Un tiro en el blanco del enigma

“Lo que se hace por amor
está más allá del bien y del mal”.
Frederic Nietzsche

Esta vez, Eduardo presentó al nuevo integrante de su copiosa biblioteca, Vídeos para una mujer (Imágica, 2025), junto a su editor, Alberto Santos, y rodeado de sus más entrañables amigos y colegas, con la seguridad que “la familia y los amigos son las dos ruedas de la bicicleta que sostiene al hombre”. Allí confesó que su vocación por la escritura nació de niño, a partir de una edición ilustrada de Don Quijote de la Mancha que le regaló su madre. En un ambiente distendido, nos reveló que su novela de intriga surgió como una semilla ingeniosa de “lo que es malo para vivir, puede ser bueno para la literatura”, como buen observador de la vida.

El libro desentraña los misterios de la vida de un empresario, como quien nos engancha en una serie televisiva, difícil de dejar. Desde el título plantea a la mujer como destinataria de los vídeos. Un caso policial extraño, cuyo foco se centra en las mujeres: la esposa, la hija y Cristina, la policía que pertenece al equipo de investigación, cuya inteligencia, sagacidad, intuición y trabajo contribuyen a esclarecer los hechos. El cauce también nos lleva por otros derroteros complejos de temas universales. Las referencias a Una habitación propia, de Virginia Woolf, no son casuales: remiten a la cultura, educación y admiración por la autora. Además, exterioriza el fervor del magnate por las mujeres, a quienes considera las mejores compañeras y más firmes aliadas, tanto en su empresa como en su vida.

Convencido de que “para una mente bien organizada, la muerte no es más que la próxima gran aventura”, como diría J. K. Rowling, el protagonista anuncia su suicidio. La muerte anunciada es un desahogo “que le proporciona una razón para soportar las penas de la vida” y le permite explicar sus pensamientos y sentimientos. Es un hombre trabajador, que ha surgido desde abajo, como vendedor de mecheros en el Rastro, entregado a su familia, temeroso de Dios, que intenta rescatar su memoria y salvar su dignidad al final de sus días. En las circunstancias en que se halla se ve obligado a tomar decisiones, aun en contra de sus principios morales, éticos y religiosos. Al perder la fe y la esperanza se aferra a un camino sin salida, como si fuese la solución perfecta, la cuadratura del círculo.

Una novela original que rompe los esquemas policiales, con un diario-monólogo, dirigido a un interlocutor, como un juego laberíntico que somete y atrapa a los lectores. Similar a Los misterios de Laura, el inspector Joaquín Lopera, junto a Cristina y a un equipo de policías, se enfrentan a un enigmático caso de muerte, secuestro y enmascaramiento. Ante la pérdida de su mujer y su hija, “las dos mitades que dividían un único ser”, ya nada tiene sentido para él. Ni toda la riqueza amasada es capaz de devolverlas a la vida. Benito Funciños, creyente, se atreve a retar a Dios y se pregunta: ¿si Dios existe, por qué no actúa?, ¿por qué pone Dios la maldad en el mundo?, ¿por qué existe la muerte?, ¿por qué existe la injusticia y la maldad? Impotente ante los hechos, elige “un bello morir para honrar toda su vida”, obediente a Francesco Petrarca. Es decir, la existencia humana vulnerable se desnuda frente a la existencia divina, para mostrar sus debilidades, temores y reproches.

El parecido físico del empresario de las comunicaciones con Marlon Brando nos sitúa en el mundo de riqueza y poder, como en El Padrino y otras las películas clásicas, donde los asesinatos son el pan de cada día. El magnate dirige su imperio como un océano en el que los peces grandes se comen a los pequeños, y debe protegerse. Sin embargo, en esta novela policial los secuestros y asesinatos sólo aparecen en la voz e imagen del empresario exitoso, tras un halo de misterio, donde no hay signos de violencia ni sangre. Las pistas desveladas son las puntadas que deberán entrelazar los policías para descubrir la verdad. Al mismo tiempo, desvelan la vida anterior de sacrificios, alegrías y deseos más profundos. Un hombre temperamental que, ante la muerte y el dolor, confirma que la riqueza no vale nada. Sólo se aferra a oír y sentir a su corazón, a través de dos palabras que encierran la sabiduría humana: confiar y esperar, como en El conde de Montecristo.

Es evidente la influencia de las películas policíacas en la novela de Eduardo, quien se ha atrevido a plantearnos una novela como si viésemos una película o una serie. El enigma es el hilo conductor que nos mantiene atados como parte de la trama. Secuestra nuestro entendimiento y nos pone frente a un espejo, para mirarnos por dentro, observar con serenidad y transparencia nuestras propias fortalezas y debilidades, las buenas y malas decisiones o actos. Un modo de cuestionamiento universal a las verdades que no queremos saber, o no somos capaces de admitir y preferimos el guion teatralizado. Es decir, nos enfrenta a las más severas verdades que reflejan a la sociedad actual en su conjunto. 

Un argumento que expone la constante contradicción a la que se enfrenta el ser humano: el bien y del mal, la verdad y la mentira, la guerra y la paz, el amor y el odio, el perdón o el desprecio, la vida y la muerte. La vida como un continuo juego de contrarios. Hay un poderoso componente primordial, el amor, visto desde varias perspectivas y tipos. Con esta nueva novela, el escritor va más allá de la historia, en realidad, lanza un tiro en el blanco del enigma, para hacer un llamado a la esperanza, al perdón entre los seres humanos y al perdón de Dios hacia los hombres.