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Hablemos de clásicos

Este mes, en Sopa de libros, vamos a hablar de clásicos. Para mí un clásico es un libro que siempre te da lo que necesitas, lo que esperas de él, lo leas cuando lo leas, que siempre está vigente, que siempre parece hablarle al lector que lo tiene entre sus manos. He seleccionado tres “clasicazos”, aunque podría haber traído muchos más: Odisea, de Homero, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas.

Vamos a empezar por el principio: Odisea, de Homero. Con la Ilíada y la Odisea comienza la literatura griega, es decir, la tradición literaria occidental. La Odisea pudo ser escrito en el siglo VIII a. C. Sin embargo, veintiocho siglos después, es muy emocionante leer esta historia, y muy divertido. Y es que Odisea no solo se lee como una novela, sino que, según vas avanzando, te das cuenta de que ahí está todo, de que todos los temas de los que seguimos escribiendo ahora ya estaban en Homero, te das cuenta de que estás conectándote exactamente con la esencia de nuestra cultura. Yo siempre recomiendo, para acercarse a esta obra por primera vez, la versión en prosa de Carlos García Gual en Alianza Editorial, que es maravillosa.

Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy largo tiempo anduvo errante, tras haber arrasado la sagrada ciudadela de Troya, y vio las ciudades y conoció el modo de pensar de numerosas gentes.

"Odiseo construye una almadía y se echa al mar. Navega sin problemas hasta que le ve Poseidón"

Odisea se desarrolla en varios planos y en varios escenarios. Por un lado, arriba y abajo, ya que siempre sabemos lo que ocurre en el Olympo, donde viven los dioses, mientras vemos lo que ocurre abajo, en el plano humano. Por otro lado, la historia de la Odisea ocurre a la vez en dos escenarios, el de las aventuras narradas por el protagonista y el de Ítaca, donde los pretendientes de Penélope están acabando con la casa de Odiseo y van a terminar por obligar a Penélope a elegir marido, lo que hace que Telémaco emprenda la búsqueda de su padre.

Odisea cuenta la historia del gran Odiseo (Ulises) que ha salido de Troya junto con sus hombres para regresar a casa y lleva diez años dando vueltas por el Mediterráneo sin encontrar jamás el camino de regreso. Le encontramos en una isla, con la ninfa Calipso, que le retiene desde hace siete años. La única forma de que salga de allí Odiseo es mediante la intervención de los dioses, que le dicen a Calipso, que está totalmente enamorada de Odiseo, que ya está bien.

Odiseo construye una almadía y se echa al mar. Navega sin problemas hasta que le ve Poseidón. El dios del mar, que tiene cuentas pendientes con Odiseo, hace que naufrague, pero Odiseo logra llegar hasta la costa de Feacia y, en el palacio de Alcínoo, Odiseo es agasajado, y es allí donde el viajero cuenta todo lo que le ha pasado desde que salió de Troya: la batalla con los cícones, la aventura con los lotófagos, y luego la maravillosa aventura con los cíclopes y Nadie, la llegada al territorio de los lestrígones, parecidos a gigantes, y desde allí a la isla de Eea, donde habita Circe, la terrible diosa de voz humana, que le pide a Odiseo que vaya a la mansión de Hades, y para llegar allí tienen que pasar entre sirenas, la aventura de las vacas sagradas de Helios, la muerte de todos sus hombres…

"Allí conocemos a la gran Penélope, desesperada ante la ausencia de Odiseo"

Odiseo es el héroe por excelencia, pero es un héroe complejo y muy moderno. Ya en la Ilíada dicen de él que tiene un carácter singular, y que tiene dotes espirituales. Es «astuto, diestro en trucos, muy sufrido, muy inteligente, de muchos manejos». Triunfa gracias a su paciencia y a su astucia.

Llega a Ítaca transformado por Atenea en un anciano y nadie le reconoce, salvo su viejo perro. De esa forma organiza una forma de acabar con todos los pretendientes. Se alía con Telémaco y con los sirvientes más fieles, y reta y vence a los pretendientes. Y allí conocemos a la gran Penélope, desesperada ante la ausencia de Odiseo:

Durante el día tejía la extensa tela y por las noches la deshacía a la luz de las antorchas. De tal modo durante tres años los engañé y retuve persuadidos a los aqueos. Pero cuando llegó el cuarto año y volvieron las estaciones, al pasar los meses y correr muchos y muchos días, entonces, por medio de las esclavas, perras irresponsables, me descubrieron, y se presentaron y me amenazaron con sus palabras. Así que lo acabé contra mi voluntad, bajo tal amenaza.

El encuentro entre los dos es brutal. Y el final es fantástico, cuando Odiseo extiende su venganza y su ira por las familias de los pretendientes y Atenea le para los pies y le dice que ya está bien, que ya han terminado sus aventuras, que ya ha vuelto a casa, que ya tiene lo que quería, que ha llegado el tiempo de la paz. Y Odiseo le obedece, y cuenta Homero que Odiseo se queda “alegre en su ánimo”.

¿Es o no es admirable este Odiseo?

El segundo “clasicazo” es El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Manch,a de Miguel de Cervantes, publicado en 1605 y origen de la novela moderna. El Quijote es un libro que siempre hay que tener abierto, porque nunca termina de leerse. Aunque tengo que confesar que cuanto mayor he sido, cuanta más madurez he tenido, más me he divertido leyéndolo, más me ha gustado, y más cosas he encontrado en las aventuras de Don Quijote.

"El arranque es maravilloso, con esa descripción que hace en un párrafo de quién es Quijano y cómo es su casa"

Todo el mundo sabe de qué va: la historia de un viejo hidalgo empeñado en resucitar a la vieja «caballería andantesca» en tierras manchegas, después de haber enloquecido leyendo sus relatos. A mí me parece que todo es una genialidad llena de humor. El arranque es maravilloso, con esa descripción que hace en un párrafo de quién es Quijano y cómo es su casa:

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.

Y luego viene la primera salida en solitario, la llegada a la venta donde le arman caballero, la negociación con Sancho Panza y la sucesión de aventuras cuando sale con él. Son de sobra conocidas la de los gigantes, la de las ovejas, la de los presos que libera don Quijote, y son tronchantes los comentarios de Sancho, sus dudas, aunque al final Sancho es la parte más sensata, y sigue al lado de Don Quijote, quién sabe si por amistad, por bondad o por ambición.

"Al final, el caso es que, entre bromas y menos bromas, Don Quijote, o más bien Alonso Quijano, logra vivir literariamente, al modo caballeresco"

Hay otra parte en las aventuras de Don Quijote y Sancho donde la realidad es algo interpretable. Cuando el Quijote ve a un hombre que lleva en la cabeza lo que él cree que es un yelmo, Sancho dice que es una bacía, una especie de palangana de barbero, y don Quijote sigue empeñado en que es una especie de casco para la guerra. Hasta que poco después, y tras discutir una y otra vez sobre el objeto, Don Quijote dice que si él quiere creer eso que le dejen en paz y no se metan. Y que en todo caso será un baciyelmo.

Al final, el caso es que, entre bromas y menos bromas, Don Quijote, o más bien Alonso Quijano, logra vivir literariamente, al modo caballeresco, los últimos años de su vida, una vez convertido en Don Quijote de la Mancha. Y sobre ello Cervantes construye una maravillosa historia en la que el hombre, al fin, tiene el derecho divino de hacer realidad sus sueños.

El tercer clasicazo es El conde de Montecristo, de Alexandre Dumas, publicado en 1846. Se terminó de escribir en 1844 y fue publicada en una serie de 18 entregas, como folletín, durante los dos años siguientes. Para mí, es el descubrimiento de la literatura y del placer de la lectura.

La novela comienza con un párrafo que contiene prácticamente todo lo que va a ser importante después:

El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión.

"Villefort decide enterrar a Dantés en la isla de If, sin juicio, antes que correr el riesgo de que nadie sepa el destinatario de esa carta"

Contiene el barco que trae de vuelta a Edmundo Dantés, y que es el origen de las envidias de uno de sus enemigos, Danglars, que pretende ser el nuevo capitán cuando se jubile el actual, y no va a permitir que sea Edmundo Dantés quien se haga con el cargo. Contiene la vuelta, porque eso mismo es lo que no soporta Fernando, enamorado de Mercedes, la novia de Edmundo Dantés, que quiere que Edmundo desaparezca para que sea él quien se case con Mercedes. Y esta primera frase contiene también la isla de If, donde encerrarán a Edmundo Dantés.

Entre Danglars y Fernando denuncian a Edmundo Dantés, con una carta “anónima”, por hacer de correo entre Napoleón, exiliado, y la junta bonapartista de París. Esa carta existe de verdad, aunque Dantés no conoce el contenido y solo sabe que va dirigida al señor Noirtier. Pero la mala suerte hace que el procurador del rey que lleva el caso de Edmundo Dantés, el señor de Villefort, es el hijo de ese Noirtier a quien iba dirigida la carta del emperador. Villefort decide enterrar a Dantés en la isla de If, sin juicio, antes que correr el riesgo de que nadie sepa el destinatario de esa carta o puedan acusarle a él de bonapartista. Y así, por esa sucesión de maldades y de corrupciones, Edmundo Dantés es encerrado en la isla de If para siempre.

"La forma en la que Dantés sale de la isla es antológica también"

La novela está llena de escenas inolvidables, pero yo recuerdo con pasión el momento en el que Edmundo Dantés, encerrado en una celda inmunda de la cárcel, aislado del mundo, descubre que en la celda de al lado hay otra persona, con la que consigue comunicarse, y su lucha, luego, por llegar hasta la otra celda. Y así conoce a uno de los grandes personajazos de la literatura universal, el abate Faria, un hombre de una cultura impresionante, que enseña todo lo que sabe a Edmundo Dantés. Tienen todo el tiempo por delante (por desgracia) y Dantés lo aprovecha muy bien. Y para colmo, el abate Faria tiene, además, un secreto. Conoce la ubicación del mayor tesoro que se haya conocido, y que está en una gruta de la isla de Montecristo. La forma en la que Dantés sale de la isla es antológica también. Cuando Faria muere, se mete en el saco donde meten el cadáver y se hace pasar por él:

Dantés se sintió lanzado al mismo tiempo a un inmenso vado, hendiendo los aires como un pájaro herido de muerte, y bajando, bajando a una velocidad que le helaba el corazón. Aunque le atraía hacia abajo una cosa pesadísima que precipitaba su rápido vuelo, parecíole como si aquella caída durase un siglo, hasta que, por último, con un ruido espantable, se hundió en un agua helada que le hizo exhalar un grito, ahogado en el mismo instante de sumergirse. Edmundo había sido arrojado al mar con una bala de a treinta y seis atada a sus pies. El cementerio del castillo de If era el mar.

"No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo"

La segunda parte es un ejercicio brutal de construcción de un personaje. Edmundo Dantés reaparece, inmensamente rico, bajo el nombre del conde de Montecristo, y el lector es el único que sabe quién es. El resto del mundo, el resto de personajes, no sabe que están siendo manipulados, y destruidos poco a poco en una venganza a la que no le importa el tiempo, que va armándose de una forma muy compleja pero perfecta y que llevará a cada uno de los enemigos de Dantés a la derrota más terrible.

Tal vez una de las cosas más interesantes de este personaje que construye Dumas es la forma en la que duda, según pasa el tiempo. Esa reflexión final sobre el sentido de la existencia, sobre el bien y el mal, sobre la propia venganza, sobre la vida dedicada a devolver la afrenta, sobre el tiempo perdido.

No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Solo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida.

Tres obras maestras indudables, tres clásicos, tres obras divertidas, entretenidas y llenas de aventuras, tres disfrutes absolutos, con tres de los mejores personajes de la literatura universal: Odiseo, Don Quijote y Edmundo Dantés. ¡Qué maravilla!

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