En el Fondo de Cultura Económica tienen un problemón con los libros. Ya no saben qué hacer con tanto ejemplar desperdigado en bodegas y librerías, y para colmo algunas sucursales están en números rojos y su director general, Paco Taibo II, a quien la situación debe de estarle provocando tremendos dolores de cabeza, ha estado decidiendo cierres, ventas de saldo y hasta regalarlos. El más reciente episodio de esta situación ha sido el desmantelamiento de la oficina y el almacén que el FCE tiene en San Diego, California, donde para acabar pronto donaron 90 mil libros a bibliotecas y asociaciones civiles estadounidenses porque, según Ezra Alcázar, gerente de vinculación internacional de la editorial del Estado mexicano, en los últimos años habían bajado las ventas de libros físicos en ese país. “La subsidiaria del FCE en San Diego es una distribuidora, no es una librería, no es un centro cultural, sino que es una distribuidora que desde los años 90 se ha dedicado a vender libros a librerías, que cada vez hay menos en Estados Unidos”, dijo el funcionario. La cuestión es que, de repente, resulta que aparecen cajas y cajas de libros amontonadas y abandonadas en el estacionamiento del sheriff de San Diego, sin que se sepa por qué, a lo que Taibo II respondió que el tiradero de libros era responsabilidad de las bibliotecas universitarias que recibieron la donación, porque ellos se los habían entregado a las bibliotecas del sur de California y de la Universidad, así que son estas instituciones gringas, acusó, las que “tendrán que dar su explicación, que no es la mía. Los pusieron en un patio para redistribuirlos, supongo; entonces que expliquen por qué demonios los pusieron en un patio”. PIT II reconoció asimismo que de los libros que tenía la subsidiaria de San Diego hubo entre 40 y 50 mil a los que no se les pudo encontrar “destino”, pero que de esos “la mitad eran chatarra”; es decir, libros con humedad, con hongos o, peor aún, calendarios de hace 15 años e incluso anuarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores de hace 20 años. Es una pena lo que durante décadas ha venido ocurriendo con una empresa editorial que, siendo uno de los grandes referentes editoriales del mundo iberoamericano, haya tenido que acabar sobreviviendo desde hace ya al menos tres décadas a los vaivenes y caprichos políticos de turno, sean de izquierdas o derechas, blancos, rojos, negros o amarillos, que la han convertido en un esqueleto de papel. La realidad es que los distintos gobiernos mexicanos no han pelado a la editorial y les ha importado una mierda, convirtiéndola en una simple moneda de cambio, premio o gratificación para sus directores, a quienes se ha nombrado sencillamente para darles un hueso que roer, porque para otra cosa, por las razones que quieran, no han servido. Un fracaso.
CAMINO DE MICTLÁN
El camino a Mictlán se cubre de veladoras en homenaje a dos almas que acaban de emprender viaje para encontrar el descanso eterno. Una es la del periodista cultural Huemanzin Rodríguez, quien falleció la semana pasada a los 51 años de edad en la ciudad de Rygge, Noruega, donde residía desde hace varios años. Huemanzin fue una persona precoz, y a los 9 años ya era conductor del programa Pequeños viajeros, que se transmitía entonces por Imevisión. Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, como periodista, y en ocasiones como director y/o camarógrafo, realizó audiovisuales y reportajes en diversas partes del mundo, hasta que en 1996 se integró al equipo de noticias del Canal 22 de Televisón Cultural de la Ciudad de México. Su amiga, la también periodista Irma Gallo, recordaba estos días que juntos habían luchado contra la censura en esa emisora cuando otro periodista colega, Juan Jacinto Silva, fue despedido por negarse a “corregir” una escaleta del noticiero que emitían por órdenes del entonces director del canal, “un sórdido individuo de triste memoria” llamado Raúl Cremoux. En ese momento, rememora Gallo, Huemanzin y otros trabajadores de la televisora protestaron “por el giro oficialista que ese señor quería darle al noticiero y al canal”. Enseguida, añade, les llamaron uno a uno a la oficina de Recursos Humanos para obligarles a renunciar. De ese episodio amargo surgió el programa Semanario N22, en el que Huemanzin y Gallo trabajaron entre 2016 y 2021, cuando el periodista decidió mudarse a a Noruega con su pareja, una nórdica de la que se había enamorado años atrás, y en cuya tierra despidió la vida, una vida plena y rica que, tristemente, ha sido segada prematuramente. La otra alma que se ha marchado es la del poeta y promotor cultural Antonio Calera-Grobet (1975), quien falleció ahogado en Puerto Progreso, Yucatán, donde el también editor de Mantarraya Ediciones se encontraba de vacaciones. Todos le recuerdan como un activo promotor de actividades y encuentros culturales en su hostería La Bota, ubicada en la calle de San Jerónimo e Isabel la Católica, frente a la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde organizaba comilonas históricas en las lecturas multitudinarias que se hacían ahí para celebrar la primavera, la amistad, el diálogo y la literatura. Entre sus poemarios destacan Yendo (2014) y Sed Jaguar (2018). La poeta Rocío Cerón, amiga de Calera-Grobet, ha destacado que el escritor creía fervientemente en el lenguaje poético y su fuerza como un torrente de energía para que las personas se replanteasen su lugar en el mundo. “Antonio llevó la poesía a todos los sitios, como en la acción donde se arrojaron miles de poemas de Raúl Zurita desde un helicóptero en el Estado de México, o al abrir la calle de San Jerónimo en el Centro de la Ciudad de México para el festival multitudinario de Poesía por Primavera por más de quince ediciones, o estar presente con su emblemática combi La Chula Móvil por barrios, calles y la Feria del Libro del Zócalo. Todo, la mayoría de las veces, pagado de su propio bolsillo. Muy pocas personas”, remata Cerón, “han tenido la generosidad de luchar a capa y espada contra autoridades e instituciones para que las cosas realmente sucedieran”. Que los dioses los acompañen en su último viaje.


Se necesita mucha imaginación para no cometer un delito cultural como el que se ha cometido al tirar miles de libros de esta forma…no existe una explicación lógica que justifique este librecidio ni Hitler fue tan miserable de abandonar tantos libros como don Taibo II…el suscrito mismo he recogido libros que forman mi humilde biblioteca de los mismos estos de basura tiran las personas… hubiera don Taibo II anunciado una adopción de libros…los hubiera donado a un tianguis de dedican con paciencia a vender libros…bueno pero que se le pide a un señor como Taibo II…si jamás ha administrado nada el fondo de cultura económica necesitaba otro tipo de persona con más inteligencia y no solo tirar al basurero los libros