El bueno de Junichiro Tanizaki (1886-1965) abre El elogio de la sombra (1933) de la forma —en apariencia— más anticlimática posible: enterrando cables eléctricos, escondiendo interruptores en armarios y preguntándose sobre la belleza de las bombillas desnudas. Después, narra las dificultades que él mismo enfrentó para construir una casa; se empeñó en ocuparse de todo, desde escoger aparatos de calefacción hasta el tenebroso asunto del retrete. Pero, más allá de la anécdota, o de la consabida fricción entre la luminosidad occidental y la sombra asiática, el inmortal ensayo del japonés también ilustra la enorme importancia de la arquitectura en nuestras vidas. Y es que la arquitectura determina nuestra primera impresión de lugares y eventos, impone los detalles cotidianos y la trascendencia de quien nace, pace y muere. A fin de cuentas, vivimos en ella.
Nos ponemos en la piel y los ojos de Tōru Sakanishi, jovencísimo arquitecto que se incorpora al pequeño pero muy prestigioso estudio fundado por Shunsuke Murai, viejo discípulo del mismísimo Frank Lloyd Wright (1867-1959). Maravillado por la sensibilidad con la que Murai ejerce su profesión y dirige el estudio, Sakanishi se trasladará junto al resto del equipo a la casa de verano de este: más que una mera finca, una suerte de oasis creativo donde todos trabajarán mano a mano —la meta, el concurso para el proyecto de la nueva Biblioteca Nacional de Literatura Contemporánea de Tokio—, pero también convivirán de forma intensa, permitiendo que Sakanishi crezca como arquitecto y como persona.
La casa de verano se aleja, por forma, estilo y desarrollo, de la literatura cozy o feel good importada de Japón —y cada vez más, de Corea— que inunda las mesas de novedades desde hace un tiempo, pero tampoco busca epatar. No esperemos grandes giros de guion, escenas trepidantes o rocambolescas; estamos ante una narración a fuego lento, construida con la misma meticulosidad que un edificio duradero, y que no en vano ha resultado ganadora del Premio Yomiuri, concedido por uno de los periódicos más antiguos y de mayor tirada del país nipón a figuras como Mishima, Ōe, Ogawa, Hiromi Kawakami o ambos Murakami —el bueno y el mejor, si se me permite.
El libro destila un carácter japonés innegable, en tanto en cuanto el anciano Murai concibe la arquitectura desde una visión artesanal, alejada de los focos, la fama, los atajos y las prisas. Como si, para descubrir la esencia de nuestro camino, necesitásemos volcarnos en él sin distracciones, reaprender quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos, cuál es el fin último de aquello a lo que, para bien o para mal, vamos a dedicar más horas que a nada o a nadie en la vida: el trabajo. Asimismo, Matsuie nos invita a repensar nuestra relación con el entorno, pues una construcción jamás será, por su propia naturaleza, una masa desgajada del tiempo y el espacio —por más que haya quien, en un alarde de megalomanía o desconexión con la realidad, lo pretenda—, sino todo lo contrario: la arquitectura, puede que más que cualquier otro producto de la acción humana, impacta directamente en el medio. A esto se suma el perfil de nuestro protagonista, un recién graduado, que sitúa la historia en un plano próximo al de las coming-of-age —o, más bien, un Bildungsroman—, aunque no siempre se perciba como novela de paso a la edad adulta por el carácter calmado y observador de Sakanishi.
En suma, La casa de verano propone una mirada acompasada del mundo, desnuda de artificios y consagrada a la búsqueda de la autenticidad en lo que hacemos. Si a eso le sumamos su potencial evocador y un argumento tan sencillo en su planteamiento como efectivo en la pegada, el resultado es una de esas historias en las que apetece quedarse a vivir —como en las mejores obras arquitectónicas.
—————————————
Autor: Masashi Matsuie. Título: La casa de verano. Traducción: Lourdes Porta. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todos tus libros.


Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: