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Pícaros en la literatura (XI): El rey y los pícaros, protohistoria de una tradición literaria

Pícaros en la literatura (XI): El rey y los pícaros, protohistoria de una tradición literaria

En el Libro de Patronio —más conocido como El conde Lucanor— hay un cuento que anticipa con precisión casi profética el mecanismo de la picaresca española. Se trata del ejemplo XXXII, titulado “De lo que contesçió a un rey con unos burladores”, donde unos hombres engañan a un rey convenciéndole de que tejen un paño maravilloso, invisible para quien no fuese hijo legítimo o tuviera mala sangre. Nadie se atreve a confesar que no ve nada, por miedo a ser tachado de bastardo o indigno. El rey, atrapado por el miedo al ridículo, sostiene la mentira hasta el bochornoso desenlace: finalmente alguien sin nada que perder señala la verdad —«o yo soy ciego o vos vais desnudo»— y revela que el monarca va completamente desnudo.

Aunque solemos recordar este relato como antecedente directo del cuento popular que Hans Christian Andersen inmortalizó en el siglo XIX (El traje nuevo del emperador), lo cierto es que, leído en su contexto del siglo XIV, funciona ya como un retrato social del pícaro y de la sociedad que lo hace posible. En otras palabras, Don Juan Manuel nos legó mucho más que una fábula moral: nos dejó la semilla de un género literario. Veamos cómo este cuento medieval contiene el germen de la picaresca y traza un vínculo temprano con la saga de pícaros que protagonizarían la literatura española siglos después.

Espejo social

Los burladores del relato no roban con violencia ni con una astucia física extraordinaria, sino con palabras. Su arma es el ingenio verbal: se aprovechan de los prejuicios y debilidades del poder —la obsesión por el honor, la vergüenza de la ilegitimidad, la presión del “qué dirán”— para montar una estafa magistral. El engaño consiste, en realidad, en tender un espejo deformante: hacer que los demás se mientan a sí mismos por miedo a la vergüenza social. Por el temor a la deshonra fueron engañados el rey y todos sus vasallos, sin que ninguno osara admitir la verdad. En este sentido, los pícaros del Conde Lucanor inauguran un modelo de delincuencia verbal, basado en el ingenio y la manipulación psicológica, donde la víctima termina siendo cómplice de la mentira.

"El conde Lucanor nos ofrece aquí un manantial muy antiguo y genealógico cuyas aguas desembocan en la idiosincrasia natural de lo que somos hoy"

Ahí late ya el espíritu de la picaresca española: el pícaro no es solo un ladrón, sino un personaje que desnuda las hipocresías de la sociedad a través de sus engaños. Al igual que más tarde hará Lázaro de Tormes con sus amos, estos truhanes medievales exponen las flaquezas morales de su entorno. Su burla revela la vanidad y la credulidad de nobles y reyes, poniendo en evidencia que la apariencia vale más que la verdad en aquella sociedad. Este espejo satírico anticipa la crítica social mordaz que caracterizará al género picaresco.

Si pensamos la literatura española como un río subterráneo que va aflorando en distintas corrientes, El conde Lucanor nos ofrece aquí un manantial muy antiguo y genealógico cuyas aguas desembocan en la idiosincrasia natural de lo que somos hoy. Del cuento de Don Juan Manuel a los pregoneros de la calle en el siglo XVI, y de ahí al Lazarillo y a Quevedo, de Quevedo en adelante…hay una línea clara: el pícaro como figura incómoda que revela las miserias del poder, burlando al mismo tiempo que critica. La tradición picaresca echaría a andar formalmente con La vida de Lazarillo de Tormes (1554), considerada la primera novela picaresca española. En ella, Lázaro narraría en primera persona sus astucias y penurias para satirizar una sociedad corrupta, exhibiendo los vicios y actitudes hipócritas de clérigos y nobles de su tiempo. A finales del siglo XVI, Mateo Alemán retomaría ese testigo con Guzmán de Alfarache (1599), una novela que lleva aún más lejos la denuncia moral: Alemán expone sin tapujos la hipocresía social y religiosa, mostrando cómo las apariencias y la corrupción se hallan profundamente arraigadas en la sociedad de su época. Y lo mismo hará Quevedo en La vida del Buscón (1626), remachando con humor negro las vergüenzas de una España de pícaros y estafadores. Pero hay más, claro. La picaresca es una forma de ser y un género literario consolidado y actual que para la tradición filológica u de historiadores el germen estaría en la literatura árabe, pero esta cuestión será abordada en otro envite.

