir hacia delante».
***
1. Andmoreagain – Love
No tenía que haber escrito nunca un puto libro. Toma dos tazas. En fin, ya volveremos a esa cuestión cuando termine esta movida. En verdad, lo que ahora me preocupa es que se note mucho que lo que tienes en tus manos sea una secuela [1]. Da igual, ya verás que va a dar lo mismo. Al final, no importa de dónde vengo y lo único que necesitas saber, por el momento, es que no soy más que otro desgraciado que camina hacia el abismo con una sonrisa en la cara. Maldita sea… ¿por dónde íbamos?
Una vez en el hotel, sopesé quedarme allí encerrado los cuatro días que me separaban de Granada. Joder, no dejaba de pensar que no iba a volver a alejarme tanto de mi Graná en lo que me quedaba de vida. Llorar desnudo en la ducha y leer a Bernhard, ese iba a ser el plan de aquellos próximos días.
A las 20:05 me eché a las calles. Llovía, pero no me llevo mal con los días grises y lluviosos. Me metí en el primer bar que vi. Se llamaba f.u.c. Qué coño, ideal, me sentía fuc, fucked y jodido, pero acostumbrao. El f.u.c. era un tugurio con pinta de tugurio y olor a tugurio. Me dejé caer en la barra como si el alma me pesase un quintal. No había nadie en todo el bar salvo una mujer que emitió un gruñido al verme. Supuse que era su forma de preguntarme qué quería. Tomé aire y me dispuse a emplear casi todo el alemán que sabía en una única frase.
—Ich hätte gerne ein Helles, bitte [3].
—Anda, tómate una de estas, andaluz, ¿cómo llevas Berlín en febrero? —dijo en perfecto español.
—¿Tanto se me nota?
—Pero pollicah, si soy de Albolote. Me llamo Lorena [4].
—Guapamente, Lorena. Yo soy Miguel o Med o yo qué sé…, ¿cómo vas por aquí?
—Mira, Med, esto no puede ser un intercambio ni una entrevista. Ahora mismo no hay nadie, pero tengo cosas que hacer y no puedo estar de charleta contigo.
—Entiendo, disculpa.
—El caso es que me resultas interesante, no sabría decirte por qué. Venga, cuéntame algo, ¿por qué estás tan mustio? Enróllate a tu gusto que tengo faena, pero que yo te escucho…
No quería contarle a Lorena lo que me acababa de pasar en Halle. Esa movida se quedará sin contar [5]. Le di veinte mil vueltas a la quijotera y empecé a hablar sin más.
«Bueno, querida Lorena, yo viví un tiempo en París y allí el acento también me delataba como andaluz. Durante mi primer año, me comí fácil unos trescientos días de lluvia, pero esto que te cuento ocurrió muy al principio de mi segundo año. No sé por qué hago esta distinción entre un año y otro. La verdad es que el nuevo comenzó igual que el viejo, lloviendo a mares y conmigo en mitad de una mudanza bastante complicada y dolorosa. El sábado por la noche de una larga semana de llevar trastos de un apartamento a otro me di una tregua y me fui a tomar unos vinos por la zona de rue des Martyrs y aquellas callejuelas a los pies del Sacré Coeur. Algunas de aquellas calles eran muy especiales porque estaban en uno de los lugares más turísticos dentro de una de las ciudades más turísticas del mundo y, sin embargo, eran totalmente desconocidas para la mayoría, con excepción de prostitutas de avanzada edad y los religiosos que andan por la basílica. Ya sabes, esos mundos casi siempre se tocan y los ángeles y los demonios suelen llevar los ropajes intercambiados. Si yo llegué a conocer aquellas callejuelas y los bares donde tomar vino barato, fue por mi relación casi mística con los vagabundos y el parentesco que sienten conmigo los otros hijos de la nada, aunque supongo que esto es parte de otra historia.
» Volviendo a aquel sábado de asueto en mitad de muchas tormentas, estuve con la que era mi pareja de entonces, Aroa, en el que era mi bar favorito de aquella zona. Para que entiendas la importancia de Aroa en mi historia, si mi vida hubiera sido El silencio de los corderos, Aroa sería Hannibal Lecter. Bueno, eso era por aquel entonces, que ahora la tengo superadísima. Total, pillamos sitio en uno de los extremos de la barra y pedimos una botella de vino que salía por unos diez euros y sabía sorprendentemente rico. Una cosa que no sabes de mí —y que te vendrá bien saber como cliente tuyo que soy esta noche— es que puedo beber toda la cerveza que quiera sin emborracharme, incluso mezclarla con chupitos de veneno o pasarme a licores de muy alto octanaje y mantenerme fresco como si nada, pero si me das vino… Si me das vino soy como un gremlin harto de cruasanes de MDMA pasada la medianoche. Entonces, ¿por qué pedir una botella de vino? Porque necesitaba evadirme de todo además de gozar y la lata de cerveza más infame costaba nueve euros.
[…]
***
[1] Además de verdad.
[2] Me da que no.
[3] Realmente señalé a un grifo de cerveza y sonreí como un imbécil. Me trajeron un botellín de medio litro. Ni tan mal.
[4] En la medida de lo posible voy a intentar usar los nombres reales de las personas que por aquí aparezcan. A consecuencia del anterior libro se cabreó gente a la que le cambié el nombre, y ¿de qué me sirve proteger intimidades de nadie si luego se me revuelven y me dan un mal rato? ¡QUE NO ERAIS VOSOTROS! ¡LOS DEL LIBRO SON PERSONAJES DE FICCIÓN! Lo que no voy a hacer —con todo lo que yo quiero a la Ernaux— es eso de usar solo iniciales. Nadie merece ser reducido a una simple inicial, las personas somos complejas y encerramos más de lo que cabe en una triste y solitaria letra. V de Vendetta, M de Mendieta, J de Los Planetas.
[5] Ejem, está en el No vas a aprender en tu puta vida.
—————————————
Autor: Miguel Ángel Medina (Med Vega). Título: Cuando yo molaba. Editorial: Papelillo. Venta: Todos tus libros.



Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: