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Dos veces buenos

Pensar que lo grande no cabe en lo pequeño es como imaginar que un cielo no cabe en un infierno, pero ahí está la experiencia y el poeta para desmentirlo. Gonzalo Maier (Talcahuano, Chile, 1981) también sería una buena referencia para confirmar lo anterior, pero antes cabría pagar un peaje, un maravilloso peaje: leerlo. Los escritores de culto es lo que tienen. Ese sintagma “de culto” encubre a menudo una lacerante evidencia, sobre todo para quien trata de ganarse el jornal (o la eternidad) con ello. Variantes podemos encontrarlas por doquier, pero se hace fuerte aquella que dice que se trata de un “escritor de escritores”, como si esa cofradía de amanuenses de la palabra y algún artista fueran los atisbadores privilegiados de las bonanzas literarias de Gonzalo Maier, que es el caso que nos ocupa. Y sí, el cuento vende poco. Y poco vende la nouvelle, que no es un cuento estirado ni una novela corta al uso, sino ese género intermedio tan difícil de cultivar si uno es honesto: no hay lugar para excesos digresivos (“Lo veo como un gesto. La digresión o la buena digresión no debiera conducir a ninguna parte”, ha declarado), pero la contención y la prosa alambicada se pueden permitir algún respiro, siempre en aras de contar con la precisión que requiere la historia, aunque sin andarse demasiado por las ramas. En cualquier caso, el peaje es obligado: hay que leer a Gonzalo Maier.

"Sólo hay que atravesar sin prejuicio los pliegos de esta obra libérrima para toparse con una de las prosas más poderosas y aturdidoras de la última remesa de escritores latinoamericanos"

Este libro bien vale como puerta de acceso a un universo tan particular como selecto, tan bien medido como persistente. Uno se acerca a los libros de Maier y no importa el dónde ni el cuándo fueron escritos. Su valor resiste el paso del tiempo y las geografías, hasta diría que se universalizan año tras año. Esto es, consiguen eso tan difícil que es que cuenten para cualquiera en cualquier latitud. Es otra forma de llamarle clásico, si me permiten. El componente lúdico no parece que socorra demasiado hacia confirmar esa consideración. Ya se sabe desde tiempos inmemoriales que los tratamientos en los que cabe la comedia son poco dados a caer en gracia literaria, a sentirse significativos o decisivos para labrar con la seriedad precisa la carrera de un escritor. De Aristóteles —dónde andará su Comedia— hasta Jardiel Poncela, de David Lodge a Ramón Gómez de la Serna, de C. K. Chesterton a David Sedaris, todos parecen jugar en una liga de segunda si el humor se hace eco entre las páginas de sus obras. Poco cuentan para el canon. Ay, el canon.

Una mano invisible viene a corroborar lo dicho. Sólo hay que atravesar sin prejuicio los pliegos de esta obra libérrima para toparse con una de las prosas más poderosas y aturdidoras de la última remesa de escritores latinoamericanos. Ser sencillo cuesta más que parecerlo. En ese muestrario de falsedades, de despistes, es donde se juega la vida Gonzalo Maier. Sonar falsamente sencillo es acaso el quid de la cuestión. Lo más difícil. Y si no que se lo pregunten a Miró, o a Picasso de reojo.

"En medio de todo ello, lo de siempre cuando se trata de Gonzalo Maier, que no es otra cosa que el tratar de encontrar remansos de felicidad entre el devenir diario de sus personajes"

Asiduo como soy a formatos que respondan a lo que contienen (la forma y el fondo también piden equilibrio en el embalaje), me costó salir de los márgenes en octavo con el que el chileno era publicado en la Editorial Minúscula (no se pierdan lo último del propio Maier, Cuando cumplí cuarenta, 2024), pero ya con los cuentos de Hay un mundo en otra parte (Random House, 2019) hube de renunciar a guardarme en el bolsillo sus libros. Ahora aparece Una mano invisible con sus dos novelas cortas en su interior y me hace confirmar que Maier se ha hecho mayúsculo, aunque sigue siendo el mismo, fiel a las tramas que dicen más que cuentan, lúdico, versátil, ajeno a modas, sin atisbo de enseñanzas morales ni temas que respondan a los tiempos. Ser universal es eso, tener la suerte de ir a tu aire y que te salga bien cuando seas leído al cabo de cien años, por poner una cifra redonda con la que no estaría nada de acuerdo su estimado Enrique Vila-Matas, uno de los referentes inmediatos más sobresalientes de la prosa del chileno. Al final se trata de aquello que decía Sade, “moverse en el espacio [de la página] con el mínimo de gasto y el máximo de placer”. Es lo que el lector se va a encontrar en estas dos historias totalmente independientes, aunque con una conexión no excesivamente forzada a propósito de esa mano invisible que trae el título. “Piña” es una de las mejores historias que uno haya leído sobre la ambición por ser artista, por labrarse una vida dentro del ring que a veces es el mundo del arte, en cualquier disciplina, repleto de “emprendedores del yo”. Piña es el apellido del protagonista, Horacio, que debe aspirar a no darse una ídem con los tratos que maneja en el mundillo. La segunda historia, “Mal de altura”, es la aventura de un profesor de filosofía llamado Sócrates (¡ep!) que ha de cumplir la misión de reordenar la vida de uno de esos individuos caídos en las golosas redes de la corrupción. No hay ética sin estética. Algo que queda claro con las resoluciones de ambas historias. En medio de todo ello, lo de siempre cuando se trata de Gonzalo Maier, que no es otra cosa que el tratar de encontrar remansos de felicidad entre el devenir diario de sus personajes. Amores, fidelidades, traiciones, humor irónico sin caer en el sarcasmo, y pobres de ilusoria clase media que aspiran a vivir con una dignidad que se les escapa, porque en realidad se nos escapa a muchos. Ése es su realismo. En medio, una prosa que sabe diferenciar la genialidad de un simple buen chiste, tratando de evitar la presión de esa mano invisible que a menudo obra por nosotros cuando menos lo deseamos. Maier es peligroso. Uno de esos escritores en los que la grandeza se muestra con ropajes humildes y en flotador, para despistar a las envidias acechantes. Pero bien sabemos ya que es un nadador con las mejores dotes para manejarse en aguas abiertas con toda suerte de escualos y medusas campando alrededor. En eso, pocos le van a la zaga. Con Maier estamos a salvo. Y si no nosotros, sí al menos la literatura.

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Autor: Gonzalo Maier. Título: Una mano invisible. Piña. Mal de altura. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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