"El Conde Lucanor nos muestra ese espejo roto o deformado en el que la España medieval comenzó a mirarse, vislumbrando sus propias vergüenzas"

Ahora bien, el pícaro medieval todavía no es un protagonista con voz propia, sino un agente externo que irrumpe en la anécdota para ridiculizar al rey. En el cuento de don Juan Manuel, los pícaros carecen de nombre y desaparecen con el botín una vez cumplida la burla, como sombras fugaces. Habrá que esperar al Lazarillo para que ese marginado astuto tome la palabra y nos cuente su vida desde abajo. Sin embargo, la semilla de lo que siglos después se convertirá en género literario ya está plantada en el siglo XIV. El episodio del rey estafado por unos truhanes contiene en germen la fórmula de la picaresca: una sociedad hipócrita que puede ser desenmascarada por un marginado ingenioso. Es, en definitiva, la protohistoria de la tradición picaresca.

El Conde Lucanor nos muestra ese espejo roto o deformado en el que la España medieval comenzó a mirarse, vislumbrando sus propias vergüenzas. A través del ingenio subversivo de unos pícaros anónimos, Don Juan Manuel anticipó la sátira social que definiría a un género entero. Así, del rey desnudo al Lazarillo hambriento, la literatura española trazó un continuo de crítica y humor que expone, entonces y ahora, las eternas flaquezas humanas bajo el brillo engañoso de las apariencias.

Como ya vio Don Juan Manuel, la burla funciona menos por la destreza del truhán que por el miedo de la corte. Desde las aldeas Potemkin hasta las burbujas financieras, el paño cambia de trama, pero es el mismo: una tela tejida con temor al descrédito. Las promesas de solvencia o de milagro técnico (Theranos, Enron, FTX) se sostienen en prestigios prestados; los experimentos de conformidad de Asch y la espiral del silencio explican por qué tantos asienten antes que decir “no veo nada”. En el ámbito intelectual, el Sokal affair o el Hombre de Piltdown muestran cómo el consenso viste de ciencia lo que no la tiene. No es nuevo: el hidalgo hambriento del Lazarillo prefiere el oropel del honor al pan, y Lear castiga a Cordelia por no halagarle. La estafa del paño funciona cuando el coste de decir la verdad es mayor que el de seguir la mentira: honor ayer, reputación hoy.

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Los cuentos se pueden leer en Cervantes Virtual.

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2 meses hace

¡Ah, el Conde Lucanor! no me acordaba de él desde mis años mozos, hace siglos de eso. Nostalgia de un pasado cultural insustituible.

La estafa del paño continúa sin variación hasta nuestros días. Toda la sociedad actual se ve afectada por él. En el ámbito empresarial me recuerda a las carísimas contrataciones de las consultoras de todo tipo a las que se da la razón en sus diagnósticos falsos ya que decir la verdad es un riesgo. En el ámbito político, ni hablemos de ello. Todo el mundo está al corriente de las miríadas de engaños. Recordemos la ley del Sisi y del Nono como uno de los ejemplos. Otro ejemplo es reciente: el control telemático de los maltratadores.

Pícaros y picaresca. Siempre presentes en el país.

Cecilio macarrón
Cecilio macarrón
2 meses hace

Un episodio más de pícaros inesperado. Fuente inagotable de erudición.. gracias.

Jorge Juan 65
Jorge Juan 65
2 meses hace

¡genial! y que empezara tan pronto! ¡quién lo iba a pensar!

Danilo Albero
2 meses hace

Soy devoto de la picaresca, y creía tener una biblioteca bastante amplia. Estos 11 artículos (y espero que sean más). Me tienen atrapado. Felicitaciones a la autora.

Amanda
Amanda
2 meses hace

De lujo esta “protohistoria” del motivo: del Ejemplo XXXII del Conde Lucanor a la picaresca como dispositivo de desenmascaramiento del poder. La burla funciona porque hiere el régimen de la honra (miedo a quedar por ignorante o “manchado”), caldo donde luego germina el Lazarillo. Además, ese “traje invisible” español anticipa el filón que Andersen popularizará siglos después. Me gusta la idea de que el pícaro no es solo bromista, sino técnico de la verdad incómoda: obliga al rey a verse sin ornamentos. Gran pieza, clarísima y sugerente.

Oscar Virel
Oscar Virel
2 meses hace

Sigo los pícaros profesora con ansia e inquietud. Brillante lectura “arqueológica”: del Ejemplo XXXII al Lazarillo trazas cómo el pícaro explota el pacto de credulidad que sostiene la honra cortesana. Me encanta el giro: el pícaro no inventa la mentira, solo la administra para desnudar al rey y al sistema. Queda clarísimo el puente con la sátira áurea: economía del engaño, prestigio vacío y la verdad dicha por el último de la fila. ¡Gracias! ¡qué mas decir, que sigas por favor!

SABRINA ANALIA CABRERA
SABRINA ANALIA CABRERA
1 mes hace

Protohistoria como producciones de Tradición Oral:
“LOS BURLADORES DEL RELATO NO ROBAN CON VIOLENCIA NI CON UNA ASTUCIA FÍSICA EXTRAORDINARIA, SINO CON
PALABRAS. SU ARMA ES EL INGENIO VERBAL”.
Protohistoria como COMIENZO:
La “Historia Modelo” , aquella “Sociedad Idealizada” es la que permite el nacimiento del
PÍCARO / BURLADOR / DELINCUENTE
VERBAL. Ellos son los que NO pueden creer que las masas acepten sin cuestionamientos lo que se les presenta como VERDDAD o ACONTECIMIENTO.
Estos BURLADORES utilizan la manipulación psicológica con el fin de sacudir las cabezas alertado que cayeron en la manipulación psicológica de la mentira sustentada por el miedo.
Gracias por el ENLACE (“Cervantes Virtual”).
Uno de los Cuentos toma la Fe como Tema. La ficción muestra cómo un rey con el fin de mantener su “veneración” altera un Versículo Sagrado.
La debilidad de ese rey que necesita que todo sea como piensa.
El terror respecto a la Libertad.
El pánico sobre un pueblo que pueda tornarse maduro (consciente responsable).
¡La tontera humana en su esplendor!
La pérdida del oro lo volvió HUMANO.
A veces nos dejamos seducir por el
brillo de las luces de neón y el reconocimiento. Cuando nos falta, es como si nos hubiesen matado a “sangre fría”.
El Cuento del Traje y el de La Fe nos dejan varias cuestiones:
-La puesta en duda sobre la propia Identidad (Un traje inexistente debe concebirse real para justificar la persona que somos).
-La rebeldía del que dijo LA VERDAD; jugársela por lo que se Es y se Cree.
-La forma sobre cómo nos marea y enferma el Poder Económico / Puesto jerárquico , etc. y el aplauso.
Podemos volvernos bastante idiotas con tal de pertenecer.
La tan temida homogeinización es revelada: ir todos corriendo hacia …¿? Lo importante es que vayan / vayamos. El sadismo de pretendernos “recipientes vacíos”.
La fragilidad mental de amar la aprobación del otro.
Me veo muy reflejada en lo que critico.
Saludos lanzados al viento!!

Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
1 mes hace

Gracias Dra. Rosa Amor del Olmo por regalarnos sus luces, su erudición, su sapiencia y abrirnos los ojos a la belleza de la Literatura.
Su magnífico artículo nos trae a la memoria el entremés “El Retablo de las Maravillas”, que critica y ridiculiza la obsesión por la “limpieza de sangre” en la España de antaño, de Miguel de Cervantes, Genio de España y Narrador Predilecto de Costromo, mi país (donde se le admira justamente, se le lee y se le quiere mucho a usted), hoy sometido a la censura en tiempos de Internet, bajo el yugo de una criminal Dictadura Neocolonial que bloquea y persigue a los costromeros hasta en el ciberespacio.