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Flora, fauna y funga

Flora, fauna y funga

A pesar de todo lo que les debemos, los traductores son los grandes olvidados de la literatura. Y se da la paradoja de que cuanto mejor es su trabajo más invisibles se vuelven, como afirma el escritor israelí Etgar Keret: “Los traductrores son como ninjas. Si adviertes su presencia es que no son buenos”.

La prestigiosa traductora Jennifer Croft, ganadora del Premio Booker Internacional, rompe ese anonimato profesional al escribir su propia novela, La extinción de Irena Rey (2025). La historia arranca así: Irena Rey, una escritora polaca todos los años candidata al premio Nobel, reúne a sus ocho traductores en su casa, en una reserva natural, para que traduzcan simultáneamente su última obra. Son cinco mujeres y tres hombres, probablemente como reflejo de una mayoría femenina en el oficio. Al principio se hacen llamar por sus nacionalidades —Inglés, Francés, Ucraniano, Sueco, Alemán, Serbio, Esloveno y Español (la narradora)—, aunque no tardan en ir apareciendo sus verdaderos nombres.

"Los mejores párrafos de esta desconcertante novela aparecen cuando se habla de la traducción, con referencias metaliterarias a su práctica, con atinadas reflexiones que solo puede hacer alguien del oficio"

Una vez instalada esta pequeña Babel “alrededor de Nuestra Señora de la Literatura”, la anfitriona desaparece sin dejar una nota explicativa, ni pistas, ni motivos, puro ghosting, y los ocho emprenden su búsqueda en un juego tipo Agatha Christie: un reducido número de personajes en un espacio acotado, sin apenas interactuar con personas ajenas, en un clima de misterio y difusa amenaza y en un entorno de naturaleza amenazada, de la que poco saben: “Éramos gente de libros. Todavía no nos habíamos interesado de verdad por la tierra”.

La situación de partida es original: no tengo noticia de que bajo las cubiertas de una novela se hayan reunido ocho traductores en torno a la autora que traducen. Y, en principio, no deja de resultar simpático que estos personajes ilustrados y políglotas, que alternan con grandes escritores y frecuentan ambientes cultos, se comporten con las mismas debilidades que cualquier otro humano, sin demasiada altura cuando se alejan del tema en que son expertos.

Los mejores párrafos de esta desconcertante novela aparecen cuando se habla de la traducción, con referencias metaliterarias a su práctica, con atinadas reflexiones que solo puede hacer alguien del oficio, como aquella de que los traductores establecen redes y colaboran entre ellos, mientras que “los escritores compiten”.

Como es lógico tratándose de una traductora, la novela despliega un amplio vocabulario y variedad de construcciones sintácticas y de registros, con momentos de humor y con brillantes apuntes sobre la naturaleza, con mucho diálogo, ya que los personajes están encerrados y no tienen muchas cosas que hacer mejor que hablar. Hay un uso muy expresivo de personificaciones, sinestesias, metáforas y hasta de los prefijos. Y, sobre todo, abundan las notas a pie de página, a menudo irónicas e integradas en el propio relato.

Y, dicho sea de paso, con las notas a pie está ocurriendo algo empobrecedor: en poco tiempo hemos pasado del abuso y alarde en algunas ediciones, donde estas notas ocupaban más espacio que el propio texto, a su completa desaparición, acaso porque se da por hecho que el lector resolverá cualquier duda en internet. En mi caso, a menudo echo de menos una oportuna nota al pie que me ayude a prescindir de las pantallas.

Otro tema atractivo en La extinción de Irena Rey es el de la naturaleza. La novela está ambientada en la gran reserva natural de Białowieża, entre Polonia y Bielorrusia, Patrimonio de la Humanidad y territorio del bisonte europeo, una de esas lábiles regiones fronterizas centroeuropeas sujetas a litigio y a distintas administraciones a lo largo de la historia, “no tanto cambiando de manos como flotando”. Y este fascinante escenario inspira algunos párrafos sobre la necesidad de la protección integral de la flora, fauna y, particularmente, de la funga, el desconocido mundo de los hongos, imprescindibles para la vida.

En la promoción de la novela se recurre al nombre de la premio Nobel Olga Tokarczuk, acaso porque Jennifer Croft recibió en 2018 el Premio Man Booker por su traducción al inglés de Los errantes. Y por momentos incluso parece que la extraordinaria novelista polaca está detrás del personaje de Irena Rey, una escritora que “daba siempre con las palabras precisas colocadas en el orden preciso”. Ambas coinciden, además, en que son vegetarianas, ecologistas y viven junto al bosque.

"Un libro construido con buenos materiales literarios no siempre consigue construir una buena máquina narrativa, del mismo modo que hay libros inmortales creados a partir de una pequeña anécdota"

Sin embargo, ignoro la opinión concreta de Tokarczuk sobre La extinción de Irena Rey, una novela que, una vez más, demuestra que un libro construido con buenos materiales literarios no siempre consigue construir una buena máquina narrativa, del mismo modo que hay libros inmortales creados a partir de una pequeña anécdota. Tampoco una buena traductora tiene por qué ser una buena novelista. Por más que muchos consideramos que un buen estilo es siempre una aventura apasionante, La extinción de Irena Rey es una novela con un buen lenguaje, pero no una novela con una buena historia.

Aunque abre caminos interesantes, da la impresión de que Jennifer Croft no sabe bien por cuál de ellos avanzar. Unas veces se inclina por la contención emocional del cozy crime, otras por la ironía y el humor y en otras páginas, en fin, ocurren hechos preocupantes sin que la narradora parezca agobiarse.

Y este lector, desconcertado por esos vaivenes, no sabe muy bien a qué atenerse y, a pesar de las expectativas favorables con que abrí la novela, me desentiendo y pierdo el interés. Quizá me he perdido algo, porque tampoco comprendo muy bien el final. Y siento decir que no veo aparecer por ningún lado a Nabokov ni a Pirandello.

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Autora: Jennifer Croft. Título: La extinción de Irena Rey. Traducción: Regina López Muñoz. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros

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