Inicio > Blogs > Ruritania > Un único beso
Un único beso

Texto manuscrito, anónimo, encontrado entre las páginas de un ejemplar de la novela Confesión, de Eduardo Martínez Rico, edición de Imágica (Madrid, 2024).

Te estabas yendo, yo lo notaba. Lentamente. Tus cabellos permanecían tan hermosos como siempre, largos y sedosos. Pero tu rostro se iba volviendo verde, y su piel tersa estaba siendo sustituida por una especie de costra, con protuberancias también verdes. Eras como un cuadro, flotando en la nada, un cuadro moderno, una especie de bodegón que cubría tu rostro, pero tus facciones todavía se podían distinguir. Yo desde luego las distinguía.

Aún mostraban los restos de esa belleza que yo conocía tan bien. Aún podía distinguir tu cara mientras te perdía, mientras ibas muriendo, con la boca abierta, mientras parecía que te ibas marchando a lo lejos, poco a poco. Mientras parecía que te ibas despidiendo de mí al marcharte.

Estabas perdiendo el aire. Yo percibía que te estaba perdiendo, para siempre. Nunca te había besado. Nunca me dejaste cuando lo intenté, una sola vez si la memoria no me falla mucho. Tampoco me habías dado pie a hacerlo, nunca. Supongo que me querías, de algún modo, pero no de ése. Me costó mucho tiempo aceptarlo, pero aprendí a hacerlo, a respetarlo, y lo conseguí.

"Entonces te besé. Más que besarte te insuflé aire, con mucha fuerza, tanta fuerza, tanto aire, que fuiste recuperando la vida"

Dabas boqueadas, sí, como si te faltara el aire. Tu angustia se me transmitía, y me causaba un profundo y rápido dolor. Yo sabía que ya no te volvería a ver, a tener, de esa forma tan peculiar de tenerte, que sin duda era mucho, muy importante, aunque a mí no me lo pareciera. Yo pensaba que nuestra amistad valía mucho más que muchos noviazgos, que bastantes matrimonios, que muchas parejas. Lo pensaba y lo pienso.

Entonces te besé. Más que besarte te insuflé aire, con mucha fuerza, tanta fuerza, tanto aire, que fuiste recuperando la vida. Y efectivamente, lo hice con tanta fuerza, era tanto el aire que te iba metiendo dentro, que me fuiste rechazando, poco a poco, a medida que lo cogías, como si fuera más que suficiente, más que el que necesitabas. Con las manos me ibas rechazando a medida que volvías a la vida. Tus manos finas, delgadas, pálidas.

Y la verdad es que no me dio tiempo a ver cómo tu piel volvía a ser tersa, y tus cabellos se volvían de nuevo sedosos, porque desperté.

Pero lo vivido se me quedó grabado. Generalmente olvido mis sueños, pero éste no lo he olvidado. Quizá no fue un sueño.

"He estado pensando en contarte todo esto, pero creo que no lo voy a hacer. ¿Para qué? No creo que te gustara conocer mi relato, y tampoco lo entenderías"

Quizá sucedió, pero de otra manera, como si fuera una metáfora de nuestra propia historia, de tu vida y de la mía. No lo sé, lo ignoro. Me gustaría saberlo, pero me tengo que conformar con haber creído vivir lo que a todas luces parece un sueño. Muchas veces ocurre eso con los sueños. En ocasiones pienso que la propia vida es uno más de nuestros sueños, un sueño que simplemente tiene todos los visos de ser la realidad. El que más nos engaña porque es el que se nos figura más real y auténtico, no siéndolo. El que más nos engaña, aunque puede ser el más placentero. Hay sueños que no quisiéramos abandonar nunca; no quisiéramos renunciar a ellos, ni saber que lo son.

Quizá la realidad sea este sueño que he referido aquí. Una especie de cuadro en movimiento que funciona como una metáfora de nosotros mismos, que nos explica y nos hiere, pero también nos cura.

He estado pensando en contarte todo esto, pero creo que no lo voy a  hacer. ¿Para qué? No creo que te gustara conocer mi relato, y tampoco lo entenderías. O quizá sí, quizá lo comprenderías mejor que yo incluso. Acaso lo soñamos los dos al mismo tiempo, de forma diferente, en espacios distintos. Quizá fueran sueños diferentes pero con un significado parecido. Tal vez nuestras propias vidas sean un testimonio de este sueño, cada una por separado, con ligeras uniones cuando hablamos o nos encontramos.

Pero ya no importa, o desde luego no importa como importó antes, como me importó antes. Ni mucho menos. Quizá por eso he tenido el sueño ahora y no antes, hace años. Al fin y al cabo yo ya no aspiro a tu amor; aspiro a otros, no al tuyo. El tuyo es como un bello recuerdo de mi vida, como tú misma, como este sueño tan extraño que fue una vez y ya no es, que se disipó una noche de primavera.

Yo lo viví y es suficiente. Sólo te besé una vez y fue en sueños, mientras morías. Te salvé la vida con mi beso, y fue en sueños. Para mí es suficiente. Es mucho.

4.7/5 (15 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios